Usted, el primer modelo de sus hijos
LA GENÉTICA PESA EN LA PERSONALIDAD DEL SER HUMANO, PERO EL EJEMPLO Y LA ENSEÑANZA DE LOS PROGENITORES TAMBIÉN.
LOS PADRES dejan una herencia física y psicológica a sus hijos. Esta última combina genética y ejemplo. De los progenitores, genéticamente, se adquiere el temperamento, algo que pasará a la siguiente generación. De allí la expresión ‘de tal palo, tal astilla’. El psicólogo clínico Samuel Merlano anota que no tiene relación con lo físico, sino con conductas de nuestros padres, con las que nacemos.
“No hay temperamento puro, se combinan los cuatro básicos (colérico, sanguíneo, flemático y melancólico). Un progenitor colérico tiene fortalezas y debilidades, como los otros; ejerce un liderazgo sólido, fija metas, motiva a actuar a su familia, organiza el hogar; pero tiende a ser dominante, a estar muy ocupado para dar tiempo a su familia, haciendo que los hijos se depriman”, explica.
“El flemático dedica tiempo a sus hijos, sabe escuchar, pero puede ser flojo para disciplinar y no es buen organizador de la casa. El melancólico quiere que todo salga correctamente, se sacrifica por otros, fomenta el talento y el estudio; mas coloca metas muy altas que pueden desanimar a los niños, se enoja ante los desacuerdos y puede convertirse en mártir. El sanguíneo convierte los desastres en situaciones divertidas, por eso los amigos de sus hijos lo quieren; pero es desorganizado, olvida citas de los hijos, no escucha completamente lo que le dicen” prosigue el experto.
Su ejemplo influye
“¿Quiere conocer a un progenitor? Mire a su hijo”, es la frase que emplean los expertos en familia, y el psicólogo clínico Marcos Morán coincide en ello y recuerda que él es el modelo de sus vástagos, que imitarán su conducta (buena o mala), influyendo en su carácter (lo aprendido de la vida), pero a la vez aclara que está el libre albedrío de la persona, que la llevará a tomar sus decisiones (replicarlo o no).
“Si un hijo ve a su padre cambiar un pañal, crecerá pensando que hacerlo no lo hará menos hombre. Si usted es generoso, sus hijos (sobre todo los pequeños) preguntarán por qué lo hace. Si tiene convicción religiosa puede enseñarle el amor al prójimo y si no la tuviera puede sembrar en él actos humanitarios”, comparte Merlano, quien aconseja hablarles de la ley de la siembra y la cosecha: lo que uno hace, recibirá. Eso aportará a consolidar su escala de valores.
El temperamento
son las cartas que nos dan (nacimiento). Y el carácter son las reglas del juego (lo que aprendemos)”.
Marcos Morán || psicólogo clínico