¿Venganzas históricas?
Las abuelas decían de sus nietos, cuando salían medio prietitos: “es un negrito pero lindo, o es un negrito, pero sanito”; como disculpando el ser trigueños.
El mestizaje nos ha molestado gravemente porque somos híbridos y en nosotros se encarnan tanto las culturas aborígenes, como la española.
Hablamos español con toda su riqueza semántica, pero es un español americano en que se mezclan voces quichuas, chibchas, araucanismos y en las más de las veces, nos encantamos usando gerundios mal empleados como: “darás diciendo” y si es quiteñismo, le adicionamos un “no serás malito, no”.
Perder los estribos recordando la conquista española es absurdo. Querer destruir el monumento a Isabel la Católica es tener poca cordura y, desde luego, un acto de vandalismo en contra de los bienes públicos y de la conciencia colectiva.
Con seguridad los conquistadores españoles no le han de ver amado a nuestra capital como dice el himno de la ciudad, más bien igual que Potosí y otras ciudades de la época, fueron polos mineros de saqueo; pero aun así nuestra condición de mestizos, dice que respondemos a estas etnias y culturas, hasta ser pueblos heterogéneos y por ningún motivo ni los indígenas “puros” como el señor Iza o Vargas, que ya tienen apellidos no autóctonos deben liderar grupos que actúan aberrantemente, haciendo eco de rencores de hace más de 500 años.
Tan malo sería que algunos españoles ”puros”, bastante barbados y de tez muy blanca decidan tirar al suelo las imágenes de nuestros héroes aborígenes. Destruir el monumento a Rumiñahui o querer decapitar el busto de Atahualpa.
Ni lo uno ni lo otro es razonable a pretexto de odios históricos y peor aún reivindicativo de los pueblos más necesitados.
Somos un pueblo mayoritariamente mestizo con una mezcla de culturas, pero sobre todo somos seres humanos con altos valores de respeto a la propiedad ciudadana, a las diferentes etnias que coexistimos en el país.