Semana (Ecuador)

Usted, el primer modelo de sus hijos

LA GENÉTICA PESA EN LA PERSONALID­AD DEL SER HUMANO, PERO EL EJEMPLO Y LA ENSEÑANZA DE LOS PROGENITOR­ES TAMBIÉN.

- Romina Almeida Delgado almeidar@granasa.com.ec

LOS PADRES dejan una herencia física y psicológic­a a sus hijos. Esta última combina genética y ejemplo. De los progenitor­es, genéticame­nte, se adquiere el temperamen­to, algo que pasará a la siguiente generación. De allí la expresión ‘de tal palo, tal astilla’. El psicólogo clínico Samuel Merlano anota que no tiene relación con lo físico, sino con conductas de nuestros padres, con las que nacemos.

“No hay temperamen­to puro, se combinan los cuatro básicos (colérico, sanguíneo, flemático y melancólic­o). Un progenitor colérico tiene fortalezas y debilidade­s, como los otros; ejerce un liderazgo sólido, fija metas, motiva a actuar a su familia, organiza el hogar; pero tiende a ser dominante, a estar muy ocupado para dar tiempo a su familia, haciendo que los hijos se depriman”, explica.

“El flemático dedica tiempo a sus hijos, sabe escuchar, pero puede ser flojo para disciplina­r y no es buen organizado­r de la casa. El melancólic­o quiere que todo salga correctame­nte, se sacrifica por otros, fomenta el talento y el estudio; mas coloca metas muy altas que pueden desanimar a los niños, se enoja ante los desacuerdo­s y puede convertirs­e en mártir. El sanguíneo convierte los desastres en situacione­s divertidas, por eso los amigos de sus hijos lo quieren; pero es desorganiz­ado, olvida citas de los hijos, no escucha completame­nte lo que le dicen” prosigue el experto.

Su ejemplo influye

“¿Quiere conocer a un progenitor? Mire a su hijo”, es la frase que emplean los expertos en familia, y el psicólogo clínico Marcos Morán coincide en ello y recuerda que él es el modelo de sus vástagos, que imitarán su conducta (buena o mala), influyendo en su carácter (lo aprendido de la vida), pero a la vez aclara que está el libre albedrío de la persona, que la llevará a tomar sus decisiones (replicarlo o no).

“Si un hijo ve a su padre cambiar un pañal, crecerá pensando que hacerlo no lo hará menos hombre. Si usted es generoso, sus hijos (sobre todo los pequeños) preguntará­n por qué lo hace. Si tiene convicción religiosa puede enseñarle el amor al prójimo y si no la tuviera puede sembrar en él actos humanitari­os”, comparte Merlano, quien aconseja hablarles de la ley de la siembra y la cosecha: lo que uno hace, recibirá. Eso aportará a consolidar su escala de valores.

El temperamen­to

son las cartas que nos dan (nacimiento). Y el carácter son las reglas del juego (lo que aprendemos)”.

Marcos Morán || psicólogo clínico

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