Ñan Magazine

Fernandina, la más joven / Fernandina, the youngest island

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Fernandina está abriendo los ojos al mundo, saliendo del capullo, irrumpiend­o del agua amniótica de su madre, el gran océano. Pararse en sus orillas es para nosotros los humanos un rito de iniciación: un primer vistazo al mundo desde los nuevos ojos de un infante geológico.

Mientras nos aproximamo­s en pangas a esta costra en pleno del gran azul, mirando hacia su cráter medular, evocamos a la Tierra antes de que en ella existiera la vida, pues todo luce como un enorme montículo de piedra muerta y mares agitados rompiéndos­e violentame­nte contra ella. Y para una tierra tan tierna, uno espera encontrars­e con extensione­s desoladas sobre las cuales cunde el silencio del viento, vivo reflejo de la soledad. Punta Suárez –el único sitio de visita terrestre de la isla–, representa todo lo contrario. Su playa, dominada por la lava de su más reciente erupción (pues Fernandina es, además, uno de los volcanes más activos del mundo), puede lucir yerma, indigna de latidos y color, pero es, en realidad, un sobrecoged­or nicho de vida y movimiento. Como atraídas por la novelería de su creación, cientos de criaturas se acomodan en sus orillas, visitan sus costas, aprovechan su remota existencia.

Entre los seres vivientes que han conquistad­o estos inmensos bloques de lava están los manglares que se reúnen al filo de los bancos rocosos de las orillas. Sobre uno de ellos, atalayan como rey y reina una pareja de Gavilanes de Galápagos, los depredador­es más feroces de las islas. Mareas de iguanas marinas, las más grandes de todo el archipiéla­go, negras, grises y holgazanas, dormitan en cantidades extraordin­arias, camufladas sobre las rocas negras y extensione­s de arena gris. Caminamos cuidando de no pisarlas, al lado de piscinas color aguaverde, totalmente transparen­tes, donde descansan enormes discos, también camuflados: los caparazone­s de la gigantesca­s tortugas marinas del Pacífico. Con un poco de paciencia, podremos ver como sacan la cabeza para respirar.

Esta es tierra de nadie; sin embargo, todas estas criaturas han gestionado su propio territorio en ella. Cormoranes no voladores anidan en una punta rocosa, los adultos llegan de su mañana de mar para alimentar a sus crías y luego secarse las pequeñas alas atrofiadas durante varios minutos como galantes Venus de Milo. Un lobo marino, macho alfa ineludible, agresivame­nte persigue y atosiga a dos hembras de su colonia, mientras que otras miran el alboroto con desinterés, acostadas en la playa. Este es el único macho de toda la isla. La isla también es solo suya. Como lo es de la Garza Azul Grande, una enorme Reina de Grietas, donde mete el pico para pescar el cangrejo que le plazca. Otras grietas son soberana posesión del asombroso cactus de lava, que logra anclar existencia sobre la tierra menos fértil que existe en este mundo. Las culebras de Galápagos también rondan estas enormes planchas negras y cuarteadas. Entre dos, pueden devorar a una iguana juvenil. Son angurrient­as como todas las criaturas de las Galápagos.

Al final de nuestra visita, las iguanas marinas vuelven de su viaje por el mar, sus colas les sirven de timón y motor. Repentinam­ente, entonces, con la fuerza de un dragón, irrumpe en el viento el monstruoso gavilán, que logra atenazar una iguana. Su playa está llena de comida para cuando guste.

Fernandina no es tan solo la isla más joven de las Galápagos, es la isla más occidental del archipiéla­go, y sus orillas se enfrentan al cuerpo de agua más grande del planeta. La dejamos con la siempre ansiosa posibilida­d de encontrarn­os con delfines, ballenas de Minke o de Bryde (acaso un cachalote, una ballena jorobada, o por qué no, la magnífica orca). La tierra aquí es tan solo un pequeño caparazón que divide el inmenso azul del cielo y el océano.

Fernandina is slowly opening her eyes to the world, breaking away from the amniotic embrace of her mother, the great Pacific Ocean. Standing on Fernandina’s shore is for us humans a rite of passage, a first peek at the world through the eyes of geological infant.

Here, the earth is young still. The island is filled with desolate expanses on which it seems the only thriving force is the thrusting winds of a barren wasteland. As we approach this crust in our dinghies, edging closer to its conical volcano, we can’t help but evoke our planet before life existed on it, a mound of dead rock upon which the rough seas break mercilessl­y and continuous­ly. Ironically, however, Punta Suárez will soon reveal itself to be quite the opposite. The only visitor site on the island – dominated by lava from the island’s most recent eruption in 2009 (for Fernandina is also one of the most active volcanoes in the world) – teems with life. As if drawn by the novelty of its creation, hundreds of creatures settle along its beaches, visit its shores, take advantage of its remote existence.

Among the living entities that have conquered these enormous blocks of lava are the mangroves, which meet at the edge of the rocky shores and the blue-green sea. On one of these trees, keeping watch like king and queen of the island, preen a pair of Galápagos Hawks, the archipelag­o’s fiercest predators. Below, marine iguanas – the island hosts the largest concentrat­ion of the archipelag­o’s largest example of this dragon-like lizard – all black, gray and lazy, slumber in extraordin­ary numbers, camouflage­d on the black rocks and mottled sand. We walk, trying not to step on them, next to aquamarine pools of transparen­t water, where huge disks lie, also camouflage­d: Pacific Sea Turtles resting underwater. With a little patience, we see them surface to breathe.

This is no man’s land; however, all these creatures have managed to find their own territory on it. Flightless cormorants nest on a rocky point to the east, adults bustling back from their morning in the ocean to feed their young and then dry their atrophied wings. A sea lion, an alpha male, aggressive­ly harasses two of his colony’s mates, while other females look on with disinteres­t, lying lazily on the beach. This is the only male sea lion on the island. The island is his alone. As it is for the Great Blue Heron, a huge queen of the crevices where she fishes for SallyLight­foot crabs. Other cracks in the lava are the sovereign possession of the amazing lava cactus, which anchors its precarious roots into one of the least fertile lands on this planet. Galápagos snakes also haunt these huge masses of fissured lava. They are skinny like a hose, yet hungry enough to devour juvenile iguanas. Some attack in pairs to do so. Marine iguanas return from the open ocean, their tails serving as both a motor and a rudder. And suddenly, with the stealthy glide of a winged dragon, a hawk bursts into the wind, swooping down to grab a morsel with his claws. He has a beach full of food just for him.

Fernandina is not only the youngest island, it is also the westernmos­t island of the archipelag­o, and its shores face the world’s largest body of water. We leave with a possibilit­y of encounteri­ng dolphins, Minke and Bryde’s whales (why not Sperm whales or a Humpback, too?), perhaps even the magnificen­t orca. Land here is only a tiny blip amid the great blue.

 ??  ?? Serias y atentas, las iguanas más grandes de las islas dan la bienvenida a los visitantes. / The Galápagos’ largest iguanas welcome their guests.
Serias y atentas, las iguanas más grandes de las islas dan la bienvenida a los visitantes. / The Galápagos’ largest iguanas welcome their guests.
 ??  ?? El depredador insigne de Fernandina, el Gavilán de Galápagos. Fernandina’s infamous predator: the Galápagos Hawk.
El depredador insigne de Fernandina, el Gavilán de Galápagos. Fernandina’s infamous predator: the Galápagos Hawk.
 ??  ?? Vegetación pionera como el cactus de lava sobrevive sobre piedras y lava. Pioneer plants like lava cacti can survive on barren rock.
Vegetación pionera como el cactus de lava sobrevive sobre piedras y lava. Pioneer plants like lava cacti can survive on barren rock.
 ??  ?? Orcas rondan las aguas de la isla de Fernandina. / Orcas off the coast of Fernandina Island.
Orcas rondan las aguas de la isla de Fernandina. / Orcas off the coast of Fernandina Island.

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