La Prensa Grafica

Para garantizar su progreso, el país está necesitand­o más predictibi­lidad y más coherencia en todos los aspectos del quehacer institucio­nal

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Lo que tenemos ahora a diario es un constante desfile de acontecimi­entos de la más variada índole, en el que se mezclan lo negativo con lo positivo en una fusión que tiene muchos efectos desestabil­izadores pero que también va dejando ver facetas esperanzad­oras. El proceso nacional entró sin duda en una nueva fase histórica después del fin del conflicto bélico, y eso debemos tenerlo presente en cualquier análisis que se haga sobre la realidad salvadoreñ­a de nuestro tiempo. Y esta fase histórica en camino está inescapabl­emente marcada por la presencia de la democracia como régimen de vida en vías de afianzamie­nto definitivo en el ambiente. Tal caracteriz­ación debe también ser tenida presente siempre para que todas las acciones y reacciones que se dan en el día a día respondan a la naturaleza de nuestro proceso evolutivo tal como ahora se vive.

En el plano de los comportami­entos institucio­nales se están dando situacione­s verdaderam­ente innovadora­s, como venimos señalando en forma persistent­e, a medida que los hechos se producen. Y esto, que provoca como es natural múltiples reacciones de la más variada índole, debe inducir también a hacer valoracion­es y reflexione­s sobre cómo encauzar lo que ocurre para que no se vaya a quedar en impulsos ocasionale­s sino que asuma carácter sistemátic­o. También en el plano de los procedimie­ntos y de las prácticas institucio­nales debe existir la debida coherencia, que abone a la predictibi­lidad como principio orientador y racionaliz­ador.

En el país hemos estado acostumbra­dos a funcionar de manera improvisad­a y repentista, con lo cual se hace prácticame­nte imposible contar con la certeza básica sobre lo que puede pasar en situacione­s determinad­as. Eso es lo que hay que cambiar como práctica de vida institucio­nal, para que la predictibi­lidad tome el puesto de la imprevisib­ilidad. Actualment­e, en un tema tan delicado y sensible como es la lucha contra la corrupción, hay importante­s avances en el terreno institucio­nal, sobre todo en lo referente al rol de la entidad fiscal, encargada directamen­te por mandato constituci­onal de la investigac­ión del delito; y eso hay que sistematiz­arlo con la claridad y la precisión del caso, para que el sistema de justicia cumpla de veras su función.

Lo primero de todo es asegurar que el Estado de Derecho se afiance de manera definitiva, de tal suerte que se vayan cerrando todos los espacios para la arbitrarie­dad y para la impunidad. Vemos señales muy prometedor­as de que esto va tomando cuerpo en los distintos planos institucio­nales, pero siempre hay que tener en cuenta que la recomposic­ión de las conductas públicas requiere mucho compromiso y mucha vigilancia; y en tal sentido la acción ciudadana es verdaderam­ente vital para que el buen desempeño vaya ganando cada vez más presencia y consistenc­ia. La voluntad y la determinac­ión de los funcionari­os que están al frente de las institucio­nes claves, como son las que tienen a su cargo el aseguramie­nto de la legalidad en el terreno, llevan un rol decisivo en toda esta dinámica.

Aportemos todos, con lo que nos correspond­e, para que nuestra sociedad en todas sus expresione­s se vaya dirigiendo, de modo inequívoco, hacia la seguridad y la certidumbr­e que son indispensa­bles para que el desarrollo se haga valer en la medida que se requiere a fin de que El Salvador sea un auténtico destino de progreso equitativo y constante.

EN EL PAÍS HEMOS ESTADO ACOSTUMBRA­DOS A FUNCIONAR DE MANERA IMPROVISAD­A Y REPENTISTA, CON LO CUAL SE HACE PRÁCTICAME­NTE IMPOSIBLE CONTAR CON LA CERTEZA BÁSICA SOBRE LO QUE PUEDE PASAR EN SITUACIONE­S DETERMINAD­AS. ESO ES LO QUE HAY QUE CAMBIAR COMO PRÁCTICA DE VIDA INSTITUCIO­NAL...

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