Isabela: caballito de mar con corazón de fuego / Isabela the sea horse with the heart of fire
Isabela (o Albemarle, su nombre bucanero) tiene la fama de ser ‘incruzable’. En los años 60, un comando de la marina ecuatoriana, renombrado por su temple, destreza física y sus hazañas de resistencia en los escarpados trayectos andinos del continente, fue humillado por la mucho menos vertiginosa, y mucho menos elevada, Isabela, ¡se desorientaron al tal punto que no sabían dónde quedaba el norte! Tuvieron que ser rescatados por fuerzas especiales, y un soldado pereció, en lo que, teóricamente, era solo un entrenamiento.
La mayor parte de esta isla – la más grande del archipiélago – no se puede visitar. Muchos de estos sitios inaccesibles son asombrosos, sin duda, como las pilas de barro al pie del humeante Alcedo, donde descansan cientos de tortugas gigantes, o el paradero único de la Iguana Rosada en el volcán Wolf. Si bien no hay quien no quisiera conocer estos fantasmagóricos parajes, es una dicha que puedan quedar tan solo en nuestro imaginario, libres de nuestra huella, en las postrimerías del mundo, haciendo que, de alguna forma, las Galápagos puedan continuar forjándose sin la presencia del ser humano; lo que, a final de cuentas, las ha hecho tan fascinantes.
Dicho esto, existen contados puntos que el Parque Nacional ha abierto al público en las partes no habitadas de esta gran isla, lugares costeros solo accesibles en crucero, que sugieren el espectáculo que cunde al interior y que, no por ello, deja de anonadar a visitantes de todo el mundo. Incluimos aquí una breve descripción.
Punta Moreno
Erupciones fueron acumulándose trayendo tanta lava, que esta playa luce, hoy, como un botadero de piedras chamuscadas en medio del mar. Caminar sobre ellas es incómodo (se necesitan buenos zapatos), pero la experiencia es sobrecogedora. El predominio de la lava es repentinamente cortado por parches de vegetación, inesperados oasis bordeados de lagunas color aceituna que causan tal contraste con el desértico entorno, que solo la presencia de un flamenco podría ser más lla- mativa e inesperada. Los hay, (dependiendo, sin duda, de la época), en toda su rosada expresión. Los cactus, otro personaje principal (incluyendo los gigantescos ‘candelabros’) crecen por entre las grietas del piso volcánico. Alrededor, cuatro volcanes surgen del esperpéntico negror, tres de Isabela (Cerro Azul, Sierra Negra hacia el sur, y al norte Alcedo) y Cerro La Cumbre de Fernandina: los cuatro son los más activos del archipiélago.
Bahía Elizabeth
Uno de los grandes atractivos aquí es el pingüino, al que todos asociamos con el hielo y los glaciares de la Antártida –o por lo menos con orillas de mar rocosas–disfrutando de un chapuzón rodeado de manglares tropicales. No siempre se los ve en este contexto, pero cuando la oportunidad existe, el cuadro llama la atención. Es único. Si no aquí, es también común verlos en los pequeños promontorios que uno pasa en dirección a la bahía. Por lo general, la operación se realiza como paseo en panga, donde los manglares, y entre ellos, el mangle rojo más grande de las islas, crean una frondosa maraña verde que cubre toda la ensenada, nicho de garzas, pelícanos, piqueros y cormoranes no voladores. Algunos operadores ofrecen un momento para nadar y hacer snorkel en sus aguas cristalinas, donde se observa los peces y el fondo marino desde el bote. Ya en el agua, es una excelente oportunidad para presenciar de cerca la diversidad marina de este hábitat manglero singular, que a su vez está ligado al Canal Bolívar, atrayendo grandes cantidades de peces y tortugas marinas.
Bahía Urbina
Sin la explicación de un guía, caminar por las playas negras de Bahía Urbina es como penetrar en un verdadero País de las Maravillas, donde las cosas están fuera de su orden habitual. Ecosistemas marinos con masas de corales surgen repentinamente entre los mangles, muyuyos y manzanillos; uno se transporta inmediatamente al fondo submarino esperando encontrar peces y delfines cuando en realidad hay tortugas e iguanas terrestres, pinzones y cucuves. No es un espejismo causado por el calor de la lava; en 1954, en esta base del volcán Alcedo, lo que en realidad era un ecosistema marino, surgió de debajo del mar hasta la superficie; el levantamiento inusual (o “uplift”) fue causado por movimientos de placas tectónicas. Cabezas enteras de corales con todos sus habitantes marinos quedaron expuestas a la superficie, incluso cientos de metros tierra adentro. Poco a poco fueron habitándola las especies terrestres. Hoy esos remanentes de coral, entre lava y arbustos, ofrecen un paisaje único en el planeta.
Insigne protagonista de este punto de visita es la iguana terrestre. Aquí llegan a ser sorprendentemente grandes. Un pequeño sendero nos lleva hacia sus madrigueras, y, según la época del año, pueden hallarse echadas tomando sol en pleno camino. También se podrán observar tortugas gigantes, las cuales descienden desde el Volcán Alcedo, según la temporada. Pinzones de Darwin y la planta destacada, el endémico Algodón de Darwin, también llaman la atención.
Caleta Tagus
Tagus fue caleta famosa entre balleneros por más de cien años. Es en este lugar abrigado del temporal, donde balleneros fondeaban luego del día de faena, persiguiendo a las dóciles gigantes del Canal Bolívar. Luego de cazar suficientes ballenas se despedían del lugar, como era y aún es costumbre, dejando el autógrafo de la embarcación en las majestuosas paredes. Cien años más tarde estas mismas paredes fueron tristes testigos de eventos similares, cuando el consumo de la aleta de tiburón y pepino de mar se puso en boga.
Si bien Tagus cuenta con este aire sombrío, es uno de los sitios más especiales de Galápagos. Subir el sendero para observar la bahía y el ojo de agua de la Laguna de Darwin, el atractivo paisaje de los volcanes que forman la caleta, lava rodeándola, y un cráter verde y salino con árboles de palo santo pincelando sus alrededores, es uno de los lugares más fotografiados de las islas. Sus aguas oscuras, por otro lado, son
una belleza submarina para realizar snorkel de aguas profundas y buceo. Se nada no sólo con tortugas, pero con cormoranes no voladores, entre rocas de lava que se han desplomado de las paredes, seguramente durante las erupciones volcánicas, rodeados de peces únicos como la ‘vieja arlequín’, o con suerte, orcas también.
Punta Vicente Roca
A más o menos una milla del Cabo Berkeley, donde la línea equinoccial cruza Galápagos, se encuentra la Oreja del Burro. Así se le conoce coloquialmente a Punta Vicente Roca, en la boca misma del ‘caballito de mar’ que tiene por forma la isla Isabela. Compuesta de dos caletas, es un lugar ideal para observar formaciones geológicas típicamente volcánicas, acantilados jaspeados de distintos tonos de lava y una cueva profunda en el medio, incrustada de venas negras, por donde el magma subió a la superficie durante la formación de la isla. El agua que rodea el paisaje se pinta de tonos azules, que van desde un zafiro profundo a turquesa intenso, y cuando la visibilidad permite, abraza uno de los mejores sitios de snorkel, “free diving” (buceo a pulmón) y scuba de Galápagos. Con fondos rocosos, arenosos, paredes de roca, y lo que parecen abismos, todo ello en un espacio muy reducido, se pueden observar especies como cormorán no volador, el tímido lobo ‘de dos pelos’ o peletero, iguanas y tortugas marinas y es uno de los mejores lugares para encontrarse con uno de los peces más inusuales del mundo: el gigantesco Mola mola.
Isabela (or Albemarle, its buccaneer name) has the reputation of being uncrossable. In the 1960s, an Ecuadorian Marines commando unit, renowned for their courage and physical stead, and numerous feats of endurance in the rugged Andes, was humiliated by the much less rolling, and much less elevated, Isabela landscape, to the point no one could tell which way was north! They had to be rescued by Special Forces and a soldier died in what was supposed to be training.
Most of this island - the largest in the archipelago – is off limits to visitors. Many of these inaccessible sites are amazing, no doubt, such as the steaming slopes of Alcedo, where hundreds of giant tortoises gather, or Wolf Volcano, where the only Pink Iguana resides. While many would want to be able to reach these spectacular sites, they must be left to our imagination. It’s a good thing, as it leaves these areas free of our footprint, helping the Galápagos to continue existing without us, something that, ultimately, has made the islands so fascinating in our world today.
That said, there are a few points on uninhabited Isabela that the National Park has opened access to, coastal locations only accessible by cruise that give us an inkling of what lies further inland, sites that are, nonetheless, as spectacular and unique. The following is a brief description of them:
Punta Moreno
Cumulative eruptions of the surrounding volcanoes deposited so much lava here that the entire coast looks today like a dump of charred stones amid the sea. Walking on them, which is like walking on coal, can be uncomfortable (good shoes are necessary), but the experience is like none one could imagine. The predominance of the lava is suddenly interspersed with patches of vegetation and these unexpected oases are suddenly home to olive green lagoons effecting such a contrast with the deserted environment, that only the presence of a flamingo could be more unexpected. Of course, there are flamingos (depending on the time of year), flaunting their spectacular colors against the green-and-black setting. Cacti are another central character, including gigantic ‘candelabra’, growing through the cracks of the volcanic floor. All around, one may be able to distinguish the four volcanoes that rise from the darkness, three of Isabela (Cerro Azul, Sierra Negra to the south and Alcedo to the north) and Cerro La Cumbre of Fernandina: the four are the most active in the Galápagos.
Elizabeth Bay
One of the main attractions here is seeing a penguin, a bird we all associate with the ice and glaciers of Antarctica, enjoying a dip amidst tropical mangroves. You do not always see them in this context during the visit, but when the opportunity exists, the sight is certainly remarkable. It is unique in the world. If not here, they
are also common in the small rock formations one passes when heading towards the bay. Usually, the tour is organized as a ‘panga’ dinghy ride, where mangroves, and among them, the largest red mangrove on the islands, create lush green tangles that smother the entire cove, offering a niche for different heron species, pelicans, boobies and flightless cormorants. Some operators offer a swimming and snorkel break in amazingly crystal-clear waters, an excellent opportunity to witness up close the marine biodiversity of this unique mangrove habitat, which in turn is linked to the Bolívar Channel, attracting large numbers of fish and sea turtles as well.
Urbina Bay
Without the explanation of a guide, walking along the black beaches of Bahia Urbina is like entering a wonderland where things are out of their usual order. Marine ecosystems with actual coral beds appear suddenly in the mangroves, against manzanillo and muyuyo trees; one is immediately transported to the sea floor hoping to find fish when there are actually tortoises and land iguanas, finches and mockingbirds.
It is not a mirage caused by the heat of the lava, however... In 1954, at the base of Volcán Alcedo, an entire marine bed emerged from under the sea. Entire coral heads with all their inhabitants were exposed to the surface, even hundreds of meters inland, and gradually terrestrial species came to populate them. Today those remnants of the lava and coral bushes offer one of the world’s most unique landscapes.
Urbina Bay has a small coral beach interspersed with lava rocks and exoskeletons of both red and blue lobsters. Another famous star of this visit is the land iguana. Here they get to be surprisingly large. A small trail leads to their burrows, and, depending on time of year, they can be seen in the middle of the path, taking in the sun. Giant tortoises may also appear; they have migrated from Alcedo Volcano to feed. Darwin Finches and the endemic Darwin’s cotton tree are also interesting finds along the trail.
Tagus Cove
Tagus Cove was a favorite anchorage for whalers for over a hundred years. They would find shelter from the storm, and would anchor after a day of chasing the docile giants throughout the Bolívar Channel. Post-hunt, they wouldn’t leave the site without daubing the name of their boat along the majestic cliff walls of the cove. Tagus may be grim, but the setting is spectacular. Usually the tour includes a hike that offers beautiful views of Darwin Lake, located behind the Cove and the volcanoes that form it. The dark waters of Tagus are also a wonderful snorkeling and deep sea diving site; a great place to swim with turtles and flightless cormorants amidst lava rocks that have tumbled from the walls, probably during volcanic eruptions, as well the colorful Harlequin Wrasse, and maybe even an Orca Whale.
Punta Vicente Roca
Roughly one mile from Cape Berkley, where the equator crosses the Galápagos, lies ‘the Donkey’s Ear’. This is what Punta Vicente Roca is called locally, at the very mouth of the Isabela ‘seahorse’. Composed of two coves along the land’s ‘tip’, Vicente Roca is a great place to sense the typically volcanic geological formations of the islands, with cliffs mottled in shades of lava rock and a deep cave in the middle, where magma rose to the surface during the island’s formation. The water seems somehow painted in different shades of blue, ranging from deep sapphire to bright turquoise, and when visibility permits, embraces one of the best snorkeling, free diving and scuba diving sites in the Galápagos. With rocky, sandy bottoms, rock walls and what appears to be limitless underwater depths, all in a very reduced space, one can swim with flightless cormorants, shy Galápagos fur sea lion, no shortage of iguanas and sea turtles; it is also one of the best places to spot one of the strangest fishes in the world: the giant sun fish, or Mola mola.