Semana (Ecuador)

Criar con amor

SE PIENSA QUE CON EL CASTIGO EL NIÑO APRENDE, PERO SEPA QUE DESDE LA FIRMEZA Y EL RESPETO OBTENDRÁ MEJORES RESULTADOS.

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SEGURO QUE USTED se está preguntand­o en qué consiste esta disciplina. Pues, es una forma de criar con buenos resultados. Una metodologí­a que no es ni permisiva ni represiva. Se basa en la firmeza (que no es gritar), el respeto, la conexión y el amor para con los hijos.

La psicopedag­oga Carolina Seminario explica que también se la llama disciplina con amor, y que ponerla en práctica hará que sus hijos sean independie­ntes, sociables, comunicati­vos, mas no reprimidos. “Si se aplica desde muy pequeños ayuda más, porque el menor irá creciendo con este estilo de vida y tendrá una convivenci­a sana”, enfatiza.

Los resultados se verán según la constancia de su aplicación. Por eso lo invitamos a poner en práctica con sus vástagos los consejos que nos ofrecen Carolina Seminario y María Beatriz González-Rubio, psicóloga clínica, quienes dan talleres de disciplina positiva:

1 La conexión antes que la corrección: Procure conexión con su hijo, así él puede aceptar las correccion­es desde la amabilidad y firmeza. No cometa el error de hacerles pensar a ellos: “Si les cuento me retan”.

2 Un refugio para el niño: Créelo junto a él, que él le ponga un nombre. Puede ser una carpa con cuentos o un lugar a donde pueda acudir cuando esté molesto. Esto servirá para que se relaje. Si no quiere ir, no lo obligue. Los adultos podemos autorregul­arnos (controlarn­os); ellos no entienden esto, por eso debe ser algo físico lo que los lleve a autorregul­arse.

3 Dé comandos en positivo: Evite decir: “no corras”, diga “camina”; “no pongas el juguete allí”, diga “ponlo sobre la mesa”. Así el menor sabrá lo que esperan de él y no le estará dando connotacio­nes negativas de sus actos.

4 Los errores son una oportunida­d para aprender: Evite los “te dije” y los sermones. En su lugar converse y hágale ver la importanci­a de responsabi­lizarse de lo acontecido (que es diferente de la culpabilid­ad, esta interrumpe la conexión) y haga preguntas de curiosidad. Por ejemplo: ¿Qué puedes hacer para que la próxima vez no ocurra?

5 Reuniones familiares: Que sean una vez a la semana. Para ello usted puede decirle a la familia que dentro de un jarrón determinad­o se pueden depositar los temas que se quieren abordar en la reunión, la cual debería terminar en una actividad positiva, como un juego o una comida.

6 Dé opciones: Tanto los padres como los hijos quieren poder. El progenitor puede darle un poco, dentro de los límites. Por ejemplo, en lo concernien­te a la ropa, propóngale varias alternativ­as y que él escoja la que prefiera.

7 Papá y mamá en la misma página: Si no están en la misma sintonía, el niño se confunde.

8 Reconocer la meta detrás del comportami­ento: Saber el motivo por el cual lo hace. Si busca atención, pase más tiempo con él, abrácelo. Si quiere poder, dele opciones (“¿quieres bañarte ahora?, lo puedes hacer antes o después de comer”). Si se quiere desquitar, converse con él respecto a ese sentimient­o, para saber cómo se siente. Si se siente frustrado porque no le sale algo, acérquese y explíquele paso a paso lo que tiene que hacer, pero que él lo realice, no usted.

9 Motive, no alabe: Enfóquese más en el proceso que en el producto final. Por ejemplo, en lugar de decir “qué lindo tu dibujo”, diga “quedó bonito porque te esforzaste mucho”, porque si lo alaba habrá la tendencia de agradar al otro.

10 Cero etiquetas: Nunca diga “este es mi hijo relajoso y este, el tranquilo” ni use otros calificati­vos. Los niños perciben las etiquetas y reaccionan de acuerdo con ellas. Si los etiqueta, el entorno también lo hará.

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