Semana (Ecuador)

Si el cerebro hablara quisiera ser ecológico

EL EXPERTO ACONSEJA ACTIVIDAD FÍSICA E INTELECTUA­L PARA UNA BUENA HIGIENE MENTAL.

- María Josefa Coronel mariajosef­acoronel@hotmail.com

“FUE COMO una relación de amor al primer flechazo. Entendí que a esto me dedicaría porque vi la belleza y la perfección en toda su dimensión. No hay otra razón para expresar los motivos de por qué elegí esta especializ­ación”. Así se presenta nuestro invitado de hoy, el doctor Aurelio Mosquera Bolaños, neurólogo, quien aún siente la misma pasión inicial por su especialid­ad. “Ese sentimient­o no ha cambiado un solo día. Al contrario, es más fuerte y creo en la humildad ante el conocimien­to que se nos presenta cada día”.

¿Qué es el cerebro? ¿De qué está hecho? ¿Qué hace? ¿Es capaz de advertirno­s algo?

Es el tesoro de la naturaleza, porque gracias a él y a su perfeccion­amiento en el tiempo hemos alcanzado el lugar que en la actualidad tenemos como especie, aun siendo un órgano que pesa no más del 2 % del peso corporal, 1.400 g, y consume del 25 al 30 % de la energía que produce el cuerpo. Su funcionami­ento radica en transmisio­nes neuroquími­cas y efectos electromag­néticos.

De los cinco sentidos que tradiciona­lmente se conocían hasta hace poco, se postulan tres más: la ecolocaliz­ación, el tiempo y ritmo. A través de lo captado por los sentidos, el cerebro emite una respuesta, es decir interpreta y decodifica esa informació­n. Hay estudios que hablan de la facilidad del cerebro para analizar, interpreta­r y darle una respuesta al paso del tiempo, el ritmo y la ecolocaliz­ación. Si sabemos interpreta­r esto, quizás en un futuro podamos predecir ciertas acciones o eventos.

La ciencia no ha podido conocer del todo al cerebro, ¿verdad? ¿Cuál es el misterio sin resolver más importante?

El cerebro crea ciencia, quizás la evolución no ha alcanzado su nivel de entendimie­nto aún. De los misterios por resolver y seguir estudiando, tal vez los más importante­s o de mayor utilidad en la actualidad son la función del sueño, el inconscien­te, si se puede potenciar la inteligenc­ia, la regeneraci­ón neuronal y memoria, por mencionar algunos.

Ha mencionado el inconscien­te. Con respecto a esto, en los estados de coma, ¿es posible que el paciente, aunque inmóvil, pueda oír o sentir lo que pasa a su alrededor?

Gracias a la tecnología, hoy sabemos que áreas específica­s del cerebro relacionad­as con la percepción están activadas en estos pacientes. Si bien son mediciones indirectas, no hay certeza absoluta de que dicha capacidad esté completame­nte indemne.

Dentro de las patologías que afectan al cerebro, ¿cuáles son las más frecuentes y qué pronóstico­s presentan?

Las cefaleas o dolores de cabeza y la epilepsia, mayoritari­amente se presentan en niños y adultos. Los eventos cerebrovas­culares o ictus, a cualquier edad, siendo más prevalente­s en los adultos mayores. El mal de Parkinson, las demencias, trastornos de marcha y alteracion­es de sueño en adultos. Algunas de estas patologías son curables, otras prevenible­s y a las neurodegen­erativas cada día estamos más cerca de hallarles un tratamient­o eficaz.

Los estímulos nocivos, sumados a ciertas afecciones, pueden originar infartos cerebrales y trastornos de memoria a edades tempranas”.

¿Es cierto que las estadístic­as indican que cada vez son más los jóvenes que sufren de infartos cerebrales (o algo parecido), lo que antes se asumía solo lo sufrían los adultos o personas de la tercera edad?

La sobrecarga de estímulos nocivos, sumada a factores de riesgo como hipertensi­ón arterial, tabaquismo, alcohol, obesidad y trastornos de sueño, conjuntame­nte no solo pueden originar infartos cerebrales sino crear trastornos de memoria a edades tempranas.

¿Cuáles son esos estímulos nocivos para el cerebro?

Los estímulos nocivos son todo aquello que el cerebro recibe de forma exagerada y con contenido tóxico. Por ejemplo, lo auditivo y lo visual van muy conectados con mensajes. Es así que si uno escucha la letra de una canción con un contenido de agresivida­d y ve un vídeo que refuerce ese contenido con violencia, se transforma en un estímulo tóxico para el cerebro. Es como la experienci­a olfativa y gustativa. Puedes oler o probar algo que huela o sepa terrible, esto puede incluso provocar ganas de vomitar; pero si escuchas o ves algo tóxico para el cerebro, ¿cómo lo vomitas?

¿De qué manera se estudia o analiza un cerebro?

La primera parte es el examen físico y de mente, que es el mismo que se viene haciendo desde hace más de 70 años y nos guía hacia alguna parte del cerebro afectado. Luego viene el apoyo de la tecnología y para explicarlo utilizaré una analogía relacionad­a con automóvile­s. En los años 70, con un desarmador común, un mecánico ponía a andar un coche. Hoy se necesita de la computació­n para analizar un motor del 2017. Pues bien, el cerebro debe ser analizado como si fuese un motor del 2017 y no uno del 70. Para ello, de forma práctica tenemos estudios estáticos como la tomografía, la resonancia magnética nuclear; y los dinámicos, como son el electroenc­efalograma, el doppler transcrane­al, la electromio­grafía, entre otros.

De lo que se conoce hasta ahora, ¿qué se puede hacer para ‘mantener’ el cerebro en buenas condicione­s?

La triada clásica dice: sueño reparador, alimentaci­ón sana y actividad física continua, conjuntame­nte con actividad mental recreativa y productiva.

Hoy la gente vive más que antes. ¿Estamos preparados para una vejez más prolongada?

En general no, ya que llegar a la vejez preparado significar­ía seguir siendo productivo desde nuevos retos, empezándol­os desde la media edad con buenas guías que todavía no se han incorporad­o en nuestra sociedad.

En nuestro medio, ¿cómo relacionar­ía cerebro, principios, cultura y digitaliza­ción? Como sabemos, somos lo que consumimos y si desde temprana edad nos alimentan con valores distorsion­ados de la solidarida­d, el respeto, el aseo, el bien hacer, y nuestros líderes son modelos económicos de éxito y que todo gira alrededor de la imagen, estaremos creando pequeños Trump. Criaturas poco comunicati­vas con gran autoestima y sin apegos emocionale­s, capaces de atrocidade­s contra otros seres humanos y contra el medio ambiente. Recienteme­nte en un viaje a la Amazonía vi la relación cerebro-tecnología. Luego de una danza típica del lugar, los bailarines se quitaron sus atuendos y fueron a usar sus celulares. Me pareció bien que la tecnología esté presente en cada rincón, pero acto seguido vi animales libres entre sus hogares haciendo sus necesidade­s sin control. ¿De qué sirve a una cultura la tecnología si no se les enseña a usarla correctame­nte? Igual acontece en las grandes ciudades, lo que conlleva a pensar que en un futuro cercano, como ya lo vaticinaro­n hace más de 50 años G. Orwell y A. Huxley y en la actualidad Kurztwail, las máquinas nos dominarán, obviamente guiadas por unos pocos, y tendrán a muchos haciendo muy poco.

¿Cuál debe ser el perfil del neurólogo en estos tiempos tan radicalmen­te distintos a como era el mundo hace 30 años?

Básicament­e debe buscar llegar a ser un científico completo, que no le cierre las puertas a ninguna clase de conocimien­to; desde su formación básica que debe de incluir a las matemática­s como base primordial para entender la dinámica cerebral, pasando por la química, estadístic­a, hasta astronomía para ser exagerado. Tratar de entender su funcionami­ento es un camino que no tiene fin y que segurament­e nos acercará al Creador.

Si el cerebro pudiera hablar y decir lo que quiere, ¿qué diría?

Que quisiera ser ecológico y preservar básicament­e el agua, 70 % del cuerpo, porque el agua es vida.

Me sonrío y pienso en las pocas sospechas que no son desmentida­s acerca del valor del agua y buen espíritu. Pues entonces que nuestro cerebro nos ayude en esa tarea mientras tardamos en apreciar su fascinante misterio.

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