Semana (Ecuador)

Un break con Niels Olsen

SIEMPRE SONRIENTE, EL MINISTRO DE TURISMO abre las puertas a SEMANA para compartir cómo son sus días libres, lejos de papeleos y reuniones de trabajo.

- Redacción Semana semana@granasa.com.ec

Auna hora de Guayaquil, en la autopista Naranjito Bucay, a mano derecha, un letrero de madera y metal con muros de piedras agarradas estratégic­amente con una malla y un portal de madera dan la bienvenida a la hacienda La Danesa. El lugar no es solo conocido por ser un espacio para el ganado y el sembrío de caña de azúcar y teca. También es la residencia familiar del actual ministro de Turismo, Niels Olsen, quien nos abre las puertas de su hogar para conocer cómo pasa él una tarde libre, hora tras hora.

El ambiente

Después de ingresar por la entrada principal, cual avance de película que no muestra todo sino cortos de lo que se verá, los alrededore­s muestran un campo bañado por rayos de sol a los costados del sendero hecho de grava, pero esa luz no alcanzaba a tocar el camino por las voluptuosa­s copas de los árboles que acordonan la vía.

Al llegar, lo primero que se ve son los establos de una estructura de concreto. Justo al lado, está el restaurant­e que también sirve como bar.

14:00. Un saludo cálido

El diseño interior del restaurant­e es una mezcla perfecta entre tonos tierra y troncos de madera. Niels entra por la puerta grande. Viste una camisa blanca, jeans y zapatos deportivos. Saluda a todos con una sonrisa y con la confianza de alguien a quien se conoce hace buen tiempo.

“¿Qué tal?, ¿cómo están?, ¿ya almorzaron?, ¿quieren un café? Porque yo sí quiero uno”. La hospitalid­ad le fluye con naturalida­d. Se sienta y, con semblante relajado, dice: “Llegué ayer, pero pasé todo el día `hibernando'”.

15:00. De la palabra a la acción

Entre vasos de agua con hielo para aligerar el calor de la tarde, el ministro se toma el tiempo para describir algunas de sus actividade­s en la hacienda. Por ejemplo, cuenta con emoción que disfruta al máximo montar a caballo con su esposa, Romina Miraglia, y sus hijos Oliver (4) y Vittoria (2). También están los paseos en bicicleta con Oliver, subido en el frente, hasta llegar a un río donde hacen tubbing o nadan.

No todo queda en palabras. Niels se levanta y se dirige al establo, de donde regresa sobre un caballo cuarto de milla pinto. Lleva botas de cuero desgastada­s, que no son

de él, sino de su padre. Usualmente no las usa para montar, lo hace con zapatos deportivos, confiesa.

16:00. Los caballos no se hicieron esperar

“Mi caballo es Tamarindo (un cuarto de 1/8 de milla), pero me prestaron a Indio, porque es uno de los mejores que tenemos”, explica mientras le palmea el dorso. “A él le dan mucho más cariño que a mí”, admite con buen humor mientras se arregla el cabello.

Varias vacas salen todas a pastar, mientras que a lo lejos vienen trotando tres caballos con sus respectivo­s jinetes. El primero, su papá; el segundo, su hermana; y el tercero, su sobrina, a quien siguen dos pastores alemanes. Entre risas y alguna que otra broma, lo saludan.

Al culminar el paseo, se acerca a su papá y a su sobrina, quienes están ayudando a Vittoria a montar a caballo. “Todas las tardes a esta hora sale a dar una vuelta”, explica mientras cariñosame­nte le acaricia la espalda.

A ellos se integra Romina, quien es especialis­ta en entrenamie­nto canino. Viste una blusa holgada blanca de tiritas que combina con unos pantalones y zapatos beiges. Lo saluda con un beso en la mejilla y él la abraza mientras le hace una que otra broma. “Ella es mi esposa Romina”, nos dice. Luego la mira a ella: “Romina, saluda y di `Hola, soy la esposa de Niels Olsen'”. Ambos ríen.

17:00. El tiempo vuela mientras se juega

Todos se dirigen a la casa familiar, cuyo frente está dominado por una amplia escalera que dirige al porsche. Ahí, sentados en la salita de estar, están el papá y los sobrinos de Niels, quienes miran cómo Oliver y Vittoria dan de comer maíz a unos pavos reales y a una gallinas de Guinea.

Mientras ellos juegan, los demás se alistan para ir al río.

Con zapatos deportivos, leggins y botas de lluvia, se montan en un carrito de golf. “Usualmente usamos la bicicleta, pero por el tiempo vamos a ir en este carrito”, explica Niels.

17:30. Con los pies en el agua

Un poco antes de la entrada principal que colinda con la autopista, se desvían por un camino improvisad­o que conduce a un riachuelo de agua cristalina.

Todos se sacan los zapatos. Niels, con su hija Vittoria en brazos, desciende lentamente,

sin contar con que se iba a hundir en el lodo, hasta la mitad de la canilla. ¿Y las botas de lluvia? Se habían quedado en la orilla.

Ante el inesperado suceso, ríe y lamenta no haberse remangado el pantalón. Romina, entretanto, ayuda a su hijo Oliver a bajar, mira a su esposo y, negando con la cabeza, le dice: “Esos pantalones van a la basura”. Niels le responde con tono despreocup­ado: “No, solo se los lava y ya”.

Ya en el riachuelo, él baja a su hija y explica que “el agua está deliciosa. Justamente en épocas lluviosas, se cierran las compuertas, el agua se vuelve transparen­te y se forman estas playitas”.

La tarde casi está cayendo. Los planes de la noche son reunirse y tomar alguna bebida en familia. Compartir anécdotas y cómo les fue durante el día.

El encuentro termina. Y quedan registrado­s los momentos del ministro y su familia en la `hacienda, slash, hotel, slash, hogar', como llama Niels a La Danesa.

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