AUGE INFORMAL
NO SON UN restaurante, no son un bar y tampoco una cafetería. Y aunque aquí se presentan actores y artistas, su infraestructura no es la de un teatro convencional. Con paredes ilustradas, música de fondo, se puede conversar, tomar vino, leer libros, observar pinturas, apreciar fotografía y en algunos casos hasta practicar yoga. Si un lugar así le resulta familiar, es probable que
usted haya visitado una sala alternativa. Se calcula que hace tres años en Guayaquil comenzó el fenómeno de estos espacios independientes que fomentan el arte desde todas sus expresiones, fusionado con un ambiente bohemio. Es que, al igual que las ciudades, la oferta cultural va cambiando y la audiencia acoge las nuevas propuestas. Hoy, por ejemplo, es la cuarta vez que Jaime Landívar (56 años) y su esposa Marisa de Landívar (57 años) asisten al Pop Up Café, un sitio que combina el teatro con el ambiente rústico de una cafetería. “Me parece acogedor y no es necesario cambiarse de ropa para venir acá. Hay precios aceptables y algo muy valioso para mí es poder entrar con una copa de vino o una cerveza a la función. Eso no es muy común”. Cuentan que vinieron por recomendación de su hija. Se estima que hay una docena de salas alternativas en Guayaquil (Microteatro, El Altillo, La Fábrica, Tinta Café, Muégano, entre otras), según un sondeo realizado por Revista SEMANA. Sin embargo, Esteban Delgado, director cultural de Guayaquil del Ministerio de Cultura y Patrimonio, explica que aún no existe una cifra de cuántos centros culturales hay en la ciudad, pero señala que en un plazo de 90 días se levantará este registro exigido por la nueva Ley de Cultura que rige desde este año.
Por ahora, una de las dificultades que enfrentan estos espacios es la falta de una ordenanza municipal que los reconozca. Hasta que esto suceda, seguirán operando entre el éxito y la informalidad.