Semana (Ecuador)

El inicio de una hermandad

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Durante los primeros 15 años de carrera su mamá fue su mano derecha, pero desde hace dos décadas Thiago es quien ocupa ese lugar. Ambos se conocieron en una fiesta que el argentino organizó en su casa. Thiago era parte de la organizaci­ón del Sao Paulo Fashion Week, mas al escuchar la propuesta de Laurencio no dudó ni un segundo en aceptar. “Desde ahí no somos socios, sino hermanos. Nos peleamos y vivimos como tales, siendo muy diferentes pero buscando lo mismo: ser felices haciendo lo que amamos”. el país y nunca bajaba las revolucion­es. Pero ese día, los titulares de los tabloides argentinos que estaban acostumbra­dos a escribir sobre los logros del creativo, cambiaron el enfoque de sus textos al informar sobre una trágica noticia que conmocionó al gremio artístico: Laurencio Adot había sufrido un accidente cerebrovas­cular isquémico (ACV).

En este momento de la entrevista, Laurencio, quien habla de forma pausada, debido a la secuela que le dejó la enfermedad, muestra su lado sensible.

Relata que durante el accidente se encontraba en el baño de su casa y fue ahí que súbitament­e su cuerpo se desplomó sobre el piso sin poder moverse un milímetro más. Pasaron los 20 minutos más largos de su vida, hasta que Damián, su pareja, llegó a casa e inmediatam­ente le dio los primeros auxilios. Llamó a emergencia­s y con la guía médica le administró los fármacos respectivo­s para detener la hemorragia cerebral. “No voy a llorar, lo prometí. Me volví muy llorón”, dice mientras contiene las lágrimas.

Luego de eso, Laurencio pasó tres días en coma, tiempo en el cual soñó con su madre Elsa (+). “Vi la luz. Tuve una experienci­a sensorial con mi mamá, quien me dijo: ‘Aún no es el momento’. Fue ahí cuando supe que yo tenía que volver. Soy un milagro de Dios”, cuenta.

Ya al despertar, la lucha por recuperars­e recién comenzaba, pues el ACV dañó parte del hemisferio izquierdo de su cerebro, lo cual hizo que perdiera el habla y la movilidad de la mitad derecha de su cuerpo. Él entendía todo lo que sucedía a su alrededor, pero no podía comunicars­e con nadie. Estaba atrapado en su propio cuerpo.

Amor, el remedio más grande

Durante los tres meses posteriore­s, Laurencio permaneció en el hospital. “Tuve que aprender, desde cero, a caminar, hablar y comer. Sí, me curó el amor. El apoyo de mi pareja, de mi hermano Mariano y de mi socio Thiago Pinheiro (quien lo acompaña durante la entrevista), fue 100 % fundamenta­l para mi recuperaci­ón. El ACV es una enfermedad, pero no se está muerto. Si cuidas a alguien que la atraviesa, lo más importante es darle afecto: mimos, abrazos o un beso. Hay que aprovechar la mínima oportunida­d de mejorar, sin dejar de soñar”, acentúa.

Además, la moda también jugó un papel clave en esa etapa. Relata entre risas que, escondido bajo las sábanas de la cama del hospital, siempre revisaba las redes sociales para informarse de lo que pasaba y subía fotos para que las personas sepan que estaba bien.

Se viste de sensibilid­ad

En todo momento Laurencio sonríe. Está en paz y feliz. Hoy es un hombre de ‘dar’, pues su dicha se refleja en las acciones que hace con el objetivo de ayudar a los otros.

Reconoce que viene de una familia acomodada de clase alta (con más de cien años de historia en la industria textil argentina), y por eso asegura que tras el accidente, ahora más que nunca, es un ser recíproco con la vida y sirve al prójimo. “Hoy devuelvo, no pido. Con los desfiles benéficos, Thiago y yo pudimos hacer una clínica de rehabilita­ción de drogas y problemas mentales para 170 personas en Gálvez de Santa Fe (zona de narcotráfi­co), construimo­s 14 comedores escolares en varias provincias y constantem­ente fusionamos la moda con proyectos sociales”.

Sobre este último punto, con voz ávida Thiago manifiesta que en marzo presentará su nuevo desfile con la colaboraci­ón de los indígenas de Puerto Iguazú. Ellos serán los encargados de diseñar todos los accesorios con metales, semillas, madera y otros materiales autóctonos.

Además, durante su paso por el país ambos recibieron un reconocimi­ento por parte de la Cruz Roja Ecuatorian­a, debido a su trabajo benéfico en Argentina. “Ayudar debe ser parte de la moda para que no sea tan frívola”, dice Thiago. Laurencio agradece cada día estar vivo. Sabe que Dios le dio otra oportunida­d y no la piensa desaprovec­har.

Pese a su eterno amor por Latinoamér­ica, Laurencio reconoce que por primera vez visita Ecuador, con el objetivo de transmitir su pasión por la moda a través de un desfile en Manta. En el evento, presentó diversas creaciones de alta costura, pret-a-porter y un preview de la colección de invierno que saldrá oficialmen­te en marzo en Argentina. “En esta primera visita, Thiago y yo hemos quedado enamorados de la ciudad. Me voy con las ganas de volver y la esperanza de montar mi primera tienda en Guayaquil. Me han ganado como un hijo y cuando regrese, haré trabajo de beneficenc­ia. Ese es el centro de mis acciones”, puntualiza Laurencio.

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