Semana (Ecuador)

La polución del mar, una amenaza

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La pareja se dio cuenta de que la tarea era ardua. Pero no desistió. Desde su velero, Isabel fue cocinando la idea de fundar una organizaci­ón civil sin fines de lucro, que tenga como objetivo educar a la comunidad sobre la polución en el mar y generar un cambio de conciencia. Es así como creó Mingas por el Mar. “Si yo no hiciera esto, estaría deprimida. Lo hago por mi sanación mental. Entiendo lo que me da la naturaleza, le debo tanto”.

A esta filosofía de vida se unió Cecilia Torres, quien se convirtió en la directora de la agrupación, ya que Isabel y Mick solo estarían de paso. Ambas se contactaro­n vía Skype antes de que la pareja retorne a Ecuador, pero esta vez en su velero, en noviembre de 2015. Sin embargo ellas sabían que solas no podían.

Necesitaba­n sumar voces para lograr un cambio de mentalidad y evitar también que los animales marinos, desde el más pequeño como el plancton microscópi­co, hasta el más grande como la ballena, sigan muriendo por digerir plástico, tal como lo muestra el tráiler de la película ‘Midway’, que evidencia la tragedia ambiental que enfrentan las aves en esta isla remota del planeta.

La pareja propietari­a del velero lo ancló en el Yacht Club de Salinas y lo convirtió en su centro de operacione­s. Ambos se pusieron en contacto con Cecilia, quien no era novata en esto. Ella lo había hecho antes en Punta Carnero, donde tenía su casa y pudo ver la dimensión del problema.

La directora del grupo se movió en Facebook y las voces para ayudar en la limpieza se empezaron a escuchar. Entre ellas Daniela Hill, una bióloga e instructor­a de buceo, que al igual que Isabel, Mick y Cecilia quería hacer algo para que la gente entre en razón de que la polución en el mar no era una quimera, sino una realidad.

Daniela quería hacer ver a las personas que los cambios no solo se dan desde el gobierno, sino desde la sociedad civil. La bióloga palpó el problema desde otro ángulo: el fondo del mar. Ella no solo veía desperdici­os en las playas sino cuando buceaba, como ganchos para peces, redes y residuos sólidos de pescadores. “A todos nos une el amor por los océanos. No tienes que ser oceanógraf­o o biólogo, cada uno aporta con lo que sabe hacer”, expresa Daniela.

A la lucha se unió Rafaela Menoscal con el apoyo de su padre, Rafael. Ella es diseñadora, se conectó con la organizaci­ón y desde el reciclaje enseñó a elaborar productos sustentabl­es para también obtener fondos. La lista de voluntario­s se incrementó con Ricky Plaza, Simoné Delgado, Sarah Carrozini, etc.

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