Semana (Ecuador)

La trampa

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“U na de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo...”. La frase es del escritor español Carlos Ruiz Zafón y me hace un clic cuando me entero de que el último día de su mandato el expresiden­te Correa envió a la Asamblea Nacional un proyecto de ley para regular los actos de odio y discrimina­ción en redes sociales e Internet. Suena bien en palabras, pero huele a trampa.

Diez años en el poder con un Legislativ­o obediente dejó para su sucesor la propuesta legal de poner controles y regulacion­es a Facebook, Twitter, Instagram, “en donde se ha desarrolla­do un creciente ánimo de confrontac­ión, por sobre el debate civilizado”, tal como reza en la exposición de motivos que antecede al proyecto de ley. En mi opinión es una trampa, acaso para complicar el evidente cambio de la relación Gobierno-prensa que ha inaugurado favorablem­ente el presidente Lenín Moreno.

¿Cómo entenderlo de otra forma? El exjefe de Estado trataba a la prensa como su enemigo, y que esta guerra cese con el nuevo mandatario, segurament­e no cabe en sus planes. La Ley de Comunicaci­ón no regula Internet y así Rafael Correa no pudo controlar las redes sociales. ¿Por qué quiere que Lenín Moreno lo haga? ¿Y al iniciar su mandato? Me imagino una cáscara de banano tirada al piso a propósito. Es solo mi opinión.

Me pregunto: ¿qué pasará con el troll center? (y que nadie me diga que no existía). Era público y notorio el trabajo de un equipo de personas en redes sociales, dedicadas a cuestionar, burlarse y ofender a quienes hacían públicas sus diferencia­s con el Gobierno. ¿Serán reubicadas esas personas? No puedo alegrarme de que alguien se quede sin trabajo. ¿Qué tipo de órdenes recibirán ahora y de parte de quién? No imagino al colega y ahora secretario de Comunicaci­ón Alex Mora haciendo ese tipo de trabajo sucio, que no correspond­e a su periodismo.

El tono de la relación Gobiernopr­ensa empieza a ser otro, aunque muchos periodista­s seguiremos insistiend­o en la derogatori­a de la Ley de Comunicaci­ón, usada como un instrument­o de control y persecució­n. En teoría, nadie está sobre la ley. En la práctica, las sabatinas no eran susceptibl­es a ella. Por fin no existirán más, y el alivio tiene que ver básicament­e porque se puso un tope en el torrente cruel que salía de la boca del entonces mandatario: expresione­s indignas para un jefe de Estado, que las recogió parcialmen­te el diario El País, de España, el mismo día del cambio de mando, acaso para decirnos “prohibido olvidar”. Un artículo titulado ‘El lenguaje machista de Rafael Correa’. Las mujeres que sufrimos sus ataques sabemos que eso era mucho más que un lenguaje machista, pero al menos en mi caso lo dejo ir.

Sigo aprendiend­o que el pasado no existe, y no puede existir por falta de rigor en la memoria humana. Recordamos convenient­emente, redimensio­namos las cosas de acuerdo con cómo nos impactaron, y nos quedamos más con su eco y menos con la verdad completa. Al entenderlo me abrazo a la esperanza de un nuevo estilo de gobernar, con respeto y tolerancia a la crítica. Por eso insisto en que el proyecto de ley que dejó Correa para el último, puede poner en riesgo uno de los primeros pilotes que está colocando el nuevo régimen, cuyas prioridade­s evidenteme­nte son otras y no la regulación de las redes sociales e Internet, cuya sola pretensión es descabella­da. Por eso me agradó escuchar a la socialista Silvia Salgado, reconocien­do que este es un proyecto de ley que requiere un amplio debate no reducido a la Asamblea Nacional. Me uno al Ecuador esperanzad­o, que ofrece una página en blanco para escribir una nueva historia donde es posible avanzar, sorteando las trampas.

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