Presidente
continua, como ningún otro mandatario en la historia del Ecuador.
Bate también otros récords, como el de Doctorados Honoris Causa: 16 con el que acaba de recibir en Argentina, en el último de sus viajes oficiales, de los que ya perdimos la cuenta, ganando por goleada a sus antecesores.
No intento calificar su mandato, esa es tarea de los historiadores. Me ocupo solamente de expresar el alivio que muchos ecuatorianos sienten como yo: ¡Al fin se va! Quiero creer que su partida implica el final de esta carrera de resistencia en que nos vimos obligados a participar. Diez años, en los que Fundamedios contabilizó al menos 2.500 agresiones contra periodistas, sin que ninguna de ellas haya sido investigada. Si miro hacia los lados de la pista, encuentro los nombres de colegas y amigos, periodistas respetables, con quienes se ensañó en su guerra declarada contra la prensa, a la que identificó como su enemiga en el ejercicio del poder que no conoció la tolerancia a la crítica. Las denuncias de judicializar la protesta social han sido llevadas a estrados internacionales, donde se han planteado también casos de violación a derechos humanos. Me atrevo a señalar que serán esas reclamaciones, en materia de derechos humanos, las que lo pondrán en apuros en el futuro. Aun así es innegable una herencia económica penosa: recesión y endeudamiento extremo, pese a haber tenido una bonanza petrolera que terminó en 2015 y que olvidó la previsión para las épocas de vacas flacas. Y en lo social, más allá de la importante inversión en materia de salud y educación, queda una sociedad dividida, polarizada, que hace complicado el camino para el sucesor, a quien los grupos indígenas y de defensa de la Amazonía han puesto en aprietos al pedirle públicamente “amnistía ya” para decenas de dirigentes enjuiciados por oponerse a los programas de explotación minera que tiraron al traste la visión ecologista del socialismo del siglo XXI.
La Comisión Anticorrupción anticipa una nueva denuncia en el denominado ‘Caso Caminosca’. El 1 de junio se tendrá información relevante del escándalo de Odebrecht. En los próximos días el Gobierno de Perú daría el sí al asilo político para el periodista que destapó el más grande robo en el manejo petrolero en Ecuador, Fernando Villavicencio. No hay responsabilidad de Lenín Moreno en nada de esto, pero está forzado a tomar estas papas calientes y maniobrar para no quemarse las manos. Le doy un voto de confianza, como muchos otros ecuatorianos, que nos repetimos una y otra vez que Lenín no es igual a Rafael.
Lo despido, presidente Correa. Le deseo paz. Que la vida se encargue de otorgarle lo que merece.