Nuestra primavera
Como no ocurrió en la década pasada, una oleada de denuncias de corrupción al más alto nivel inunda las páginas y espacios de los medios de comunicación. Siendo periodista activa no alcanzo a procesar la maraña de acusaciones, señalamientos de delitos, revelaciones que causan incluso náuseas. ¿Acaso no sintieron, amigos lectores, arcadas de rabia cuando el principal delator del escándalo de Odebrecht dijo que el vicepresidente hasta le había pedido un millón de dólares para la campaña de 2014? Que se reunían tres veces al año, que su visita no se registraba en la Vicepresidencia, que incluso le hacía las cartas para ciertos petitorios… Las acusaciones de José Conceição Santos parecerían ‘tiradas de los cabellos’, pero NO cuando en otros países vecinos funcionó una red de corrupción parecida, que alcanzó los más altos niveles de la administración pública. Así parecía entenderlo el presidente Lenín Moreno, cuando respondió a Camilo Egaña de CNN sobre el escándalo de Odebrecht: “Si en otros países hubo, ¿hemos de pensar que en Ecuador no?”.
La trama de corrupción de la constructora brasileña ha sido uno de los grandes desafíos que empezó enfrentando el gobierno de Lenín Moreno. Ante los ojos de los ecuatorianos él está forjando allí su marca. Será el resultado de cómo maneja y direcciona dicho escándalo, sin caer en el irrespeto al Poder Judicial, pero sin permitir que se diluya, se disfrace o se minimice en esas estrategias comunicacionales que se usaron ayer para silenciar terribles verdades.
El presidente Moreno lidera hoy una consulta popular para dar luz verde a cambios que el país requiere, pero mientras discurren los tiempos que demanda esa consulta, es el fiscal general quien debe estar en los ojos del mandatario y en los ojos del Ecuador entero, envestido con la enorme dignidad de quien lidera el combate a la impunidad. Como lo escribió Juan Carlos Calderón en Twitter: “A Carlos Baca Mancheno en este momento no lo mira el país, lo mira la historia”.
Leo declaraciones al respecto de Marcela Aguiñaga y en esta ocasión estoy de acuerdo con lo que dice: que el fiscal general actúe sin presiones políticas, pero con prisa, le agrego yo, y sin la discrecionalidad que ha primado en los últimos tiempos; sin permitir que nadie pretenda manejarlo desde adentro o desde afuera.
Es el tiempo de nuestra primavera. Por ella hemos esperado largos años. Tenemos el derecho y la ilusión de ver renacer la justicia, la verdad, la esperanza.