12 mil tapas para 60 alfombras
Dos años y medio después, empezó su nueva aventura y en Oahu, la isla más poblada de Hawái (Estados Unidos), conoció a quien ahora es su esposo, Michael Warwick (41), un australiano que vivía en el mismo lugar que ella: Gold Coast.
La empatía empezó de inmediato tras confesar ese amor que tenían por el mar y la conservación del planeta, además de coincidir en gustos como surfear, navegar y el deseo de tener un velero para aventurarse en los océanos, sueño que cumplieron años después, tras consolidar su matrimonio en 2013.
Así, un día decidieron desprenderse de lo material, dejar la comodidad en que vivían y sus trabajos (él tenía su compañía de plomería y ella enseñaba inglés a niños extranjeros tras estudiar Educación), para convertirse en activistas por el mar.
Antes de comprar el velero, viajaron a Ecuador a finales de 2013, donde pasaron unos meses en Ayampe (Manabí), y es ahí donde les chocó la cantidad de desperdicios que cubrían las playas. “Yo no podía creer la cantidad de basura que había, y un día frustrada salí con fundas para recogerla. Pero como soy educadora, sabía que tenía que hacer algo para educar a la gente”, comenta Isabel.
Es así como a su esposo se le ocurre la idea de recoger las tapas para hacer alfombras y con estos artículos crear conciencia en las comunidades de que juntos y trabajando es posible generar grandes cambios.
Ellos estuvieron también en Salinas, Montañita y Playas, además de dar charlas en diversos colegios de Guayaquil. La primera fue en el Alemán Humboldt y en las comunidades.
La pareja viajó a las Islas Vírgenes Británicas (Caribe), donde compraron su nave de segunda mano llamada ‘Ondular’. Es entonces cuando empezó su aventura activista. Isabel y Mick recorrieron todas las islas del este del Caribe, Puerto Rico y Panamá, país donde encontraron la mayor cantidad de basura plástica, y para sorpresa de Isabel en una de sus limpiezas encontró una tarrina en la que rezaba un mensaje: hecha en Ecuador.
Durante los dos años que duró su periplo, recolectaron más de 12.000, elaboraron 60 alfombras y visitaron escuelas en los diversos puntos del Caribe para crear conciencia en los niños y que propongan soluciones, porque “la idea no era decirles qué es lo que tenían que hacer, sino escucharlos”, identificar el problema en su comunidad y guiarlos.