Semana (Ecuador)

José Solines “Siempre voy a invertir en Ecuador”

El hombre al frente de Solines Soluciones CRECIÓ ENTRE EL BARRIO DEL ASTILLERO Y URDESA. Un accidente en automóvil acrecentó su fe y por ayudar a los demás ha hecho hasta ataúdes.

- Redacción Semana semana@granasa.com.ec

Varios planos de proyectos residencia­les y comerciale­s destacan sobre la mesa de trabajo del abogado José Solines. Había acabado la reunión con su equipo de trabajo como cada lunes.

“En la época que yo era muchacho había casas grandes, l as tierras costaban poco, no había televisión y no recuerdo que haya habido seguros para vehículos”, comenta a modo de anécdota.

Hoy, sus días los dedica a construir casas, condominio­s y plazas, o como él menciona, a “construir sueños”, bajo el nombre Solines Soluciones.

“Soy guayaco”, dice cuando se presenta a sí mismo. De muy chico vivió dos años en el barrio del Astillero y luego en Urdesa. “En aquellas épocas el barrio era como una hacienda. Se veía muchos caballos y burros, y nosotros le poníamos un costal encima y ya teníamos paseos gratis… Paseábamos también por el estero Salado en balsas, comíamos ostiones a la altura de Sí Café y no teníamos más distractor­es que l o que salía de nuestra imaginació­n”.

A la edad de los 7 ya sabía lo que era trabajar. “Mi padre tuvo una época difícil y se puso a vender productos alimentici­os. Así que yo subía estos a la parrilla de mi bicicleta y salía a repartir y cobrar para ayudarlo”, recuerda. Por eso no hay calle de Guayaquil que no conozca.

Desde esa edad trabajó y no ha parado. “No tengo tiempo para gastarlo en cosas vanas”, asegura. En el camino vino primero un estudio jurídico que lo formó con su hermano Pedro. “Estudié Derecho con la idea de ser un abogado de convenios no de litigar”, explica. Entre los clientes tenían a tabacalera­s, empresas importador­as, exportador­as, tarjetas de créditos … “Hasta que un día dije, no me voy a lucrar con la desgracia de los demás”, puntualiza.

Así fue como viró la página y se adentró en lo que él dice haberle gustado siempre: crear y hacer innovacion­es. A esto lo llamó Solines Soluciones. Pero no iba solo. Lo formó con sus hermanos, Pedro y Alfonso, su esposa Angela e hijos José, Juan, Fiorela y Nicole. “La unión hace la fuerza”, asegura sin dejar de mencionar desde l os albañiles hasta los arquitecto­s y añade que después de 32 años en el negocio se siente “un hombre de éxito, no por lo poco o mucho que he construido sino porque duermo tranquilo. Siento que he cumplido con Dios, l as familias y conmigo mismo”.

{Ecuador es el más seguro para invertir pese a todo lo que vivimos. Y además, recordemos que este país está consagrado al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María”

De un accidente automovilí­stico a la fe

Los cuadros y fotos en su despacho denotan su esencia familiar. “La llegada de mis hijos y nietos me ha impulsado mucho a seguir adelante”, expresa. Pero siempre con la fe. “Soy entregado al Padre, Hijo, Espíritu Santo y la Madre Celestial”, confiesa y añade “si yo no entregara mis días a Dios las cosas no saldrían milimétric­amente como Él quiere”, dice.

Por eso no se queja aunque los momentos se tornen difíciles a nivel personal o familiar. “Hace 10 años tuve un accidente automovilí­stico donde me fracturé el esternón, se me reventó un pulmón y más que la recuperaci­ón física, me costó la psicológic­a porque entendí que eso que pensaba que no era bueno sino malo, fue decisión del Señor y es lo mejor que puede haber pasado”.

Ataúdes y comedores para ayudar

Tanto él como su esposa están comprometi­dos con la labor social. En pandemia vino su trabajo más fuerte. “Cierto día vi en el diario que cada ataúd costaba $ 1.800, y en ese momento llamé a un maestro de mi equipo que trabaja con madera, y empezamos a hacer ataúdes para donarlo a la gente que no tenía. Tuvimos la oportunida­d de enviar a Balao, Libertad, Salinas y gente humilde que conocemos… Allí me di cuenta de que esas acciones son bendecidas por el Señor”.

Este año, junto con su esposa están terminando un comedor para niños y ancianos indigentes en el cantón de Samborondó­n. “Si todos los seres humanos cambiáramo­s el `primero yo, segundo yo y tercero yo' para pensar en los demás, tendríamos un mundo diferente”, concluye.

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