Semana (Ecuador)

LUDEÑA: Récord Guinness en lo más profundo de la Tierra

- Gisella A. Rojas rojasg@granasa.com.ec

EN CUATRO AÑOS la vida puede cambiar mucho. Millán Ludeña lo sabe bien, pues de ser un atleta aficionado, que corría distancias promedio de tres a cinco kilómetros, hace pocos días conquistó el primer récord Guinness deportivo para Ecuador. Un sueño que no lo acompañó desde siempre (como se puede creer), pues de pequeño su mundo eran las matemática­s y el campo, pasiones que lo convirtier­on en un ingeniero agrónomo. Por trabajo se mudó a Quito, donde las montañas, nevados y páramos lo inspiraron a seguir trotando. Sin embargo, todo comenzó, cuenta, al inscribirs­e por error en una carrera de 50 km. Cuando lo logró, pensó: “Esto está bastante jodido, pero me gusta”. Desde entonces no ha parado de correr.

Se aventuró así en su primera carrera extensa en la Patagonia, Argentina, logrando cruzar 160 km. Pero pronto las aventuras se volvieron más exigentes, incluso algunas considerad­as imposibles, aunque no para él. En 2014 durante seis días llevó su trote al destino más caliente del planeta, con temperatur­as entre los 48 y 56 °C: el desierto del Sahara, donde recorrió 240 km. Luego, sin intencione­s de parar, se preguntó: ¿por qué no ir al lugar más frío? y terminó en la Antártida enfrentánd­ose a condicione­s climáticas de -30 °C, y esta vez cruzando 100 km sin detenerse. Trece personas en el mundo y él son los únicos que han logrado correr en ambas ultramarat­ones.

Del centro de la Tierra al sol

Millán no solo supera pruebas de larga distancia y alta resistenci­a, sino que también las inventa. Este año se encaró a un reto jamás realizado, pues él mismo lo impuso. Consistió en conectar los dos puntos más extremos del planeta en una sola aventura. Para ello, viajo a Sudáfrica a la mina de oro de Mponeng, donde estuvo a 4.000 metros de profundida­d, y corrió medio maratón (21 km) en el lugar considerad­o el más profundo de la Tierra. Cuenta que las condicione­s muy calientes de la mina, versus el invierno en el que estaba el país, hicieron que al salir a la superficie sufriera un golpe de temperatur­as, que lo dejó enfermo para la siguiente parte del reto: llegar al lugar más cercano al sol. Sin embargo, inmediatam­ente tomó un avión de regreso a Ecuador y se dirigió a la cima del volcán Chimborazo (6.280 metros de altura), donde a pesar de su estado de salud logró completar otros 21 km.

Mientras cuenta sobre su logro le pregunto cómo se le ocurren estas hazañas extremas. Explica que las aventuras siempre arrancan en una versión “absurda”, luego se convierten en proyectos y finalmente en realidades que requieren mucho esfuerzo y logística para llevarse a cabo. En esta última, su entrenamie­nto duró un año, y como los destinos presentaba­n diferentes condicione­s climáticas, tuvo que dividir la estrategia. “Los días entre semana entrenaba en Quito con una caminadora dentro de un baño turco, para simular el calor y temperatur­a de la mina. Los fines de semana, en cambio, entrenaba en montañas”, revela. Además, trabajó diferentes aristas como lo físico, psicológic­o, fisiológic­o, fisioterap­ia y nutrición. Enfatiza que en el proceso existe mucha investigac­ión detrás. Por ejemplo, “en el sauna medíamos cuánto sudaba y eso se iba al laboratori­o, para

saber cuántos minerales perdía. Entonces me iban haciendo soluciones líquidas hidratante­s que simulan exactament­e mi sudor”, detalla.

Imprevisto­s que no limitan

En el camino de esta travesía estaba planeado alcanzar dos récords Guinness, sin embargo obtuvo solo uno. No fue por incumplimi­ento de tiempo, pues explica que a pesar de haber acordado previament­e con la entidad Guinness las condicione­s, en el vuelo de Nueva York a Quito le informaron que para recibir el segundo reconocimi­ento tenía que superar la marca de la última persona que subió al volcán en menor tiempo. “El problema fue que yo no podía intentar romper un récord establecid­o, porque quien lo hizo antes no hizo más que eso, en cambio yo ya tenía un esfuerzo previo”. Se refiere a que su reto fue conectar los dos puntos en una sola travesía. Al final, comenta que ni él sabe por qué Guinness cambió de opinión.

Lo cierto es que el imprevisto parece que no le atañe demasiado. En toda la entrevista no deja de sonreír con un aire de ‘extrema’ sencillez, como si aún fuera ese atleta aficionado de hace unos años, pues a pesar de alcanzar el primer récord Guinness deportivo para el país, no ha dejado que este triunfo se le suba a la cabeza. Aunque está orgulloso de haberlo obtenido, recalca que no lo ha cambiado en nada, sigue siendo “el mismo man de siempre”.

Mucho trabajo y éxito

Trotar al límite también tiene sacrificio­s de la misma exigencia. “En este proceso no fui a cuatro matrimonio­s de amigos por entrenar. Los fines de semana estuve por cinco meses en la montaña, lo que significab­a que no podía bajar a Guayaquil donde están mis padres”, contó. Así asegura que las cosas extraordin­arias solo se consiguen con trabajo, disciplina, perseveran­cia y determinac­ión.

A pesar de sus logros, no se considera un atleta élite. Revela que no se la pasa corriendo todo el día como se puede llegar a pensar. “Yo comparto mi vida entre trabajo, familia, mi novia, amigos. Soy un man más normal de lo que la gente cree”. Sin embargo, las montañas ya le han dado pistas de cuál será su próxima hazaña, pero prefiere mantenerla en secreto. Lo cierto es que por cosas del destino, Millán terminó corriendo más de 50 km, conquistan­do lugares extremos en el mundo. Con él queda claro que la vida puede cambiar mucho en cuatro años, pues nunca es tarde para correr por los sueños.

La inmensidad del éxito está conectada con la inmensidad del sacrificio”.

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