Empleo, oficio y pasión
Mi esposo suele regañarme cuando soy presa de los vendedores ambulantes, comprando desde el asiento del carro un par de fundas de frutillas, o mandarinas, o choclos tiernos. Me advierte del peligro de los accidentes de tránsito y hasta me amenaza con denunciarme ante aquel director municipal de mercados con fama de nazi (nuestro amigo Gustavo Zúñiga). Admito que compro en la calle y no necesariamente por el colorido de los frutos de la tierra, sino porque me resulta imposible resistirme al ánimo del vendedor que sale a diario de su casa al ‘trabajo’ sin ninguna otra herramienta que su voz y la habilidad de llamar la atención de sus potenciales clientes. Si les preguntara si quisieran trabajar con un salario justo, en jornadas justas, con patronos justos, en lo que se conoce como empleo pleno o formal, estoy segura de que dirían que sí, conformando entonces ese segmento nuevo que Senplades creó en 2015 denominado empleo inadecuado y que a nivel nacional, según Cordes, llega al 56,9 % de los ecuatorianos.
Son muchos los entendidos en temas laborales que han criticado la nueva metodología de clasificar el trabajo desde julio de 2015, y que permite al Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) asegurar que el desempleo en el Ecuador ha bajado al 4,4 % y que en el último año casi 94.000 ecuatorianos salieron del desempleo, según el gobierno, gracias a la recuperación económica que vive el país.
No lo creo. En mi opinión es parte del discurso oficialista del Estado de propaganda en que nos sumió el régimen saliente. Quisiera confiar en que estas y otras realidades van a sincerarse en el nuevo gobierno de Lenín Moreno, aun cuando aparece muy cercana al presidente electo la figura de Pabel Muñoz, justamente el titular de Senplades cuando ocurrió el cambio de metodología para medir el empleo. Vamos a ver qué pasa después del 24 de Mayo.
En esta suerte de festival de despedida en que se encuentra el presidente saliente, esperamos todavía un nuevo despliegue de propaganda laboral con ocasión de celebrarse mañana el Día del Trabajo. Pretenderá una vez más convencernos de que en la revolución ciudadana ha sido todo para el pueblo y nada para ellos, tras haber llevado a cabo una minuciosa y sostenida intervención en los sectores sindicales y de representaciones laborales.
No es un secreto que de forma hábil, en la última década, se dividió a la clase trabajadora. Para hacer competencia al FUT se creó el CUT; desaparecieron a la UNE para agrupar a los maestros en otro ente que simpatizara con el gobierno; beneficiaron convenientemente a la otrora poderosa clase del volante, consiguiendo aislarla de los movimientos de trabajadores; dividieron a las agrupaciones indígenas, de migrantes y más, haciendo efectivo aquello de “divide y vencerás”.
Solo que en el interior de su casa, cada dirigente, portavoz, líder o trabajador, cualquiera, tiene acceso a la realidad de las nuevas generaciones con cada vez más problemas a la hora de conseguir un empleo. Más pronto que tarde tendrán que admitir el disparate de la maravillosa cifra oficial de 4,4 % de desempleo en Ecuador, como si el 95 % de los ecuatorianos estuviera trabajando. A los jóvenes que asoman ante mí con sus preocupaciones laborales del futuro, suelo decirles que busquen descubrir aquello que les apasiona hacer y encuentren un oficio allí, aunque no sea convencional. No se trata de desanimarlos de ir a la universidad, no es eso, sino hacerlos comprender que el éxito solo se logra cuando trabajas con aquello que te identificas, con aquello que te gusta. Howard Thurman, el activista de derechos civiles que tanto influyó en Martin Luther King, dijo un día: “No te preguntes qué necesita el mundo, pregúntate qué te hace sentir vivo. Y después sal y hazlo. Porque el mundo necesita gente que esté viva”.
Amar lo que se hace da una visión distinta al trabajo. Recordemos la máxima de Confucio: “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”.
¡Feliz día del trabajador!