El amor por el mar une a activistas ecuatorianos
ISABEL HOLST JUNTO A SU ESPOSO Y SU AGRUPACIÓN MINGAS POR EL MAR LANZARON SU PROYECTO ‘AYNI 11X11 TAPITAS’, CUYO FIN ES ELABORAR ALFOMBRAS CON ESTE MATERIAL Y CONCIENCIAR AL SER HUMANO SOBRE LA POLUCIÓN PLÁSTICA.
EL OCEANÓGRAFO francés Jacques Cousteau escribió: “El mar, una vez que te hechiza, te engancha en su maravillosa red para toda la eternidad”. Red en la que se encuentra Isabel Romero Holst, pues entre ella y el mar hay un vínculo muy estrecho que empezó desde muy pequeña y que ahora, a sus 38 años, no hay quien lo rompa.
Pero tras ese lazo de amor, hay historia y acción. La más reciente es un proyecto que ella y su organización civil Mingas por el Mar decidieron poner en práctica este año en Guayaquil. Un proyecto ambiental denominado ‘AYNI 11x11 tapitas’ (palabra quechua que significa cooperación y solidaridad recíproca), que busca mover a la ciudadanía a generar espacios de acción comunitaria a través de la recolección de desechos plásticos, como las tapas de botellas, para luego darles un nuevo uso.
Ellos apostaron por hacer alfombras, con el fin de ayudar al planeta con su labor y para que no se vuelvan realidad las proyecciones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), que calcula que para 2050 habrá más plásticos que peces en el mar.
“La idea es crear individuos preocupados por los océanos, que se hagan responsables por lo que consumen. Caso contrario, en un futuro nos ahogaremos en plástico”, sentencia Isabel.
Los inicios
Seis años tenía Isabel cuando sus padres, Gilda y Guillermo, la empezaron a llevar a Salinas y le inculcaron ese amor por la naturaleza. Recuerda cómo su padre recogía la basura que llegaba a las playas de Punta Carnero y empezó a seguir su ejemplo. Decidió también tomar clases de velero para niños hasta los 14 años en el Yacht Club (Salinas) y viajó a Perú, Argentina y Brasil.
A los 19 años empezó a practicar surf con uno de sus primeros enamorados. Dejó atrás su deseo de estudiar Biología Marina, se inclinó por Comunicación Social y al terminar la carrera se fue a vivir a Montañita. Tenía 21 años. Las grandes olas del balneario la cautivaron cuatro años. Su relación amorosa terminó y quiso sentir la adrenalina que genera el surf. Pero con olas extranjeras.
Viajó a Gold Coast (Australia) a es- tudiar un máster en Turismo Internacional. Corría el año 2005 y la joven surfista, además de estudiar, trabajar y hacer deporte, formaba parte de grupos de limpieza en las playas australianas, debido, sobre todo, a la contaminación plástica que sufre el mar, ya que el 90 % de la basura marina proviene de este material, según el Pnuma. Sin embargo, un nuevo sueño empezó a martillar la cabeza de Isabel: quería dar la vuelta al mundo.