Puerto Ayora
El pueblo y sus alrededores Town and surroundings
Como la mayoría de los conglomerados humanos, Puerto Ayora crece rápido, y algunos dirían que, por su propio bien, crece demasiado rápido. Especialmente a lo largo de sus bordes, este bonito pueblo en medio del vasto Pacífico repentinamente se vuelve algo ‘continental’. Casas de bloque, muchas todavía en construcción, lotes vacíos con las famosas barras de la esperanza, esperando levantarse, tiendas de pueblo, restaurantes improvisados: la ambición de crecer es clara. Estos barrios-trastienda del puerto, sin embargo, no carecen de sabor. Niños isleños corretean libres y alegres, se arma el baloncesto de media noche en Parque del Edén. Galapagueños de habla veloz conversan sobre música tropical, vapores impregnados en culantro y otros aromas introducidos atraviesan las calles de tierra. En un lugar que profesa la sostenibilidad, es difícil saber si el desarrollo de la zona en expansión de Puerto Ayora sea sostenible. Pero el encanto continental ha desembarcado. Es la especie introducida más reciente de las islas. Tantas personas ahora habitan la población más grande del archipiélago, que podemos imaginar una cultura ‘ayoreña’ en un futuro cercano. No es el caso, aún. Los 25.000 habitantes, son agricultores lojanos, propietarios de tiendas manabitas, taxistas ambateños, pangueros de Naranjal (etc.), quienes constituyen la ecléctica demografía de la isla: una mezcla inusual de ecuatorianos buscadores del sueño galapagueño. Para algunos, esta contingencia le da alma al turismo “prefabricado” de la vida aledaña al puerto.
El oro de Galápagos es, por supuesto, el turismo. La emblemática Bahía de la Academia (Academy Bay) no podría ser más representativa de esto, con cientos de embarcaciones desde pequeños aqua-taxis hasta los grandes cruceros para 100 pasajeros (el límite impuesto por las autoridades del Parque Nacional). Concentrándose a lo largo de la arteria principal del puerto, la Avenida Charles Darwin - seguramente más arreglada que cualquier calle playera del Ecuador continental - visitantes de todas partes del mundo pasan el rato, se trasladan en bicicleta, aprovechan las ‘horas locas’ de los bares, se enfiestan, contratan tours de buceo y excursiones a islas cercanas, o pasean románticos sobre las aceras adoquinadas con lava. El inimitable mercado de pescados Pelican Bay, las aguas turquesa del puerto contrastando con la lava negra de pequeños promontorios, el atractivo, altísimo, cactus Opuntia (las pocas palmeras, aunque más altas, son un pálido reflejo), un parque infantil al puro estilo de Gaudí, con hermosos mosaicos y murales y suelo de arena fina, y la Estación Científica Charles Darwin y Centro de Crianza del Parque Nacional Galápagos – en el lado más oriental del pueblo (donde el finado Solitario George pasó sus años dorados) – son algunas de las atracciones que imantan a quienes realizan su estadía en Puerto Ayora. En esta avenida, se cuentan más galerías –y tiendas de souvenirs y joyerías— que hoteles, lo que explica la importancia que ha tenido la industria de cruceros turísticos en el pueblo. Pero las cosas están cambiando rápidamente. Hoteles de pequeña
escala se están construyendo en estos mismos instantes, y fondas de comida rápida aparecen repentinamente en calles paralelas, a medida que el turismo en tierra gana en popularidad, con la promesa de ofrecer grandes aventuras con lo que bautizan ‘island hopping’.
Puerto Ayora se vuelve aún más atractivo que su ya atractivo puerto, con el paseo en ‘aqua-taxi’ hasta Angermeyer Point (el viaje de 1 minuto hoy por hoy cuesta 60 centavos). El pequeño muelle, justo a la izquierda del Angermeyer Waterfront Inn (un buen lugar para una copa romántica), te lleva por un camino estrecho – en medio de paredes de lava volcánica que separan las diferentes propiedades privadas, la mayoría de las cuales encierran casas atractivas y modernas – y nos conduce a una hermosa bahía conocida localmente como la Playa de los Alemanes.
En días despejados, este es el lugar ideal para tomarse el día libre, hacer snorkel, echarse en la arena dorada y disfrutar de las cristalinas aguas, lejos de los motores estacionados en el puerto, con un impresionante telón de fondo de los buques de crucero más grandes y la visita regular de gaviotas de lava, garzas de lava, garzas azules, iguanas marinas y patos de mejilla blanca...
Frente a la playa, está el atractivo, moderno y lujoso Finch Bay Eco Hotel. También se puede avanzar hasta Las Grietas, atravesando un paisaje rocoso típico de Galápagos hasta llegar a un cristalino ojo de agua en el tajo de un encañonado que filtra tanto agua dulce como salada. Es uno de los sitios favoritos de los locales para refrescarse con un chapuzón, una piscina natural donde los más valientes realizan clavados de hasta 10 metros desde las rocas circundantes.
Al otro costado de Las Grietas, nos encontramos con la inolvidable Punta Estrada, una bahía a la que se puede llegar en barco desde el muelle de Puerto Ayora. A lo largo de las rocas, fragatas, gaviotines y piqueros de patas azules anidan y reposan en pequeños números. A través de la superficie del agua se pueden detectar tortugas marinas, tiburones de arrecife, los puntos blancos que diseñan las aletas de la raya águila y los omnipresentes lobos marinos. A veces, se permite a los visitantes nadar con estos prodigios naturales. Un pequeño embarcadero en el Canal del Amor, otro nicho de agua entre acantilados, nos transporta al otro lado de la costa hasta un amontonamiento de rocas llamado Playa de los Perros (son tantas que se podría construir una casa de lava). La siguiente playa es la famosa Tortuga Bay, inaccesible desde este punto. Otra visita común en barco desde aquí es La Lobería, un islote a 2 km de Puerto Ayora donde se concentran lobos marinos (por desgracia, la Corriente del Niño de este año ha hecho escasa su presencia en el lugar).
Tortuga Bay es quizás el destino más especial del área de Puerto Ayora. Para llegar, uno se dirige fuera del pueblo (en dirección oeste), para iniciar una caminata de 45 minutos sobre lo que los locales burlonamente llaman “la Muralla China” de Galápagos. Escoltados por lagartijas de lava, cucuves de Galápagos y reinitas amarillas (o canarios, para los locales) que curiosamente revolotean alrededor, la fácil caminata nos lleva a Playa Brava, una extensa playa de arena
harinosa, cuya malvada resaca la hace poco recomendable para nadar. La playa, su nombre lo sugiere, es un sitio de anidación de tortugas marinas e iguanas. Uno puede verlas, especialmente las iguanas (tal vez incluso iguanas bebés) en la arena, con las fuertes olas rompiendo a sus espaldas. La vista es fantástica. Se sugiere, sin embargo, hacer snorkel y nadar en Playa Mansa, una pequeña bahía ubicada detrás de la playa principal, bordeada de tupidos mangles donde se pueden distinguir tiburones de arrecife juveniles y grandes cardúmenes de peces pequeños (¡una de las atracciones, sin duda, es ver cómo los tiburones se comen a los peces!).
Like most settlements in the world, Puerto Ayora grows fast and furious, and some would say too much so for its own good. Especially on its outskirts, this pretty ‘set’ of a town in the middle of the vast Pacific suddenly resembles continental Ecuador. Cinderblock houses, many still in construction, overgrown empty lots, small-town stores, improvised eateries, the ambition to grow is clear. These peripheral neighborhoods, however, don’t lack their share of spice. Island children run about free and joyful, midnight basketball games take place at Parque del Eden on weekends, fast-jiving Galapagueños converse over insidious reggeaton, cilantro-infused vapors and other introduced aromas swoosh across dirt streets. In a land that professes sustainability, it’s hard to know if the inevitable development of the greater Puerto Ayora area is by any means sustainable. But continental charm has disembarked, no doubt. It is the Galápagos’ most recent introduced species.
So many people now populate the archipelago’s largest town that we can envision a specific Puerto-Ayoran human culture developing here in the near future. This is not yet the case. At 25,000, farmers from Ecuador’s Loja province, retail store owners from Manabí, taxi drivers from Ambato, Zodiac-helmsmen from Naranjal (etc., etc.) make up the mash-up demographics of the island: it is, as of yet, a bizarre mélange of Ecuadorian gold-diggers. For some, it gives soul to the ‘pre-fab’ tourism-geared feel of life near the docks.
The gold of the Galápagos, of course, is tourism. Emblematic Academy Bay couldn’t be more representative, with dozens of boats bobbing amid the waves, ranging from tiny boats to the 100-passenger cruise-liners (the limit National Park authorities have set). Concentrating along the port’s main avenue, Avenida Charles Darwin – surely more landscaped than most seaside streets in continental Ecuador – visitors from all over the world shop, hang out, karaoke, bike, crazy-hour, book diving tours and day trips to nearby islands, or stroll romantically along the lava-brick sidewalks that edge the mangrovelined waterfront. The unique Pelican Bay fish market, the port’s turquoise waters against black lava, the attractive, freakishly-tall cacti on every corner (the few palm trees, though taller, pale at the sight of the magnificent Opuntia), a
small but wonderful Gaudí-inspired children’s park with mosaic installments and murals, and the meaning-behind-it-all – the Charles Darwin Research Center – on its easternmost limits (where the late Lonesome Georgeand National Park Tortoise Rearing Center - spent his golden years) – are some of the attractions that call upon travelers staying here. Geared towards the international crowd it caters to, one counts more galleries – and souvenir and jewelry shops – here, than actual hotels, which explains the prevailing importance of the cruise tour industry. But things are changing very quickly. Small hotels have multiplied, and local-flavor dives appear on streets parallel to Charles Darwin, sprouting as swiftly as land-based tourism gains in popularity, promising its adventurous ‘island hopping’ as the new best thing in town.
Puerto Ayora quickly becomes more appealing than its already appealing port district only an aqua-taxi ride across the bay to Angermeyer Point. The small dock, just to the right of Angermeyer Waterfront Inn (a nice place to grab a drink), takes you down a narrow walkway, amidst the volcanic lava walls that separate the different private properties, most of which enclose attractive homes, taking you to a gorgeous bay locally known as Playa de los Alemanes (the Germans’ Beach). On nice days, this is the ideal place to take the day off, snorkel, lay back against the gold-colored sand, enjoy the calm crystal-clear waters far from the diesel of the engines stationed at the port, with a stunning backdrop of larger cruise vessels and the regular visit of lava gulls (attractively dark grey to camouflage against the rocks), lava herons, Great-blue herons, marine iguanas and White-cheeked pintails… Facing the beach, find attractive, high-end Finch Bay Eco Hotel. You can also continue along to Las Grietas (“the Cracks”), walking past typically unique Galápagos vegetation to reach a canyon-like opening, which filters within it both salt and fresh water. It’s a favorite amongst locals for a quick dip or a 10-meter dive from the surrounding rocks.
Behind Las Grietas (and inaccessible from them), we find a spectacular bay at Punta Estrada, which can only be reached by boat from the main port, or by kayak. Along the rocks, small gaggles of frigatebirds, Brown noddies, and Blue-footed bobbies nest and repose, while underwater, one can see right through the surface to spot sea turtles, Black-tipped reefsharks, the fabulous polka-dotted Spotted eagle ray and ever-present sea lions. You can snorkel with them, or observe them from the boat. A small dock at Canal del Amor (Love Channel), takes you to the other side of the coast to a staggering sight, a beach piled up with rocks (you could build a lava house with them) known as Playa de los Perros. The next beach over is famous Tortuga Bay, also inaccessible from this point. Another common visit is a quick ride to La Lobería, an islet 2 km from Puerto Ayora, where bachelor sea lions hang around (unfortunately, this year’s Niño Current is already taking its toll and their presence at the site has been scanty).
To reach Tortuga Bay, a definite must, one heads past the port, as if leaving town, to begin a 45-minute walk on what guides mockingly call Galápagos’ ‘Small Wall of China’. Escorted by lava lizards, Galápagos mockingbirds, and Yellow warblers that coyly, curiously, flit by you, the easy hike on cobblestones (bring water and wear sunscreen!) brings you to Playa Brava, an extensive powdery-white beach whose wicked turf and tow make it off limits for most mortals. The beach, and thus its name, is a nesting site for marine iguanas and sea turtles. You may see them, especially the iguanas (perhaps even the baby iguanas) against the rough, but beautiful waves of this fantastic site. Surfboards are available to rent here and classes can be arranged. Swimming and snorkeling is recommendable in Playa Mansa, a small mangrove-laden bay about a kilometer further along the beach, where you’ll see baby reef sharks and schools of smaller fish (the attraction is catching the sharks feeding on the fish)!