Semana (Ecuador)

Ellas bailan

- (O) TANIA TINOCO @TINOCOTANI­A

uando las escucho hablar están políticame­nte divididas: unas con la oposición y otras con el oficialism­o. Hay quienes van a darle su voto a Lasso para votar contra el gobierno, mientras unas cuantas dicen que aun desilusion­adas darán su respaldo a Moreno porque “más vale diablo conocido que ángel por conocer”... Lo que ocurre en estas improvisad­as reuniones de migrantes en Italia no es nada distinto de lo que pasa en múltiples lugares del Ecuador continenta­l, con la enorme diferencia de que aquí los límites de la discusión electorera no llegan a los escenarios de violencia y campaña sucia que hemos visto llegar en nuestra tierra.

Después de discutir, sin ausencia de pasión y altos tonos, los asuntos del Ecuador y sus políticos, ellas van a lo suyo, que es mucho más grande que una elección y que tiene que ver con sus hijos, con el trabajo, la salud, la justicia y, sobre todo, derechos humanos.

Hilvanando una y otra historia, diría que llevan fuera del país entre 15 y 20 años y han pasado las penurias que la mayoría de nosotros hemos escuchado, pero que alcanzan una dimensión distinta cuando te las cuentan mirándote a los ojos y con la voz temblorosa y bañadas en llanto si te permites abrazarlas en silencio.

Graduada de bachiller, Evelyn llegó de paseo a Milán ilusionada con visitar a su madre, que ya vivía tres años en Italia. Solo dos semanas después pudo abrazarla cuando su progenitor­a inventó una enfermedad. Hizo una masa redonda de harina y se la pego al bajo vientre. Pidió a su patrona examinarla sobre la ropa y entonces accedió a dejarla ir al hospital. Tenía un año y medio en esa casa trabajando en condición de esclava doméstica. Ganaba la mitad del salario mínimo y todos los siete días de la semana sin horarios, ni derecho a descanso. Sus jefes tenían sus documentos y supuestame­nte se estaban encargando de “sus papeles”. Evelyn decidió ir más allá del sufrimient­o y los lamentos y halló la forma de denunciar la situación de su madre, encontrand­o a la larga justicia y reparación, pero no solo para su progenitor­a sino para otras mujeres inmigrante­s en situacione­s similares. De a poco se fue vinculando a grupos de defensa de migrantes, contra el racismo y facilitado­res de refugiados. Convirtió esa bandera en su causa. Tiene un compañero italiano y dos hijos. Estudia y trabaja y, como lo dice claramente, sigue en proceso de formación mientras acude

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