Un amor que permanece
Hace dos meses Lidia Carrasco, madre de Xavier Macero (hijo único), falleció. Pero este joven consultor de empresas, en lugar de sumergirse en la melancolía, sabe vivir con alegría la partida del ser que lo crio con amor y sola. Dice que la unión que tenía con ella fue tan fuerte, que lejos de apagarse se transformó. “La muerte no es un fin, sino un camino superior, pues permanece en mi corazón. Eso he sentido con mi mamá. No me ha dejado, su presencia está en mí y en sus legados, como el grupo de oración, que lleva su nombre, en honor a esta creyente que se oponía a su disolución”. Ahora Xavier lidera esta y otras obras que su madre dirigía con amor, como las novenas navideñas, un servicio que brindan los Carrasco a los niños pobres y vulnerables de Mapasingue Oeste.
En las palabras de Xavier no hay tristeza, tampoco guarda luto vistiéndose de negro. ¿Pero cómo superó la muerte de su progenitora? Al preguntarle esto, hace la siguiente corrección: “Tú superas algo cuando has perdido algo. Yo solo vivo este nuevo momento de presencia diferente, en la obra, en la gente que la tiene en sus corazones. Reconozco que lloré, pero no hubo dolor, eso no es humano, eso procede de Dios”.
Su propósito fue hacerla feliz, confiesa, y ahora quiere seguir complaciéndola, siendo lo mejor que él puede ser. Por eso aspira a independizarse laboralmente y ser formador de empresarios. Anhela tener una familia y en la parte personal seguir con el servicio y el lema de doña Lida: “Fe, oración y obra”, tres palabras que eran su principio de vida y que hoy son su herencia.