Desconfianza
¿Cómo confiar en los organismos rectores del proceso electoral si han dado grandes muestras de acomodos, conflictos internos, intereses de grupo o personales, ambiciones u obediencia ciega a los poderes políticos?
El Consejo Nacional Electoral y Tribunal Contencioso Electoral han aumentado la desconfianza en el sistema y en esta democracia que, generalmente, encumbra a mediocridades, endiosa al poder económico y considera que es natural la extrema desigualdad entre los pocos que tienen mucho y los millones que nada tienen. Sería de agradecer los desaciertos de esas instituciones, si sirvieran para que este pueblo desorientado tome conciencia de la situación económica, política, social y cultural en la que vive.
Pero la desconfianza no es sólo en ese proceso, siente en el sistema, soporta las injusticias, reniega de su suerte, pero acepta su vida porque cree que ese es su destino. Resignación cristiana sin apelaciones, por esa razón, calladamente, acudirá a las urnas y depositará su voto por uno de los 16 binomios, ya que las negociaciones entre CNE y TCE dejaron sin opción a uno de esos binomios.
Esos tratos, quizá en extremo deshonestos, se constituyen en sinónimo de desconfianza en una democracia acuosa que multará a quien no acuda a las urnas, porque votar es obligatorio, a pesar de la pandemia. ¿Por qué esta vez no se piensa en suprimir las multas por la pandemia y la crisis económica? La desconfianza crece entre dudas de corrupción y el coronavirus galopante.
En tiempos normales, el abstencionismo ha sido de alrededor del 25%, pero ¿qué ocurrirá si las abstenciones, el voto nulo o en blanco, son superiores al 50% del total de sufragantes? Será un grave problema porque el nuevo presidente y su gobierno carecerían de legitimidad. ¿Más crisis?