‘Reguetoneando’
El primer reguetón que escuché tenía un estribillo que decía: “Tú me dejaste caer, y ella me levanto... oh, oh, oh, y ella me levantó” y los amigos de mi sobrina Fernandita, con ella incluida, bailaban con unos exóticos movimientos de caderas que subían y bajaban sus pompis en un ritmo nuevo y atrevido. Recuerdo claramente que era la fiesta de sus 15 años y me parecía horrenda la música. Creyéndome dueña de la fiesta, fui hasta donde estaba el disc-jokey para pedirle que me pusiera ‘Las avispas’, de Juan Luis Guerra.
No me hicieron mucho caso. Después del “Tú me dejaste caer” vino otra canción del mismo tipo que decía “A ella le gusta la gasolina, eh, eh, le gusta la gasolina” y no sé qué más. Esa noche de junio de 2006 conocí el reguetón.
Confieso que hasta hoy no me gusta. Mi hija de 16 dice que es porque ya no es de mi época, y seguramente tiene razón. Además, lo bailo espantosamente. Sus letras parecen surreales y llevan consigo una carga sexual que no va con mis preferencias de lo que es música. Pero lo que está bien para mí, no necesariamente está bien para ti, y viceversa.
Entonces, ¿le puedo prohibir a mi Amelia que escuche y baile reguetón? ¿A mi sobrina? ¿A la gente joven y no tan joven que disfruta esa música, aunque yo la deteste? La respuesta es NO, pero la Superintendencia de Comunicación e Información, Supercom, cree que sí tiene ese derecho, aduciendo que no es conveniente para nuestros niños y jóvenes. Que las letras de estas canciones no son buenas para su etapa de crecimiento.
Que usan lenguaje de contenido violento, sexual... Sí. ¿Y?
La Supercom ha pedido que las radios dejen de poner reguetón y que las emisoras respeten las franjas horarias, sin especificar cuáles. Debemos suponer que se refiere a los horarios diurnos, de prevención, de responsabilidad compartida. Pareciera que se cree con el derecho a controlar lo que deben y no deben escuchar nuestros niños y jóvenes. Es un sinsentido. No puedo expresarlo de otra manera. Es mi opinión.
Con tan fea huella que la Supercom nos ha dejado en la década del correísmo, nos sorprende ahora con esta nueva vertiente de control, como si no fuese suficiente el haber sido instrumento del trato persecutorio a medios y periodistas independientes. Una vez más, es mi opinión.
La Supercom parece olvidar que el reguetón hizo raíz hace rato, y que las canciones de este género no están ancladas a la radio. A través de Internet el reguetón está al alcance de todos a cualquier hora. Ni siquiera se necesita una computadora, pues en cualquier smartphone hay la opción de ver vídeos musicales de este género, o el detalle de sus letras, aun subidas de tono. También están disponibles los videoclips de los artistas dedicados al reguetón. Limitarlo, por tanto, suena ridículo.
La Supercom desentona en este camino de concertación y diálogo que anunció el nuevo gobierno. Quiero creer que su propia existencia entrará en análisis cuando el flamante régimen pase las páginas de lo urgente y vaya a las de lo importante. Confío en que así será, un poco más adelante.
Mientras esperamos, reitero que detesto el reguetón, aun cuando me gusta oír a mis compañeros de trabajo cantando en coro: “Yo solo la miré, me pegué, la invité... Bailemos, la noche está para un reguetón lento, de esos que no se bailan hace tiempo”. Tienen derecho a cantar y bailar lo que les guste, aunque la Supercom no lo crea así.