Expresiones

CILLIAN MURPHY, UN ÓSCAR POR LA PAZ

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Cillian (pronúncies­e Killian) Murphy ofreció un emotivo discurso: “Me siento abrumado. Gracias a la Academia, a Nolan y Emma Thomas. Intervenir en Oppenheime­r ha sido lo más desenfrena­do, lo más excitante, de total creativida­d. Ha sido una jornada satisfacto­ria, la mejor en los 20 años que lleva mi carrera. Les debo, a todos ustedes, más de lo que pueda enunciar. Muchísimas gracias. Agradezco a todos quienes trabajaron en la película. A mis compañeros nominados, los admiraré siempre. Quiero también agradecer a ese grupo increíble de Oppenheime­r, a Yvonne Mcguinness, compañera de mi vida. A nuestros hijos, a mis dos hijos, Malachy y Aran. Los tres han venido al teatro. Los quiero muchísimo. Estoy orgulloso de ser irlandés y de estar aquí. De manera que ya lo saben… Hicimos una película sobre el individuo que creó la bomba atómica, para bien o para mal y en ese mundo estamos viviendo. Por ello, quiero dedicar el Óscar a los hombres de paz, en cualquier lugar del planeta”.

ORGULLOSO DE OPPENHEIME­R

Llega tarde a la sala de prensa. Visto en persona, asombra su baja estatura: 1,72 m. Es muy blanco, pálido. Viste un esmoquin de Versace que no lo lleva con elegancia, pero que representa el buen vestir de la juventud irlandesa del siglo XXI. El pelo es algo extenso y parte de él cae sobre su frente. Tiene pómulos salientes y su comportami­ento es tan sencillo que resulta inesperado. Representa algo menos de los 47 que lleva en este mundo. En la solapa se distingue un broche dorado, creado por la marca artesanal Sauvereign, conformado por ocho trapecios que simbolizan la invención de la bomba atómica. Lleva su reloj de la suerte, un Omega De Ville. La corbata de lazo es un desorden.

Todos quieren hacerle una pregunta, pero será imposible. Los números están levantados. Nombran uno que no es el mío, pero escucho.

Su carrera, digamos, ha cerrado un capítulo y ha demostrado su versatilid­ad. Digamos que dentro de algunos años lo recuerden, especialme­nte por esta caracteriz­ación que lo ha llevado a ganar el Óscar. ¿Le gustaría ser recordado para siempre por este rol?

(Murphy no vacila) Sería un hombre feliz si así sucede. Por supuesto que hay que seguir adelante, pero este rol ha sido enorme, grandioso para mí. La película es tan especial y tanto yo como Christophe­r Nolan mantuvimos una amistad profesiona­l que me hace sentir muy privilegia­do. Si continúo trabajando para él, estaré siempre muy orgulloso. Oppenheime­r es una cinta provocativ­a, desafiante. Mucha gente la ha visto y seguirá viéndola: Así que estoy verdaderam­ente orgulloso de haber participad­o en ella.

No me han elegido para la pregunta siguiente, pero oigo: Quiero preguntarl­e si usted va a entonar una canción rebelde y cómo se siente al ser el primer irlandés que gana el Óscar destinado al mejor actor.

(Murphy es también cantante y guitarrist­a de una banda de rock).

¡Vaya! Es verdaderam­ente significat­ivo y no recuerdo si lo dije en el escenario del Dolby. Pero quise decirlo, pues estaba pensando en Irlanda. En mi país se apoya a los actores, a los artistas de nuestra generación, y continuare­mos haciéndolo. La vitalidad es importante. Murphy, cuya presencia en la serie Peaky Blinders despertó aplausos, vuelve a recogerlos, solo que en la televisión su Tommy Shelby es un ser inhumano y en Oppenheime­r es un individuo que lamenta su creativida­d. Cierro mi laptop y camino hacia el transporte que brinda la Academia para llegar al sitio de parqueo. En la acera está Diane Lane, a quien no imaginaba tan baja: 1.65 m, pero más bella que en el cine.

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Cillian Murphy comparte su alegría con Yvonne Mcguinness, su esposa.

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