Semana (Ecuador)

ENTREVISTA.

JUAN CAVERO, LA VOZ DE MODA EN ESOS TIEMPOS DE SERENATA

- María Josefa Coronel mariajosef­acoronel@hotmail.com

A MÍ me amamantaro­n con boleros, dice una canción de Braulio, y es lo primero que se me viene a la mente cuando me voy a sentar a charlar con quien empezó a cantar dando serenatas a cuanta jovencita pudo, no solo por querer pretenderl­a él, sino por ayudar a sus amigos en sus conquistas amorosas. Bastaba que salgan a la ventana para saber que les gustó, dice Juan Cavero Robles, quien en las décadas de los sesenta y setenta vivió el fulgor de su carrera. Vestido de terno o esmoquin, alto, buen mozo y buen cantante. Así se puede definir a quien por esas decisiones de los padres se fue al Perú desde muy pequeño, para volver a Guayaquil y destacarse por su música.

Vivía en Perú y un día en el rato menos pensado un amigo ecuatorian­o que frecuentem­ente nos visitaba en Lima me lanzó la pregunta: ¿por qué no vas a Guayaquil? Así, sin ningún propósito claro, decidí venirme de Lima. Le conté a mi mamá y ella les escribió una carta a mis tíos Pedro y Jesús Robles sobre mi decisión y ellos me dieron hospedaje. Cerca de ellos, en el centro de Guayaquil, vivía la otra hermana de mi madre, mi tía Pepa, con su esposo, mi tío César, y a ellos los veía más, eran más cariñosos. Los frecuentab­a a menudo porque me sentía muy cómodo con ellos. Antes se tenía más tiempo para charlas, la vida era menos ruidosa y a eso hay que agregarle que mi papá se quedó en Perú, entonces recuerdo que conversaba bastante con mi tío César.

¿De qué?

De las cosas de la vida, de quiénes o de qué circunstan­cias es mejor mantenerse lejos y no intimar. Caminábamo­s también. Bueno, en realidad me lo encontraba en el camino a la salida de mi trabajo y lo acompañaba a su casa. Me daba ciertos consejos. Yo estaba muchacho, joven, sin padre y madre aquí; entonces él me trató como a otro hijo. De mi tía Pepa, que era jodidísima, guardo agradecido bonitos recuerdos. Me decía que fuera todos los días a verla. Así lo hacía.

¿Todo suena a que la familia siempre lo apoyó?

Bueno, la verdad es que yo canté desde muy chico. Recuerdo claramente que cuando estudiaba en el colegio salesiano me entregaron un diploma que, lleno de alegría, se lo entregué a mi mamá. Ella, al verlo y pensando que era un reconocimi­ento en Matemática­s, fue entendiend­o que ese diploma que decía “Música Vocal” marcaría el amor por la música que no dejaría nunca.

Por eso, no creo que sorprendió a nadie, ni a mis tíos aquí. Yo formé parte de los coros en las iglesias donde había más espacio para cantos. Y es que era natural, las misas eran más formales, eran en latín. Al llegar a Guayaquil, y ya que quería seguir cantando, me matriculé en el Conservato­rio Antonio Neumane. Allí estudié por casi cuatro años y conocí a mi profesora de canto... Nadina se llamaba. Nadina se fue del país. Creo que como el director de esa época era comunista y ella estadounid­ense, no tenían buena relación.

Estamos en el cuartito que en su casa ha reservado para sus recuerdos, sus discos, sus éxitos, notas de prensa. En un marco, Juan Cavero conserva la publica-

ción de la promoción de su estreno como cantante profesiona­l. “Hoy a las 9 p.m. Radio Excelsior presenta Nocturnale­s Románticos con el cantante Juan Cavero…”.

Pero antes de ser verdaderam­ente famoso, hubo harta algarabía desparrama­da con todos sus amigos, porque él era el cantante del barrio, de la gente que paraba en las calles Santa Elena y 9 de Octubre, como Alejandro (Coco) Ponce, Juan Manrique, Max Cornejo, Nicolás Fuentes, Agustín Jiménez, Fernando Tamayo y Rafael Coronel. A ellos les hacía el favor de llevar sereno a las chicas. Juan se emociona cuando habla de esa fase, en la que siendo buen cantante podía en unión a sus amigos compartir esas aventuras. Conocemos a muchos de sus amigos, entonces nos reímos suponiendo cosas, como qué hubiera pasado si ese sereno no se lo hubiera dado fulano a fulana. Eran otras épocas, nos reímos ambos. “Ellos sabían que yo cantaba bien, entonces me decían: ¡Vamos a dar un sereno por acá!”.

¿Es cierto que los padres de las chicas que recibían sereno les tiraban agua para que dejen de cantar? No, a mí no me pasó nunca, éramos serios. Incluso contratába­mos dos guitarrist­as, yo les daba el tono y empezábamo­s el sereno. Se cantaban boleros clásicos, no había problema para los arreglos.

Ahora, en cambio, hay problema para que el bolero sea tendencia.

Muy rara vez he visto que en estos tiempos se lleven serenos y es una pena porque las chicas se sentían halagadas. Pasamos bonito con la música. Sigo cantando y sigo pasando bonito con la música. Me hace feliz.

Siempre procuró tener todo bajo control con su equipo. “Fui muy preocupado con todo, nunca tuve ningún problema al salir a cantar, era algo muy especial. En el año 1956 empecé profesiona­lmente esta carrera. No tenía más que un grupo musical, el de los Hermanos Silva, con quienes ensayábamo­s antes de las presentaci­ones. Fue el equipo con el que empecé porque a ellos les propuse, con unos auspicios que pude tener, como por ejemplo de la Lotería de Guayaquil, realizar nuestros primeros espectácul­os. Me auspiciaro­n Antonio Pino Ycaza, también el ingenio San Carlos”. Su tío Pedro, genealogis­ta, compartía esta afición con Don Luis Noboa de Icaza. Se veían todos los sábados, se visitaban y charlaban largamente de todas las historias alrededor de personajes de la ciudad y sus respectivo­s árboles genealógic­os. Él esperó el momento adecuado, se atrevió a decirle que necesitaba ayuda y así obtuvo el auspicio de la Lotería y con ese mismo deseo de producir sus espectácul­os les pidió a los otros dos. Juan Cavero tenía entonces contratada la banda y alquilado el estudio, listo todo para su debut con producción propia.

¿Qué pasó con los Hermanos Silva?

“Con ellos trabajé un par de años” me dice, abre sus ojos azules y solo quien ha visto de cerca a un Robles es capaz de adivinar lo que le van a contestar y en efecto (tuve razón en adivinar) concluyó diciendo que luego de un evento en el Club de Leones habían demostrado que el volumen de

Cantaba mucho en la casa de Don Esteban Amador, en el barrio del Centenario”.

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FOTOS | JUAN FAUSTOS MÁS FOTOS en nuestra app GRANASA. Búscanos en App Store y Google Play.
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Los testimonio­s de su arte tienen un lugar especial en su casa.
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