No llene vacíos
Hay quien halla felicidad curando heridas o llenando vacíos de otros. Nadie niega que, a veces, reconforta ser bálsamo de tempestades pasadas, antídoto de amarguras que otros dejaron en quien amamos. Ser pieza clave para el ser querido es importante. Pero nadie nació para ser muleta cotidiana, pañuelo de lágrimas y menos pócima que hace olvidar un amor imposible o al que dañó. Si se ofrece a alguien, debe ser en plenitud. Usted no sustituye a nadie ni es agua que llena vacíos no resueltos de alguien inmaduro, no está ahí para auxiliar sino para amar y que le amen. No significa no preocuparse por el pasado de su pareja, por saber sus carencias, conocer sus cicatrices internas y demonios escondidos. Debe saberlo, pero no busque ser héroe o heroína que salvará y sanará sus heridas. No es tarea suya ni su responsabilidad; lo es crecer en pareja, acompañar, dar y recibir, amar y ser amado(a); construir un proyecto con esfuerzos compartidos. Se fragmenta lentamente quien solo busca cubrir vacíos, llenar espacios y sanar tristezas. Esos vacíos del alma se convierten en abismos en la pareja. Una pareja de ese tipo demanda más de lo que aporta. Al principio cautiva porque, a sus ojos, somos ese aliento que da fuerza a sus necesidades, carencias, y afecto a sus vacíos. Esas personas no son más que ladrones de energías y destructores de emociones positivas. Necesitan reafirmarse, ser atendidos y valorados; ven el amor como necesidad, no como intercambio ni crecimiento de seres que se ofrecen en libertad. Amar es cultivar un amor maduro y consciente; es permitirse el crecimiento personal y el del otro. Usted no es sanador de heridas, ocupante de vacíos o un alejador de miedos. Si apoya, debe ser apoyado; si cuida e incentiva, debe ser atendido y valorado. Amar es crecer, es plenitud y felicidad inscrita en pequeños actos. Sin complicidad, respeto y mutua dedicación, el amor no es completo ni auténtico.