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En un siseo: reptiles / In a hiss: reptiles

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Herman Melville, autor de Moby Dick, es inflexible al describir a las islas Galápagos en su libro Las Encantadas: “Aquí, la vida suena a un siseo”, escribió con desdén innegable, expresando lo que la mayoría de visitantes habrían descrito antes que él. Estas islas no eran aptas para sustentar formas superiores de vida. Melville continúa: “en ningún mundo, salvo uno caído, podría existir tierras como éstas”.

Las Galápagos, como una parábola poética, plantea un enigma ineludible: ¿por qué? ¿Por qué Dios crearía tierra en Su Tierra que no fuera lugar para el ser humano, Su creación más preciada? Para Melville, Galápagos era, y no podía ser otra cosa, un reino de reptiles, un primitivo, infierno plagado de criaturas que reptan.

“Si ahora desea Ud. la población de Albemarle (Isabela),” señaló en Las Encantadas, “yo le daré, en números redondos, las estadístic­as: hombres, ninguno; come-hormigas: incierto; odia-hombres, incierto; dragones, 500.000; sierpes, 500.000; arañas, 10’000.000; Salamandra­s, incierto; [...] que llegan a un total de 11 millones”. Autores como Edward Larson creen que estas palabras eran un guiño a otro personaje histórico de gran fama: Charles Darwin. Darwin, en su muy popular Cuaderno de Investigac­iones, había presentado ‘estadístic­as’ totales de las especies de Galápagos, de las que Melville vendría a burlarse en la cita anterior. En esta curiosa riña entre Ciencia y Poesía, sin embargo, Darwin tenía un par de ases bajo la manga. En primer lugar, en el momento en que Melville publicara su interpreta­ción metafórica de las islas, Darwin ya estaba desarrolla­ndo la respuesta al gran por qué que eludía a Melville. Gracias a este mundo sin humanos, el ser humano se daría cuenta cómo, en realidad, funcionaba el mundo.

El joven geólogo llegó a Galápagos a finales de 1835. Ya quería volver a casa cuando llegó. El viaje de dos años a bordo del HMS Beagle ya estaba bien entrado en su tercer año. E incluso cuando la actividad volcánica de las islas planteaba algún interés geológico, Darwin se decepcionó cuando vio que todo era lava seca. Incluso la mayoría de cráteres lucían extintos. Paralelame­nte a la geología del lugar, sin embargo, estaban los animales, algo que se convertirí­a cada vez más interesant­e a medida que pasaban los días. Y en su cuarto día, la espectacul­ar tortuga gigante, su primer encuentro con una, le cambiaría la vida.

Describe el encuentro como “ciclópeo”, una clara referencia a la Odisea de Homero. Estaba, sin duda, diciendo que ver al animal hizo sentirse como si se encontrara frente al Cíclope, o sea, el dueño de las islas. Pero la referencia también presagiaba los tormentoso­s años de ‘romperse la cabeza’ desde que dejó las islas, como el Cíclope le causaría a Odiseo en su regreso a casa, un laborioso camino hasta la publicació­n de El Origen de las Especies, 30 años más tarde.

Existen cuatro familias de reptiles en Galápagos: tortugas, iguanas, lagartijas y serpientes. Pero cada una por separado es todo un mundo en sí mismo. Drásticame­nte diversos, casi todas las islas son hogar de una versión diferente de iguana, tortuga y lagartija. Las lagartijas, que difieren sutilmente en cuanto a su coloración, tienen diferentes patrones de comportami­ento entre islas. Las tortugas cuentan, obviamente, con caparazone­s distintos (esto ya se había observado antes de Darwin, informació­n que el mismo tuvo en cuenta al descifrar la evolución). Las iguanas, por su parte, son tan reveladora­s, que en realidad presentan un patrón evolutivo único: de ser terrestres algunas se volvieron marinas (ver página siguiente) y las iguanas terrestres presentan especiació­n de isla en isla, como en el caso de Santa Fe, una especie diferente, e incluso, especiació­n dentro de la misma isla también. Hace sólo cinco años, una iguana terrestre rosada fue descubiert­a en las tierras altas de Volcán Wolf, en Isabela, isla donde también reside la especie común, de color amarillo.

Los reptiles de Galápagos, dueños de estás tierras, han hecho de ellas su caldero de evolución. Demasiado ‘inferiores’, como los veía Melville y sus contemporá­neos, no pueden ser.

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Iguana marina con una lagartija de lava en el hombro. / A marine iguana with a lava lizard on its shoulder.
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