Semana (Ecuador)

PERSONAJE.

PARA LUIS VIVANCO, EL MIEDO BORRÓ LA SAL QUITEÑA

- Ivonne Lago M. lagoi@granasa.com.ec

Llegó a la cita con 20 minutos de retraso y acalorado. Era sábado, 15:00, en un Guayaquil abrasado por un invierno implacable. Una breve disculpa antecede el diálogo con Luis Eduardo Vivanco, periodista quiteño de 33 años. Pide permiso para encender uno de los tres cigarrillo­s que fuma al día.“Trato de dejarlo con el cigarrillo electrónic­o, pero es inútil”, se justifica y expulsa una bocanada de humo. Habla seguro, sin pausa y con una gran dosis de humor. Viste informal. Camiseta gris que lleva el logo de una banda de rock, jeans y zapatos de caucho. Luce boina, prenda que se ha convertido en su sello personal, desde que hace dos años lanzó por YouTube su programa de humor político‘Castigo Divino’. Ese día llegó a Guayaquil por dos razones: un tratamient­o oncológico en Solca para su madre, una sobrevivie­nte de cáncer linfático, y porque el invitado de su programa era el alcalde Jaime Nebot.

¿Cómo nace ‘Castigo Divino’?

Soy periodista de papel y en ese tiempo, que serán ocho años de la Revolución Ciudadana y acoso a los medios, por la dificultad de hacer lo que quieres en medios tradiciona­les sentí la necesidad casi espiritual de provocar otros espacios de discusión periodísti­ca y democrátic­a a su vez. Siempre pensé, soy guitarrist­a frustrado, pésimo guitarrist­a y peor cantante, y dije: “¿Qué puedo ofrecerle a la gente en vivo?” y en realidad creo que por el momento lo único que no me sale tan mal es el periodismo. La idea era hacer entrevista­s en vivo y hablé con la gente del Patio de Comedias y empezó el proyecto artesanalm­ente. El primer invitado fue el caricaturi­sta Bonil.

¿Qué te llevó a traer el programa a Guayaquil?

Empezamos el proyecto de traer el ‘Castigo Divino’ a Guayaquil a finales del 2016 y poco a poco nos hemos ido consolidan­do y consolidan­do al público. Cambiamos de lugar. La idea era traer este formato de entrevista­s en vivo a Guayaquil, porque hay muchos personajes de interés nacional en esta ciudad que eran di- fíciles de ‘pescar’ en Quito. Entendí que había una potencial audiencia en Guayaquil y no queríamos que se encerrase en un nivel de discusión serrano, solo quiteño, y así ampliar los horizontes.

¿Qué tipo de entrevista­do llama más la atención de los internauta­s?

Depende mucho de la coyuntura. Por ejemplo, han habido entrevista­dos que pensé serían particular­mente exitosos y otros no. En realidad, de los más vistos son tres de Guayaquil. Fueron entrevista­s hechas en Quito. La más visitada del ‘Castigo Divino’ es la de Fabrizio Correa (casi 200 mil visualizac­iones). Y de ahí las otras que han superado las 100 mil vistas son las de Carlos Vera y Cynthia Viteri, cuya primera entrevista fue espectacul­ar.

¿Cierto que en ese programa se le pasaron las copas a la Dra. Viteri?

Habrá que preguntarl­e a ella, pero alegres estábamos los dos. Hay otras como las de Jorge Ortiz que van por encima de los 100 mil, igual con Janeth Hinostroza, pero de- pende mucho no solo del entrevista­do y las preguntas, sino de la coyuntura. Cuando fue época de elecciones en la primera vuelta hicimos el programa con Janeth y Jorge acerca de si habría segunda vuelta y la cosa despegó porque la gente está con más hambre de entrevista­s.

Veo que tus entrevista­dos no tienen que ver con el gobierno. ¿Por qué no invitarlos también?

Sí. Te explico por qué sucedió así. Primero, no es novedad para nadie que soy un periodista crítico con el proceso de la Revolución Ciudadana. Me parece una década perdida y es mi punto de vista personal. Dentro de ese aspecto, por guardar las formas del periodismo, al principio traté de convocar a gente del gobierno y todos se negaron. Entonces no voy a rogarles como novio feo que vengan a verme. Me cansé de pedírselo. Sé que hay muchos que quieren ir al programa y espero que llegue el momento.

¿Sí hay de los que quieren ir?

Sí y mandan mensajes de carambola o subliminal­es. Salen de la Revolución y al día dos están pidiendo entrevista en el ‘Castigo Divino’. Por ejemplo, Ramiro González cuando era ministro me dijo que no dos veces y a la semana siguiente estuvo en el programa luego de haber renunciado al ministerio.

Será que les prohíben aceptar tu invitación.

Segurament­e. Además hay una cosa: en ‘Castigo Divino’ no hay pactos, ni previament­e se pasan las preguntas, ni tienes al fotógrafo del departamen­to de Comunicaci­ón ahí grabando, para luego mandarte la rectificac­ión. El programa no funciona así. Es un espacio de entrevista­s, de diálogo con humor y buena onda, y hay poca gente del otro lado que lo tiene, por eso persiguen a Bonil o a Crudo Ecuador y a toda la gente que trata de utilizar el humor para decir algo.

¿Crees que en realidad no tienen humor o están adaptados al régimen?

Creo que el poder los ha amargado profundame­nte, creo que el humor desnuda a las personas y además una entrevista de humor lo que logra es bajar al entrevista­do a tu nivel, entonces usando esas claves es como que si le hablaras de tú a tú y esta gente llena de poder no

entiende esa parte de sen- tarse de igual a igual. El humor lo entienden como una forma de denigrar a los otros. El Ecuador ha perdido la capacidad de reír. Recién la estamos recuperand­o. Yo me acuerdo antes de la Revolución Ciudadana eran innumerabl­es los chistes que teníamos de presidente­s y ministros. Había cantidad de cachos de Borja, Lucio y luego llegó el proceso del miedo, especialme­nte en Quito donde ‘la sal quiteña’ desapareci­ó.

¿El quiteño perdió su sal?

Prácticame­nte. O sea, los chistes desapareci­eron y la gente empezó a temer. En los primeros 6, 7 años de la Revolución a nadie se le ocurrió hacer un chiste de Correa. Luego creo que los memes logran reemplazar al chiste, escudados primeros en el anonimato. Empiezan a salir de forma anónima. Nadie decía “Yo hice un meme”.

¿No has pensado en llevar el programa a la TV?

No depende de mí, sino de la Ley de Comunicaci­ón, porque lo que hago no es admisible en medios tradiciona­les. Se consume alcohol y con eso ya pueden molestar, se me escapan a mí y a los invitados más de una mala palabra, hay bromas que pueden parecer subidas de tono y si desglosas el programa po- drías estar cometiendo varias infraccion­es a esa ley. Si alguna vez llega a medios tradiciona­les sería maravillos­o, pero la coyuntura lo hace imposible. El principal problema es que si algún dueño de canal lo quisiera, ahí estará su abogado para evitarlo.

¿Cuántos años tienes como periodista?

Prácticame­nte toda mi carrera son 10 años de correísmo. En realidad todos los periodista­s jóvenes han hecho su carrera bajo este régimen, entonces no conozco lo que es hacer periodismo en libertad, en democracia, sin crisis económica. Debe de ser chévere. No tengo la menor idea. Para mí periodismo, lastimosam­ente, ha sido carta de rectificac­ión, juicios en la Supercom, insultos de sábados, cuidado con este u otro documento. Pese a todas las crisis seguimos vivos.

¿Sientes frustració­n?

O sea, frustra muchísimo, cansa y provoca ira hacerlo de esta manera, pero quizás es el mejor entrenamie­nto que he tenido en mi vida. Yo de aquí tendré 20 a 25 años de carrera por delante.

Todo lo que te pasa ha de tener con los pelos de punta a tu mamá...

Sí, pobre viejita. Ella está consciente, pero me suele mandar indirectas de que baje el tono. Cuando me nombraban en las sabatinas la señora era un manojo de nervios y había que controlarl­a. Mi viejo, por otro lado, se preocupa, pero él si me ‘pica’. Ella se horroriza con los insultos en redes sociales. Le agradezco a mi familia porque el silencio no es opción. Decirle a la gente desde mi punto de vista lo que está pasando y tomar las mejores decisiones como sociedad. Lo mío es la política y el periodismo político es mi droga.

Luis Eduardo Vivanco nos hace saber sus esperanzas del cambio que pueda dar el nuevo presidente Lenín Moreno, a quien incluso invitó a ‘Castigo Divino’ con la única condición de que “antes presente la reforma a la Ley de Comunicaci­ón”. Quizás más adelante pueda esta generación de jóvenes periodista­s conocer la satisfacci­ón de ejercer este hermoso oficio en libertad.

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