En Sacrificio
«Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo? Preséntalo, pues, a tu príncipe; ¿acaso se agradará de ti, o le serás acepto? dice Jehová de los ejércitos.» (Malaquías 1:8) Desde el comienzo mismo de la historia humana Dios ha demandado sacrificios, sin embargo no todo sacrificio que ha hecho el hombre ha sido aceptado por nuestro creador, por ejemplo la Biblia nos recuerda que Dios rechazó la ofrenda de Caín ofrecida hace unos seis mil años.
De igual manera en el versículo antes mencionado, la advertencia del profeta es que Dios no va a aceptar sacrificios incorrectos. Hoy en día, en esta dispensación, la de la Gracia, y bajo el nuevo pacto de quien Cristo es el mediador como lo dice el libro de Hebreos en el capítulo ocho, ya no necesitamos llevar animales aprobados al altar, sino que más bien Dios demanda que nosotros mismos nos demos en sacrificio, se lo explico... la Palabra de Dios dice: «Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.» (Romanos 12:1), es decir, que para ser agradables delante de Dios, debemos utilizar nuestro cuerpo como instrumentos de justicia y no de pecado, nuestros ojos no deberían ver lo que desagrada a Dios (novelas, pornografía, etc.), nuestra lengua no deberíamos utilizarla para maldecir, chismear, criticar, o mentir, que nuestras manos no las utilicemos para herir o robar, que nuestros oidos no se presten para el mal, que nuestros pies no nos lleven a lugares incorrectos, que nuestro cerebro no maquine odio o venganza. Nuestro cuerpo debería ser utilizado para honrar a Dios, sin la contaminación del alcohol, cigarrillo o drogas. En otras palabras, lo que agrada a Dios es que no contaminemos nuestro cuerpo con el pecado!