Ñan Magazine

The ISABELA highlands

Las tierras altas de

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Tan pronto como uno se encamina hacia el cráter de Sierra Negra desde Puerto Villamil, se da cuenta de las inmensas tajadas de lava café oscuras, evidencia de la naturaleza volcánica de la isla. Mucho más agresivos y frescos que en otras islas habitadas, los restos de lava de Isabela ofrecen un paisaje único. El mejor lugar para avistar lo dicho es el Mirador del Mango, donde los árboles de Scalesia que han colonizado estas tierras infértiles, mediante la tierra que ellas mismas producen de sus propias hojas secas, se ensanchan en frente de uno como bosques interminab­les.

As soon as you head inland, leaving Puerto Villamil towards the mother crater of Sierra Negra, you quickly notice enormous patches of treeless dark-brown lava, evidence of the island’s volcanic nature. Much more aggressive and fresh than on the other inhabited islands, Isabela’s lava remnants imbue the entire landscape with a unique vibe.

Se destacan también los frondosos árboles de mango y algunas ceibas introducid­as. Una vez más, curiosos cucuves y reinitas (canarios) de repente vuelan hasta la torre de observació­n para verificar quien está tomando las fotos. Más adelante, se encuentra Campo Duro, una finca ecológica cuyos propietari­os albergan tortugas gigantes en semi-cautiverio, ofrecen zonas de acampada, un recorrido por su granja orgánica sorprenden­temente productiva en la que todo crece, desde patatas hasta banano, y un delicioso almuerzo cocinado en hornos de piedra de lava donde se quema el olorosa guayabo, una de las especies arbóreas introducid­as más agresivas de la isla; las autoridade­s incitan a la gente de Isabela a cocinar con esta madera, algo que uno nota al degustar las delicias a la parrilla que se preparan a través de la isla. Unos diez minutos más arriba, se sitúan las Cuevas de Sucre, una experienci­a casi surrealist­a dentro de una cueva cuyas paredes parecen chapadas en pan de oro (en su mayoría) y en ciertas áreas, plata también (el efecto se debe al agua que se filtra desde la superficie de la cueva, como rocío cristaliza­ndo los líquenes que se adhieren a la lava).

El punto culminante de las tierras altas no es otro que Sierra Negra, volcán que estallara en 2005 por última vez, erupcionan­do durante un total de 8 días seguidos. La aventura de puede extenderse hasta el aledaño Volcán Chico. El combo es un testimonio vivo de la actividad volcánica extrema que se palpita en Galápagos, elemento vital del archipiéla­go. Después de una caminata de una hora sobre un camino algo fangoso, bordeado de guayabos (y durante la temporada de garúa, niebla espesa también), se llega al punto más alto donde las nubes de repente se enroscan dramáticam­ente detrás del labio del volcán, ofreciendo la monstruosi­dad del segundo cráter más grande del mundo: un agujero enorme que habla por sí mismo. Más adelante, uno se puede aventurar a Volcán Chico, cuyas laderas están cubierta en diferentes texturas de lava; es como caminar sobre la superficie de una pintura abstracta. Fumarolas silban, la tierra respira, descansand­o hasta que decida, nuevamente, resoplar con toda su furia.

The best place to catch sight of this is at Mirador del Mango, where Scalesia trees that have colonized these otherwise unfertile lands by producing topsoil from their own dry leaves, stretch off before you. Dotting the landscape, find darker-green mango trees and a few introduced ceibas. Again, unabashed warblers and mockingbir­ds suddenly fly up to the observatio­n tower to check who’s taking the pictures.

Up ahead, lies Campo Duro, an eco-farm whose owners host giant tortoises in semi-captivity, offer camping grounds, a tour of an amazingly productive organic farm where everything from potatoes to banana grows, and a delicious wholesome lunch cooked on lava stone ovens over blazing odorous guava wood, one of the most menacing introduced plant species on the island; an official decree inciting people to cook with guava wood gives all grilled treats on Isabela a special flavor. Some ten minutes up the road, past the village of Santo Tomás, lies the unique Cuevas de Sucre, an almost surrealist­ic experience, which takes one into a cave whose walls seem laced in gold-leaf (primarily) and in certain areas, silver as well (the effect is actually created by lichen that clings to the lava).

The highlight of the highlands, of course, is Sierra Negra, which erupted in 2005 for a total of eight full days. The full-morning adventure can be extended, in order to visit Volcán Chico. The combo is a living testimony to the Galápagos hotspot, the archipelag­o’s lifeblood. After an hour’s trek up a muddy, somewhat uncomforta­ble trail overwhelmi­ng in guava bush (and during the cool garúa season, thick fog as well), you reach a point higher than the clouds, where the mist suddenly curls back on itself dramatical­ly, offering the gaping mouth of the second largest crater in the world: a massive, almost interminab­le hole that speaks for itself. Further along, Volcán Chico’s slopes are variegated with different lava flows – it feels like you’re walking on the surface of an abstract painting! Fumaroles hiss, the land breathes, lingering on until it decides to puff again.

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From Sierra Negra’s summit you can admire the spectacula­r 11-kilometer caldera. / Desde la cima del volcán Sierra Negra se pueden apreciar los 11 kilómetros de cráter.
 ??  ?? Caminata en Campo Duro; las famosas ‘naranjas de las tierras altas; gran variedad de plátanos; Cueva Sucre. / Strolling on Campo Duro’s premises, the famous Galápagos oranges; a great banana diversity; Sucre’s Cave.
Caminata en Campo Duro; las famosas ‘naranjas de las tierras altas; gran variedad de plátanos; Cueva Sucre. / Strolling on Campo Duro’s premises, the famous Galápagos oranges; a great banana diversity; Sucre’s Cave.
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