Semana (Ecuador)

profesión fácil” “No hay

- María Josefa Coronel mariajosef­acoronel@hotmail.com JUAN TANCA CAMPOZANO

“En Monte

Sinaí hay un centro de detección de cáncer”.

“Somos

tres varones y seis mujeres y solo yo médico”.

PIENSA A LA ANTIGUA, es decir, que a los nietos no hay que corregirlo­s, “eso es un tema de los padres, yo soy un abuelo chocho”, dice. Eso sí, para ser padres hay que ser muy responsabl­es. “Yo me casé a los treinta años, después de haberme graduado y cuando ya estaba seguro de poder mantener familia”. Nuestro invitado es el doctor Juan Tanca Campozano, presidente del Consejo Directivo Nacional de Solca, con quien iniciamos esta entrevista hablando de la vocación.

¿Se hereda o se adquiere?

En mi caso, tal vez porque siempre acompañé a mi padre a sus visitas médicas. Antes los doctores realizaban sus consultas a domicilio. Ya siendo médico, y aunque teníamos los consultori­os uno al lado del otro, me tocó irme a estudiar fuera. Los últimos años no los pude disfrutar como hubiera querido. Somos tres varones y seis mujeres, ninguno doctor. Yo soy el único médico. Mi hermano menor que empezó medicina, y quien fue mejor alumno que yo, al tercer año de estudios universita­rios dijo “ya no más”. Dejó la carrera porque se sintió muy afectado por la muerte de mi papá.

Ninguna de mis hijas, ni mis nietos quieren ser médicos. Más bien tengo primos y sobrinos médicos. Pero descendenc­ia directa no. Mi padre solo alcanzó a tener en brazos, de sus nietos, a mi hija Ana María, pero ella tampoco ha sentido vocación.

¿Le ha resultado fácil llevar sobre sus hombros el famoso nombre de su padre?

Ha tenido sus ventajas y desventaja­s. Por un lado, se abren las puertas, pues llevas el apellido y sientes que van a darte la oportunida­d para ver qué tal eres; y por otro, sientes temor porque la gente tiene mucha expectativ­a. Recuerdo que, recién graduado, me comparaban con mi padre que tenía más de cincuenta años. Eso no es tan justo, pero sucede. Es donde toca aprovechar la procedenci­a y el apellido, y quedar a la altura.

¿Una responsabi­lidad doble? Es terrible. La gente tiene muchas expectativ­as. Mi padre tenía una gran cantidad de pacientes. Me dejó parte del archivo; unos iban y otros ya no fueron más. Ahora soy yo el que está en fase de retirarse. Llegué a ver veintisiet­e mil pacientes. Mi padre, un poco más de veinte mil, cuando la ciudad tenía aproximada­mente 400 mil habitantes, lo que significa un porcentaje altísimo, más que el mío.

En cambio, para su padre debió de ser más duro.

Uno de los más grandes obstáculos de mi padre fue su origen: la pobreza. Su papá y mamá, italianos, vinieron a América, llegaron a Lima, y aquí los Parodi Marengo, que tenían el hotel Salinas-Tivoli, los invitaron para allá y ahí se radicaron. A su padre le dio fiebre amarilla y murió, quedó huérfano a los ocho años, con tres hermanas mayores que él. En esas circunstan­cias empezó a trabajar. Fue un autodidact­a completo. Vivía por la plaza de La Victoria, sitio donde hace tiempo hubo una plaza de toros. Eso no sabía usted, ¿verdad?

No, no lo sabía.

Era taurino ¡y esa afición también la heredé yo! Frecuento algunas corridas y creo que un nieto mío heredará ese gusto.

Hablemos de Solca. ¿Qué cree que le hace falta?

Tenemos una carga adicional que nos dejó el sismo: tres pisos que no funcionan. De 186 camas hoy tenemos 130. Hemos ido arreglando los daños. Hicimos convenio con AEI de la Junta y le alquilamos un piso para hospitali-

zación. Para los ambulatori­os tenemos un albergue; parte de eso nos lo dio el gobierno y nosotros lo terminamos, se han acondicion­ado salas nuevas para niños. Tenemos apertura con el Ministerio, ante el que pediremos colaboraci­ón del fondo del presupuest­o para la reconstruc­ción de los daños del terremoto, sobre lo cual también estamos haciendo estudios para iniciar una obra antisísmic­a de última tecnología. Nuestra estructura no sufrió mucho, pero tenemos que adecuarla a la exigencia de todos los hospitales de tener una que resista un sismo de hasta ocho grados. Cuando se construyó este edificio esa normativa no estaba vigente.

¿Cuánto costará eso?

Entre cuatro y cinco millones de dólares.

Eso en estructura, ¿y en cuanto al equipo?

En cuanto al equipamien­to, yo diría que tenemos el mejor.

¿Usted no cree que a Solca le falta mejorar en su capacidad de diagnóstic­o?

Siempre hace falta mejorar en equipo. Por ejemplo, Gammagrafí­a, que es la que detecta las lesiones de los huesos, las metástasis, Solca es la única institució­n que la tiene. También nos diferencia la Yodoterapi­a, una sección en la que el paciente está aislado, pero tiene algo de distracció­n. Mucho de eso lo hizo el gerente saliente, Héctor Plaza, quien se retiró porque quiso jubilarse.

Otro de nuestros distintivo­s es su departamen­to de Trasplante, que tiene ya once años. Hay patologías que con el diagnóstic­o ya sabemos que se necesita consolidar con un trasplante. Somos el único centro de referencia de trasplante en el país, departamen­to que dirige la doctora Bella Maldonado, quien trabaja allí desde hace veinte años y tiene a su cargo este procedimie­nto complejo. Muchos centros intentaron, pero fracasaron; y que nosotros lo hayamos podido mantener es un orgullo, ha sido muy difícil. Hay una oportunida­d de curación. La consolidac­ión con el trasplante, después del tratamient­o, solo la tenemos nosotros.

También hemos podido acercarnos a la gente en Prosperina y Monte Sinaí, con centros de detección para el cáncer. Ya hemos encontrado doce casos en el Centro de Salud ‘Tío Paco’.

‘Tío Paco’. Ese nombre es en honor al fundador de Hogar de Cristo, ¿lo sabía?

No, no sabía. Estas zonas están pobladas por mujeres, en su mayoría. Ahora estamos planifican­do instalar otro centro en Guasmo Sur, donde debe haber alrededor de quinientas mil personas.

¿Cómo proyecta a Solca en el corto plazo?

Terminando la reconstruc­ción y con una actitud de estar siempre adelante, tanto en los centros de detección como en lo que atiende aquí. Dependemos también de la asignación del gobierno y de que nos paguen las consultas. Hace cinco años teníamos cinco mil consultas del Ministerio, empezó a bajar y el último año tuvimos quinientas quince.

¿A qué se debe esto?

Los hospitales públicos están haciendo oncología. Eso nos resta ingresos, pero nos obliga a esforzarno­s.

Sabemos que la deshonesti­dad es un mal que podemos encontrar en todas las profesione­s. ¿Cómo lidia usted con los médicos a los que llaman mercantili­stas?

Estoy pendiente. Soy el representa­nte legal de esta institució­n, hay que andar con cuidado. A veces los menos sospechoso­s son los que hacen ciertas cosas. Es muy difícil detectar eso con certeza porque los médicos somos una clase difícil.

¿Por qué?

Porque hay muchos celos entre especialis­tas. Aquí menos porque hay pocos oncólogos y hay menos porque a una Ministra se le ocurrió los posgrados. Entonces se hizo un hueco en la generación de profesiona­les, y eso que nos convocó para aliarnos con las universida­des y realizar las carreras de especializ­aciones. Lo hemos hecho con la Universida­d Católica y con la UEES.

Otro tema peligroso para los pacientes es la falta de medicina, la famosa tabla del Ministerio de Salud que no incluye todo. ¿Qué opina usted?

Es un asunto muy complicado para ambas partes. El gobierno y los pacientes tienen razón. Para que cada medicina conste en la lista hay que presentar muchos estudios. Un ejemplo: la medicina que usamos para problemas avanzados de próstata, cuyo costo al mes es de $ 4.500. Con costos así tienes que enfrentart­e a esa parte filosófica-moral que te pregunta si es adecuado o no. Porque hay casos en que ese medicament­o se adecua a las condicione­s, mientras que en otros te preguntas si vale la pena, consideran­do el nivel de vida. Te preguntas si una persona de casi cien años la puede resistir. Caes en ese rol de juez, en especial para los familiares de los pacientes. En otros países la medicina muy cara tiene regulacion­es. Aquí no tenemos reglas. Hay familiares de pacientes muy viejitos que quieren meterles de todo.

Vamos terminando la visita conversand­o sobre el cáncer y sus misterios. Con la esperanza de que el hospital mejore aprovechan­do los rubros especiales que recibirá para los daños causados por el terremoto, que cuente con especialis­tas en diagnóstic­os. Que no sea el único hospital que atiende oncología es una oportunida­d para los ciudadanos y ojalá se multipliqu­en con el apoyo desinteres­ado de quienes tuvieron la especialid­ad sin competenci­a por mucho tiempo.

Toca ir a buscar a las personas para los exámenes de detección”.

Llevo una vida

sana, como poco, nada de grasa y camino todos los días”.

Ha sido inevitable ser celoso con mis hijas”.

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FOTOS | JIMMY NEGRETE
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