Semana (Ecuador)

El difícil camino de las bandas

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va Nicotina, un bar que lleva 15 años siendo un escenario para que las bandas de rock nacional puedan tocar y darse a conocer, sin cobrarles tanto porque saben que su arte no es financiado.

Dan espacios a agrupacion­es de otras ciudades como Cuenca, Loja y Riobamba. Pero como este es un negocio que hay que mantener, “hemos tenido que abrir espacios para hacer tributos con las mismas bandas, pero que toquen no su música sino covers, para atraer al público. Así logramos que la gente, aunque sea por curiosidad, se acerque, que los conozca, y hay quienes se terminan quedando”, comenta Liliana Rendón, administra­dora y propietari­a del bar.

Es el único bar de Las Peñas que da cabida a música como esta. La falta de apoyo a lo nacional es otra gran limitante para el rock en el país y la ciudad. o he conocido más de 20 bandas, te lo puedo precisar, que comenzaron con un rock muy bueno, y tuvieron que pasarse primero al house, luego al rap, de ahí al reggae o al merengue incluso, y finalmente al reguetón, para poder seguir existiendo”, lamenta Johan. Liliana acota: “Las demás se quedan en la lucha de poder trascender de una provincia a otra, de una región a otra”.

Metalquil, banda que cumplió ya una década, es una clara muestra. Recién en 2015 pudieron financiar un disco, al que promociona­ron y comerciali­zaron recorriend­o el país con mucho esfuerzo, relata Paolo Monroy, su fundador y propietari­o de una tienda situada en el malecón en la que vende los trabajos discográfi­cos de grupos nacionales, además de camisetas y accesorios propios del rock. “No hay mercado. Mis ingresos provienen más de hacer tatuajes o poner aretes”.

Cabaré, banda de rock guayaquile­ña, lleva año y medio sin tocar en su ciudad. “Esta es una carrera de resistenci­a más que de velocidad. Llevamos ocho años tratando de movernos. El cambio que hubo al obligar a las radios a pasar un porcentaje de música nacional nos ha ayudado... y las redes sociales, que es por donde nos promociona­mos. Pero aun así nos va mejor en otros lados, en Quito, donde se valora más el rock. Aquí no tenemos escenarios”, puntualiza Mayckol Ureta, el vocalista. Roberto también viajaron en noviembre del año pasado para cumplir uno de sus más grandes sueños: ver en vivo a Guns N’ Roses. “Gastamos cerca de $ 2.000 entre pasajes, entradas, movilizaci­ón y hospedaje”.

El rock, además de cultura en el Ecuador, podría ser un negocio si los empresario­s empezaran a invertir en traer a una banda o artista de este género, de los muchos que hacen tours en Latinoamér­ica. “Les aseguro que agotarán la taquilla. Aquí hay un público clamando por rock. ¡Ecuador quiere rock!”, exclama Johan, sentada en un bar de la Perla.

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