ZONA DE INTERÉS
Ya tiene sus nominaciones al Óscar (en las categorías película; director, Jonathan Glazer; guion adaptado y basado, ligeramente, en la novela escrita por Martin Amis; y banda sonora).
Lo llamativo de este largometraje es que se refiere a los años del Holocausto judío, el realizado por la Alemania nazi, pero su director no enfoca los hechos con imágenes de los campos de concentración, sino con el sonido que emana de ellos.
Además, tiene gran creatividad. La película está narrada por tres personas: Angelus Thomsen, el oficial; Paul Doll, el comandante, y Szmul Zacharias, un Sonderkommando judío. Lo que más asombra es su tecnicismo, la precisión de su banda sonora. Ellos son imágenes de lo que no vemos pero que, hábilmente, quedan impresas en el espejismo o sentimientos del espectador, pues este llegará a aterrarse, a sentir en carne propia la penuria judía. Bien hace en escribir la BBC: “Un tratado sobre la banalidad del mal que hiela la sangre”.
Antes de seguir adelante, debo mencionar que cada día se utiliza menos el celuloide y casi todo se lo realiza digitalmente. Por ello, cabe mencionar que Zona de interés, hecha bajo ese formato, es muy dura, pero deslumbra su nitidez y hace que veamos lo que en el fondo no quisiéramos ver.
Normalmente, cuando se habla de filmes sobre el Holocausto (que ya es un género cinematográfico), vienen a la mente cuerpos cadavéricos, rumas de zapatos, lentes, ropajes. Aquí nada de eso queda en el ecran, todo queda en la imaginación de quien asiste a la sala de cine. Es él quien terminará viendo una historia profunda, meditativa, que permite atisbar la putrefacción del ser humano y cuyo microscopio es la lente del cinematografista y la visión de su director.
El montaje es loable. A momentos desconcentra, como si hubiesen resuelto liberarnos del pesar y, rápidamente, volver a dejarnos frente al terror que debió ser vivir en esa época, pero que no evita pensar que se trata de un filme satisfactorio. Esa dualidad la convierte en una gran obra.
Las actuaciones son excelentes, asombrando -más aún- ese halo de inocencia que rodea a la familia Hoss, apagado frente a la realidad de la vida que ellos, con sus matanzas, gestan.
Probablemente, se lleve el Óscar a mejor película internacional.
Algo más. La cinta fue rodada el 2021 en Auschwitz y es hablada en alemán, polaco y yidis.