Cuando la duda ofende
aunque no sea tal. Qué duro sería, para cualquier mandatario, arrancar un régimen con la sombra de la ilegitimidad. Ningún país merece un presidente débil, un jefe de Estado cuestionado. Si Lenín Moreno es el hombre que eligió la mayoría de los ecuatorianos, pues será el presidente nos guste o no. Y a darle su espacio, a entregarle la oportunidad de hacer los cambios que el país requiere. Entiendo que debe ser muy duro para él este examen, seguramente siente que no merece pasar por todo esto, pero es urgente y necesario aplacar los cuestionamientos.
¿Por qué hubo un apagón digital?, ¿Por qué la Escuela Politécnica Nacional no usó sus propios datos? ¿Por qué pone distancias con el resultado oficial? ¿Por qué Participación Ciudadana dio un empate técnico con el 0,6 % de diferencia entre los finalistas? ¿Por qué se hallaron papeletas marcadas fuera de las urnas, como lo evidenciaron vídeos subidos a las redes sociales? ¿Por qué se amenaza con judicializar el exit poll de Cedatos?
Puedo seguir con las preguntas porque son muchas más las que se hacen los ciudadanos en las calles. Pero no es necesario ahondar más en esta duda que ofende.
Celebro por tanto que Alianza PAIS se haya adherido a la impugnación de CREO, y el propio presidente saliente, quien incluso aceptó la realización de una auditoría informática. El Consejo Nacional Electoral no necesitaba empero el pronunciamiento del partido oficialista ni el visto bueno del jefe de Estado para dar paso al trámite que corresponde, pero en este país nadie duda de que la voz cantante la tienen ellos. ¿Acaso no usaron una cadena nacional de televisión para que la tienda política del gobierno se pronuncie? Apenas un detalle más de cómo el Estado está puesto al servicio de un partido, abonando a la reclamación por un proceso electoral desequilibrado. Pero ya no vale insistir en esto.
Que el candidato oficialista no se resienta porque lo llamen licenciado o candidato. El propio Juan Pablo Pozo en una entrevista radial explicó que mientras los resultados oficiales no hayan sido proclamados, no corresponde el título de presidente electo. Al despejarse las dudas del proceso, nadie tendrá que llamarlo de otra forma que no sea presidente de la República. Entonces, llegará el desafío más urgente del nuevo régimen: buscar la unidad, convencer a la mitad de los ecuatorianos que será un gobierno para todos. Que esto será un paso fundamental, allí no cabe duda.