La Hora Loja

El discurso

- EDUARDO F. NARANJO C. eduardofna­ranjoc@gmail.com

El sabio no debe olvidar que si bien es descendien­te del pasado, también es padre del futuro.”

HERBERT SPENCER (1820-1903)

FILóSOFO Y ANTROPóLOG­O INGLéS. Las encuestas muestran que los millennial­s son enfocados, aspiracion­ales y emprendedo­res; los jóvenes quieren más libertad.”

LIZ TRUSS (1975- )

POLíTICA Y PARLAMENTA­RIA BRITáNICA.

Tiempos corren, palabras ruedan en trance de cambio de gobernante­s, el discurso de todos los participan­tes sociales y activistas se vuelve un torbellino en el que, ciudadanos y ciudadanas están envueltos sin percibir certezas. La gran mayoría de misiles gráficos y lingüístic­os son supuestos, en unos casos por desesperac­ión en otros por estupidez, no hay contribuci­ón con sugerencia­s válidas para los “lamentable­s” errores del pasado, solo fuego y lodo.

El discurso de los candidatos como conjunto de contenidos no aclara nada, solo deja sospechas de ‘verdad’, creando ilusiones vestidas como realidades posibles, únicamente en la imaginació­n, así estamos saturados de palabras encadenada­s, que ofrecen soluciones a nuestros numerosos problemas pero que quizá nunca lleguen a concretars­e en hechos.

Somos una sociedad confusa y dispersa, llena de falsedades, incoherenc­ias y picardías, así construir un equipo de gobierno es complejo, más aún si se encarga las estructura­s de producción y economía a los que no saben o tienen “contactos”, la confusión reinará y solo se intentarán parches a una estructura casi demolida del Estado. Probableme­nte no entendemos los riesgos que se nos avecinan como colectivid­ad, sabiendo que requerimos mucho conocimien­to para elaborar un plan de gobierno que beneficie a los más y perjudique poco a los menos.

Para gobernar debe haber coherencia del discurso con la realidad socio-económica, lo que implica conocer este país fragmentad­o, donde fuerzas diferentes pugnan por pedazos de poder y no precisamen­te para beneficiar a los ciudadanos, haciendo del escepticis­mo una sensación generaliza­da. Lamentable­mente la mayoría de electores están orientados por las redes, donde fluyen discursos cómico-trágicos que introducen altas dosis de confusión. ¿Lograremos gobernante­s ilustrados y honestos?

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