Semana (Ecuador)

María Isabel Fuentes “Las arquitecta­s también estamos preparadas para construir”

LA SUPERVIVEN­CIA EN SUS INICIOS, LOS RETOS COMO MUJER y también sus pasiones por la música electrónic­a, el chi kung y lo espiritual son parte de la esencia de esta arquitecta.

- Gianella Muñoz semana@granasa.com.ec

LMis primeros proyectos fueron de interioris­mo porque eso es lo que le daban a las chicas. Era un trabajo menor y hasta el día de hoy se maneja el paradigma de que la mujer no está para grandes obras”.

as texturas, formas y proporcion­es son parte de los elementos que generan emociones a quienes transitan o se toman `selfies' en los diseños arquitectó­nicos de María Isabel Fuentes Harismendy.

La estructura geométrica del paso peatonal de Los Ceibos, las elegantes salas de cine de la ampliación del Riocentro, así como del centro comercial El Dorado son algunos de los espacios cuyas fotos se pueden ver en su oficina.

Cuando habla sobre ella se remonta al país del sur. Llegó desde barco con su familia en la década de los 70 durante el gobierno de Salvador Allende. “De repente aún me sale el acento chileno”. Se ríe.

Es en Guayaquil y Samborondó­n donde ha desarrolla­do la mayoría de sus proyectos arquitectó­nicos, inspirada por los detalles patrimonia­les, el clima y la vegetación costeña, a los que le ha sumado su gusto por lo contemporá­neo.

Ya son más de treinta y cinco años de trayectori­a, que en palabras de ella ha sido también un abrir camino para más mujeres en la profesión. Con actitud y gran esfuerzo, logró edificar no solo su carrera, sino también su proyecto personal como mujer y madre.

Entre Guayaquil y Samborondó­n

Pertenece a la generación de arquitecto­s que ha tenido a la ciudad como fuente de informació­n. “Me vinculé profundame­nte con los detalles costeños y en la actualidad los plasmo en algunas obras de Samborondó­n donde se exige bajo decreto hacer arquitectu­ra clásica. Entonces allí explayo mi homenaje a lo patrimonia­l, como por ejemplo, la reja ornamental de la década de los 60, la he usado creando ingresos y portales hasta 8 metros de altura”, explica.

Su trabajo también ha estado puesto en intervenci­ones público privadas como la obra de reconstruc­ción del paso peatonal de Los Ceibos tras el choque de un tráiler en el 2018. Dice que hubo quienes dudaban que esta obra se mantenga debido a los grafitis o daños que podía hacerle la gente. “Pero yo no creía eso. Si uno construye un buen espacio, las personas se animan y

lo cuidan. Creo que los arquitecto­s tenemos un papel importante en la suma de la construcci­ón de identidad y autoestima de quienes habitan la ciudad”.

En cuanto a la seguridad, menciona que hay mucha responsabi­lidad y esfuerzo por generar una arquitectu­ra que mantenga identidad. “No creo que la solución sea aislarnos urbanament­e y enrejarnos cada vez más; generando verdaderos encierros que no nos permiten disfrutar de la ciudad libremente. Guayaquil tiene la infraestru­ctura para poder sostener proyectos renovados, y cuando se supere la insegurida­d, pienso que el centro deberá ser cuestionad­o una vez más pa

ra recuperarl­o y que resulte atractivo por su riqueza urbana, su dinamismo y su natural relación con el río”.

Derribando estereotip­os

Empezar a trabajar en un entorno predominad­o por hombres no fue nada fácil.

“Mis primeros proyectos fueron de interioris­mo porque eso es lo que le daban a las chicas. Era supuestame­nte un trabajo menor y más femenino, incluso hasta el día de hoy se maneja el paradigma de que la mujer no está para grandes obras”, explica.

De ahí que se fue vinculando también con la docencia universita­ria “por superviven­cia, pues algo tenía claro, y

era que no iba a buscar trabajo en otra rama. Yo quería vivir de la arquitectu­ra, como sea, aunque sea difícil”, añade.

Su primera obra grande fue en la playa entre finales de los ochenta, y por muchos años trabajó en Punta Blanca, Punta Barandúa, Olón y Las Núñez, enfocada en casas y marcando su estilo que en ese tiempo lo pensaba como posmoderno. “Y al mismo tiempo marcando el hecho de que las arquitecta­s también estamos preparadas para construir”.

A la par, dedicaba el tiempo a la maternidad. “Casi que me transformé en mamá-papá… Aun viniendo de una familia conservado­ra, soy la única divorciada y la única profesiona­l activa dentro de un familión”, menciona.

El poder conjugar sus roles de madre, hija, pareja y profesiona­l le generó aprendizaj­es. “Muchas veces se volvió difícil, pero aprendí a ser también la arquitecta de mis días, a construirm­e en múltiples aspectos y me sigo construyen­do en todos los ámbitos como un desafío personal. Creo que la vida propia es la mejor obra”, concluye.

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FOTOS: GERARDO MENOSCAL
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El paso peatonal de Los Ceibos conjuga lo funcional con el estilo contemporá­neo de la arquitecta.
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Sus obras residencia­les recogen detalles arquitectó­nicos de la identidad local de la costa.

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