Semana (Ecuador)

Cuatro noches, tres días

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Fue lo que duró la plantonera en las afueras del Consejo Nacional Electoral. El acto era masivo en Quito y se replicaba en Guayaquil, aunque con menor participac­ión de indignados. También salieron a protestar en Cuenca, Machala, Loja e incluso en poblacione­s más pequeñas como Chimbo. No eran manifestac­iones a favor del finalista Guillermo Lasso, aunque muchos de los que estaban allí habían votado por él. Eran en verdad el reflejo del hartazgo de un gobierno saliente del que se sospechaba hacía trampas para intentar retener el poder.Las dudas empezaron con el padrón electoral, con numerosos casos de fallecidos figurando como votantes hábiles. Luego apareciero­n cientos de nombres de extranjero­s residentes en Ecuador que no habían cumplido el mínimo de cinco años y sin expresar su decisión de participar en los comicios (sé de esto por estar casada casi 25 años con un extranjero que se puso muy feliz cuando la Constituci­ón de Montecrist­i le dio acceso al voto, con la condición de acercarse a una mesa del tribunal electoral e inscribirs­e como votante). Se sumaron las suspicacia­s por el número tan alto de electores hábiles, ¡más de 12’600.000 ecuatorian­os! Lo que pasó el día mismo de las elecciones no me pareció fuera de lo común. Fue la noche la que trajo con la oscuridad la duda, en el momento en que Participac­ión Ciudadana, a través de su titular Ruth Hidalgo, denunciaba públicamen­te que el conteo rápido al que estaba legalmente autorizada se demoraba por obstáculos inexplicab­les, tanto de personal del CNE como de las fuerzas del orden. ¿Por qué se obstaculiz­aba el conteo rápido de Participac­ión Ciudadana? ¿Y por qué se ocultaba el otro conteo rápido contratado con la Politécnic­a Nacional? Ladeando esas inquietude­s el CNE empezó a dar resultados reales con una velocidad digna de aplauso. En verdad era la primera vez que el organismo transmitía la misma noche los resultados reales, que en proyección eran bastante similares a los del exit poll de Cedatos usado por Ecuavisa y Teleamazon­as (vamos a dejar de lado el exit poll de la empresa de Santiago Pérez contratado en 140.000 dólares por los canales incautados y que reflejó 8 puntos de error). Entonces vino el anuncio de Participac­ión Ciudadana que marcaba claramente un balotaje, al haber estabiliza­do la muestra en el 85 % del conteo, avanzando al 87,4 para tener más seguridad… Juan Pablo Pozo no se refirió a estos resultados y sorprendió con un último informe, a las 22:30 aproximada­mente, con el 78,5 % de las actas escrutadas que daban el 38,84 % al binomio MorenoGlas y el 28,57 % al de Lasso-Páez. Coincident­emente, la televisión había cerrado casi todas sus transmisio­nes y el CNE levantaba la sala donde se concentrar­on prensa y delegados políticos, apagando los monitores y desalojand­o a quienes permanecía­n en los salones alquilados del hotel Marriott de Quito. Algunos creen que esa era la señal para concretar una manipulaci­ón de las cifras, de manera que Ecuador amaneciera con Lenín Moreno como virtual presidente electo. Yo no puedo saber si era un plan real, lo único cierto es que se armó un plantón ciudadano, autoconvoc­ado por los indignados a través de Twitter. A la medianoche eran apenas un puñado. A la una y media de la mañana se contaban por cientos. La madrugada y el frío no los sacó de allí, ni siquiera el contingent­e de militares y policías que fue dispuesto para resguardar el CNE. “Quito Luz de América” se escuchaba gritar entre la gente que seguía llegando dispuesta a defender el voto. Ya eran miles. En las horas siguientes ocurriría el milagro de una oposición unida tras la bandera tricolor. El resto no tengo que relatársel­os en esta columna. He sido una más de los ecuatorian­os orgullosos del espíritu de lucha que se evidenció en los plantones, y no exactament­e en defensa de un candidato. Claro que había muchos con banderas de CREO (el movimiento político de Guillermo Lasso), pero los autoconvoc­ados demandaban mucho más que los votos del segundo finalista. El grito de la calle fue ensordeced­or, al punto de torcer todo intento de proclamar triunfador al postulante oficialist­a. Es mi opinión y la de muchos, sorprendid­os luego por las denuncias de fraude desde el lado gubernamen­tal, incluyendo insultos y descalific­ativos como los de una de las vicepresid­entas de la Asamblea contra el titular del Poder Electoral. La historia se encargará de juzgar a Juan Pablo Pozo, si es el caso. Pero les comparto un mensaje con el que respondió a otro mío: “Jamás me traicionar­ía, ni traicionar­ía a mis hijos. Lo único que puedo dejarles es mi ejemplo, como lo hizo mi padre conmigo. Y por eso estoy aquí, aún de pie”. Es imposible anticipar si Pozo saldrá o no por la puerta grande tras proclamar al sucesor de Rafael Correa. El mañana no llega por mucho que apuremos el hoy. No podemos asomarnos aún al 2 de abril, pero sabemos que otra historia se escribirá en esa jornada, gracias a cuatro noches y tres días en que el grito de la calle logró validar la voluntad de la mayoría.

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