Mercado común iberoamericano
¿Por qué no soñar en grande? ¿Por qué no pensar en el destino de pueblos que tenemos tanto en común? La verdad es que la temática es apasionante, viene de la necesidad de hundir las raíces en nuestra historia, pero también de la urgencia de encontrar salida a aspiraciones, a requerimientos, que sentimos latentes e insatisfechos.
Si pensamos en que somos alrededor de setecientos millones de habitantes, con territorios enormes y dilatados, con países que parecen continentes, con una biodiversidad extraordinaria, que coloca a varios de los países que lo integran en la exclusiva lista de los megadiversos, las posibilidades son enormes.
Pero también debemos pensar que cuando hablamos de la comunidad iberoamericana, sentimos que hay puentes y vasos comunicantes con Europa, un continente que ha aprendido de las crisis y los enfrentamientos a trabajar en conjunto y que puede no solamente fortalecer los mercados y robustecer el intercambio sino también aportar con fortalezas en el campo de la educación, la ciencia y la tecnología.
Este último ámbito puede abrir puertas a los talentos de Iberoamérica, que no ha invertido lo suficiente y que no exhibe grandes logros que nos pongan a la par de otras regiones del globo.
Y no es extraño hablar de innovación, de ciencia y de tecnología cuando hablamos de mercados. Sabemos que las grandes multinacionales del momento tienen mucho que ver con estos campos, unos que rebasan las fronteras y que nos ponen a competir con espacios para los que debemos prepararnos.
El reto es fortalecernos mutuamente y crecer de manera equitativa y sustentable.