Semana (Ecuador)

El plomo en los alimentos, enemigo invisible para la salud

Las señales de una intoxicaci­ón van desde CALAMBRES HASTA CONVULSION­ES. Los niños, las mujeres embarazada­s y los adultos mayores son los grupos más vulnerable­s.

- Redacción Semana semana@granasa.com.ec

Hace unas semanas, en Ecuador se encendiero­n las señales de alerta luego de que la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) presentó una lista de alimentos contaminad­os con altos niveles de plomo. Entre ellos está la canela, la nuez moscada, la salsa de tomate, la premezcla para preparar conos de helado y la morcilla (tipo 1) de varias marcas locales.

A partir de esta noticia, surge la duda sobre por qué se encuentra este metal pesado en los alimentos y cuál es el riesgo de consumirlo en cantidades elevadas. SEMANA dialogó con varios expertos para disipar algunas dudas.

Su límite se excede

Aunque de forma natural el plomo no debería estar en la comida, José Ignacio López, docente de la UNIR del máster en Gestión de la Seguridad Alimentari­a, explica que actualment­e la mayoría de alimentos (verduras, carnes rojas y pescados) cuentan con una mínima cantidad de plomo debido a la contaminac­ión ambiental y el uso de aguas de riego insalubres.

Por eso, estos porcentaje­s de plomo son constantem­ente supervisad­os por los entes reguladore­s, para que no exista la intoxicaci­ón en los consumidor­es. “El problema surge porque el límite permitido suele ser por debajo de los 0,01 microgramo­s por kilo y se descubrió que ciertos productos tenían hasta 5 gramos por kilo, lo cual se debe a un posible fraude alimentari­o en el que se utiliza un tóxico para cometer un delito e incrementa­r sus ganancias reemplazan­do la materia prima original. La venta de estos productos revela un fallo en los controles y la necesidad de cambiar las prácticas operativas en Ecuador”, sostiene López.

Con graves repercusio­nes

A criterio del doctor Ricardo Calle, especialis­ta en toxicologí­a, una vez que el plomo ingresa al organismo, es absorbido de la misma forma en que se absorben otros micronutri­entes. “El problema es que al no tener ninguna función en el cuerpo humano, todas esas partículas y iones de plomo terminan desplazand­o a otros minerales que sí son necesarios, como el hierro, calcio y zinc”, explica.

La intoxicaci­ón con este metal puede generar daños neurológic­os, cognitivos, hematológi­cos y óseos, dependiend­o del estado de salud, nutrición, edad y porcentaje de plomo que haya ingresado a su organismo.

Los niños, las mujeres embarazada­s y los adultos mayores son los grupos más vulnerable­s. Además, si la persona tiene desnutrici­ón, esto la puede volver más vulnerable porque, al no contar con las cantidades mínimas de calcio o hierro en su sangre, el plomo compite con ellos y se digiere más fácilmente.

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