La Hora Loja

Poesía sin censura

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O SW ALDO PAZ Y MIÑO J.• Un cuaderno poético en el que la carne no es trémula; en el que se sienten las razones y las osadías del poeta; en el que las letras tienen ascensos y descensos eróticos; en el que las letras tienen el movimiento de los cuerpos que, al copular, buscan el infinito, el pleno que es el orgasmo; un escrito sin tonos mojigatos… Así es la obra del poeta guayaquile­ño Eduardo León Rodríguez, que ha titulado a su poemario como ‘ Censurado’ (El Ángel Editor).

Poesía no apta para pacatos. Es libertad de expresión contenida que se destapa, que se desnuda, que muestra la piel de forma natural. Un acto de rebeldía contra el insano fanatismo censor, decadente, corrupto.

La obra se siente en cada verso. Placer para el lector, y esto léase sin etiquetas, que no pasa solo por la temática carnal sino por la cultural: aquella que agudiza los sentidos.

Poemas eróticos que cumplen con la sentencia de Octavio Paz: “Una cultura que aspire a la integridad total, deberá educar a los sentidos tanto como a los sentimient­os”.

Platón decía: “Todo es poyesis, todo es creación”. Quizá la más difícil de todas, la más alta -también la más humilde-, sea la poesía: “Una manera de creación que estriba en la cristaliza­ción del líquido vertido, o en su evaporació­n, que lo convierte en gas teñidor de su entorno”, como la define Antonio Gala.

El vil roce de tu encanto

No acepto coimas ni chantajes, me resisto a olvidad.

El vil roce de tu encanto me puede despeinar.

Están intactas las noches que no fue- ron escritas, tengo el recuerdo de verte solo vestida con mi camisa, despertarm­e después de haberme dormido en tu pecho.

Cómo anhelo pasar contigo ese tiempo perfecto, te reías de la nada, me llovían diluvios de tus besos, tanto cariño, tu pasión derrumbo la cordura de lo correcto.

Eres difícil de inventar, así que las mentiras no tienen cabida.

Solo cuento la verdad, el descubrirt­e fue toda una lotería.

Aún me tiemblan las manos cuando acaricio tu recuerdo, parezco una criatura, disfrutarí­as si me vieras escribiend­o.

Nada se apaga, ni la luz ni el fuego de lo consumado.

Mis letras, al que mi piel, flanquean al no tenerte a mi lado. (Pág. 80)

Un tomo, fresco, latente, dedicado al “testimonio de los sentidos”. Literatura que se empeña en las fantasías de la carne, en la sed de la piel, en la sensibilid­ad del roce, en el espacio delicioso que es siempre el catre clandestin­o en el que los amantes se desbordan y se devoran, poco a poco, verso a verso, lentamente, en su universo prohibido para otros.

Ninguna sensación erótica le viene al ser humano sin un antecedent­e. Todo en el sexo tiene referentes en la mente, en la piel, en la memoria, en la experienci­a que más tarde se convierte en deseo pendiente. ‘Censurado’ usted no queda. Lea esta ópera prima y rompa moldes.

opymj2008@ gmail.com

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