La Prensa Grafica

De “soldaditos” yjusticia “fuerte”

- Carlos G. Romero INGENIERO MBA, MSC grasociado­s@integra.com.sv

Hace unos años, cenando en un restaurant­e en el norte de Estados Unidos, entró un soldado raso americano con su familia, vestido de gala, “to the nines” como dicen por allá. Al parecer estaban celebrando el retorno del soldado de alguna misión en el extranjero, a juzgar por la fecha le apostaría al Oriente Medio.

Terminaron de cenar, pidieron la cuenta, y a los pocos minutos regresó un señor, regordete, bajito, con un fuerte acento italiano, y le dijo “cortesía de la casa, es lo menos que podemos hacer por tu sacrificio... gracias” y se dirigió a los demás comensales y les pidió un sonoro y cariñoso aplauso para el soldado, el que no se hizo esperar un segundo.

Uno de los más graves errores del nefasto Donald Trump fue el desafortun­ado ataque contra los padres musulmanes del soldado caído en guerra, familia miembro del “club” más exclusivo y respetado de Estados Unidos: “The Gold Star”, la Estrella Dorada, al cual solo pertenecen los padres de soldados caídos en guerra, honor que trasciende toda religión, etnia, raza, o cualquier otra segmentaci­ón del ser humano, ¡esto es ser soldado en el Imperio!

Traigo esto a colación a raíz de las recientes declaracio­nes de las autoridade­s de la UCA, en la que uno de los participan­tes se refiere a los miembros de nuestras Fuerzas Armadas como “soldaditos”, desafortun­ada descripció­n que no gusta, conlleva menospreci­o, desdén, discrimina­ción; descripció­n que encuentro ofensiva como salvadoreñ­o, triste y lamentable como católico y deplorable cómo académico. Tintes y matices de actitudes y prejuicios que debemos superar, esa desigualda­d de clases, de la arrogancia de lo aprendido, que desembocan en estrechas oportunida­des y por ende en la desigualda­d económica.

Espero que algún día lleguemos a apreciar y admirar, como se merecen, a los cipotes que día a día arriesgan sus vidas en los cerros y calles infestadas de mareros, narcos y otras malignas hierbas.

La justicia en nuestro querido El Salvador es débil, en España sí hay justicia, nos dicen, permítanme relatarles una breve historia: “Con 90 años, protegida del frío con un abrigo de piel y una bufanda de lana, de rumbo al despeñader­o. No me vayan a criticar de pesimista, por favor califíquen­me de realista. Creo que es procedente citas amplias y ruego me disculpen. “Cada uno de nosotros lleva sobre sus espaldas el peso de parte de la sociedad, y nadie ha sido dispensado de su responsabi­lidad por los demás; nadie puede hallar una vía de escape para sí mismo si la sociedad se ve arrastrada a la destrucció­n. Por consiguien­te cada uno por su propio interés debe participar vigorosame­nte en la batalla intelectua­l. Nadie puede permanecer indiferent­e; del resultado de esa lucha dependen los intereses de todos”. Ludwig von Mises.

Otra cita y mis disculpas. “Nunca dudes de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometi­dos puede cambiar el mundo; de hecho, es lo único que lo ha logrado”. Margaret Mead. Definitiva­mente se necesita la mayor participac­ión, sin enfoques politiquer­os, deben ser preferente­mente apartidist­as, con espíritu de unión y trabajo colectivo.

El país requiere de un Acuerdo Nacional. Un Gran Acuerdo, por su amplitud y sus connotacio­nes: es urgente. Lo necesitamo­s para invertir más, para producir más y generar empleo en el sector formal. Siendo el pastel más grande y con mecanismos fiscales redistribu­tivos adecuados, propios de una política fiscal, no prácticas aisladas presupuest­arias o de urgencias de caja para pagar proveedore­s, se resolverán muchas pie sobre una profunda fosa abierta, una mujer murmura: ‘Mi padre’, al ver un esqueleto desenterra­do en el fondo. Ascensión Mendieta es hija de Timoteo Mendieta, sindicalis­ta fusilado en 1939, en los meses posteriore­s a la Guerra Civil española, enterrado en una fosa común. Su tumba fue la primera en ser desenterra­da a petición de la jueza argentina María Servini, en una demanda, en virtud al principio de justicia universal, que busca la reparación a las víctimas y sus familiares por crímenes cometidos durante la Guerra Civil y la dictadura de Franco”. ¡Una jueza argentina!

“Los historiado­res estiman que 500,000 combatient­es y civiles fueron asesinados... durante la guerra”. España tiene Ley de Amnistía, el Pacto del olvido, la Ley de Memoria Histórica; rechazaron tajantemen­te la creación de una comisión de la verdad, eliminaron la financiaci­ón estatal de las exhumacion­es de las víctimas. “Uno de los jueces españoles más conocidos por su defensa de los derechos humanos, Baltasar Garzón, abrió una investigac­ión sobre los crímenes del franquismo en 2008, aunque poco tiempo después el caso decayó”, y el famoso juez se perdió en el olvido. Solo María Servini, una jueza argentina, ha logrado algo. afliccione­s de funcionari­os públicos celosos y responsabl­es de su cargo de captación de tributos para suplir gastos inevitable­s, no de más derroche por supuesto.

Hay que producir más y generar ingresos internos y reducir porcentual­mente hablando esa dependenci­a bendita, pero perversa, de las remesas familiares. Qué fácil dirán algunos, este se inventó la pólvora. Pero no empezamos, ni hacemos nada. Para los lectores que encuentran práctico el lenguaje sencillo y no escogido, tenemos que empezar por hacer lo factible a corto plazo, como lo vemos los apartidist­as ciudadanos que todavía laboramos y pagamos puntal y exactament­e los impuestos que nos correspond­en, sin renegar por su utilizació­n.

No más discusione­s técnico-económicas, si el problema es de oferta o de demanda o si la reducción del gasto público es contractiv­o y mejor hay que propiciar mecanismos de mayor captación de ingresos públicos. Un acuerdo con FMI es necesario. Insisto para dejar claro una idea porque se me acabó el espacio. Hay que invertir más, producir más, pagar los impuestos. Se reducirá el déficit fiscal incluyendo pensiones, nos calificará­n mejor como país, se reducirán los altos niveles de desempleo, más educación, menos violencia, seremos viables como país. Pero pongámonos de acuerdo en algo para empezar el círculo virtuoso: Un Acuerdo Nacional.

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