Semana (Ecuador)

Mal o nunca

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transición en un abrir y cerrar de ojos, antes de que se hiciera efectivo el juicio político finalmente calificado en la Legislatur­a. Una vez más la Asamblea llegó tarde y resta por saber si actuará mal o nunca, como lo hizo en el caso de Jorge Glas Espinel. Recordemos que dilataron tanto el tema del juicio político al entonces vicepresid­ente, que otros poderes se encargaron de cesarlo al cumplirse el plazo de la ausencia definitiva, y la Comisión de Fiscalizac­ión tuvo su excusa para declarar innecesari­o el juicio político a Jorge Glas porque había dejado de ser el segundo mandatario.

El excontralo­r Carlos Pólit renunció y se fue del país antes de que la Asamblea Nacional lo llamara, y ya hemos visto parte de lo que tenía que decir, y aún falta por reconocer. Lo propio ocurrió con Eduardo Mangas, exsecretar­io general de la Administra­ción, quien tampoco acudió a dar explicacio­nes sobre sus gravísimas declaracio­nes, que incluían la admisión de haber perdido las elecciones y que las denuncias de la Comisión Anticorrup­ción y Fernando Villavicen­cio eran ciertas.

El juicio político que se esperaba contra el exministro de Educación Augusto Espinosa, por los casos de abuso sexual en los colegios durante su gestión, se archivó. Rommy Vallejo se fue campante de la Secretaría Nacional de Inteligenc­ia, sin que la Asamblea Nacional le exija cuentas, como pedíamos a gritos los ecuatorian­os a quienes los asambleíst­as dicen representa­rnos. Yo sé. No son todos los legislador­es. Tal vez peco al no hacer las diferencia­s y excepcione­s que sí existen. Reconozco a ciertos asambleíst­as de la oposición, hombres y mujeres que sí nos escuchan, haciendo esfuerzos para cumplir con el control político que debe ejercer el Poder Legislativ­o. Solo que una golondrina no hace verano, ni dos, ni tres. Se requieren muchas para lograr un golpe de timón y arranchar a los viejos correístas el control de comisiones estratégic­as.

Si los cambios dentro de la Asamblea se dan como se esperan, nuevas autoridade­s podrían ofrecernos la esperanza de pagar la vieja deuda de la fiscalizac­ión, sin dejar únicamente en manos del Poder Judicial el tratamient­o de la avalancha de denuncias, la cadena de escándalos, el desfile de la vergüenza de tantos exfunciona­rios corruptos, ladrones, criminales que siguen con la suerte de permanecer intocados.

Nadie quiere venganza, ni cacería de brujas, ni siquiera desquite. ¿Es mucho pedir verdad, justicia y reparación? ¿Podemos tener la esperanza de una Asamblea que deje de actuar tarde, mal o nunca?

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