Cansados de laborar solos
Daniela Peralvo, de Impaqto; Aldo Arellano Ycaza, CEO y cofundador de Invernadero; y Sebastián Romero, copropietario de Panal, coinciden en que una de las razones para crear estos espacios es que la gente estaba cansada de laborar en casa, en un café, sola y limitando sus probabilidades de crecimiento. Se percataron de que había emprendedores dispersos y empresas que gastaban mucho en servicios básicos y no se concentraban en sacar adelante su proyecto.
En Ecuador y en el mundo el coworking cubre todo eso y ofrece al usuario flexibilidad en los alquileres, Internet, servicio de recepción y uso de las salas de reuniones. En Guayaquil el precio oscila entre $ 100 y $ 250 al mes (en el mundo, el promedio entre los más conocidos es de $ 200), a diferencia de alquilar una oficina, que puede costar más de $ 1.000, sin contar gastos de agua, luz, limpieza…
El usuario que alquila espacios compartidos tiene entre 23 y 45 años y pertenece a la generación milenial (23-35), pero también a la X (36-52). Son emprendedores, profesionales autónomos, freelancers y pymes. Quieren trabajar independientemente, pero nunca solos. Buscan compartir conocimientos, formar comunidad y tienen visión de crecimiento.
María del Carmen Garay, propietaria de Plataforma, dice que entre las dos generaciones no hay mucha afinidad, pero en estos lugares se trata de que puedan trabajar juntos. “La misión es construir puentes, porque los milenials tienen el impulso de ser independientes, pero necesitan el cúmulo de experiencia que las otras generaciones pueden aportar”.