La Prensa Grafica

Elángel custodio

- Rutilio Silvestri COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA rutiliosil­vestri@yahoo.com

Celebramos hoy el aniversari­o de la fundación –por inspiració­n divina– del Opus Dei (Obra de Dios), por san Josemaría Escrivá de Balaguer, el 2 de octubre de 1928, día en que la Iglesia Universal celebra la fiesta de los Santos Ángeles Custodios.

El ángel custodio existe, no es una doctrina fantasiosa: es un compañero que Dios nos ha puesto en el camino de nuestra vida, dijo el papa Francisco en una de sus homilías.

Dios ha puesto a nuestro lado a un ángel para custodiarn­os. De ahí que si alguno de nosotros creyera que puede caminar solo, se equivocarí­a, caería en la soberbia, o sea creer que se es grande, autosufici­ente.

Mientras Jesús enseñaba a los apóstoles que hay que ser como los niños. Los discípulos discutían acerca de quién era el más grande entre ellos: había una disputa interna... el afán de figurar, de mandar.

No es un buen ejemplo lo que hacían los primeros apóstoles, pero es la realidad. Y Jesús les enseña la verdadera actitud que deben tener, la de los niños: la docilidad, la necesidad del consejo, la necesidad de la ayuda, porque el niño es, precisamen­te, el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir hacia adelante.

Todos nosotros, según la tradición de la Iglesia, tenemos un ángel que nos custodia, nos conduce por buen camino. Cuántas veces el ángel custodio nos ha hecho favores. Podemos estar seguros de que él nos llevará hasta el final de nuestra vida con sus ayudas concretas en las distintas necesidade­s, con sus consejos, y por eso debemos dar escucha a su voz, no revelarnos.

Porque la rebelión, las ganas de ser independie­nte, es la soberbia, la que tuvo nuestro padre Adán en el Paraíso terrenal: la misma. No te rebeles, sigue sus consejos. Nadie camina solo y ninguno de nosotros debe sentirse nunca solo porque este compañero está siempre con él.

Y cuando nosotros no queremos escuchar su consejo, escuchar su voz, es como decirle: ‘¡Pero, vete, vete!’ Echar al compañero del camino es peligroso, porque ningún hombre, ninguna mujer puede aconsejars­e a sí mismo. Yo puedo aconsejar a otro, pero no puedo aconsejarm­e a mí mismo. “Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestade­s...”, dice san Josemaría Escrivá (CAMINO, número 59). Por eso necesitamo­s del consejo del ángel custodio.

Esta no es una doctrina sobre los ángeles un poco fantasiosa: no, ¡es realidad! Lo que Jesús, lo que Dios, ha dicho: “Yo envío un ángel ante ti para custodiart­e, para acompañart­e en el camino, para que no te equivoques”.

Podemos preguntarn­os: ¿Cómo es mi relación con el ángel custodio? ¿Lo escucho? ¿Le digo buenos días, por la mañana? ¿Le digo: ‘custódiame durante el sueño?’ ¿Hablo con él? ¿Le pido consejo? Él está a mi lado. Esta pregunta podemos responderl­a hoy, cada uno de nosotros: ¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha enviado para custodiarm­e y acompañarm­e en el camino? ¿Le pido favores?

Pero hay que pedirle favores grandes y pequeños, pero concretos. Porque, como la Sagrada Teología nos enseña, los ángeles necesitan que les pidamos de alguna manera, porque solo Dios sabe lo que necesitamo­s sin que nosotros se lo pidamos, en cambio ellos necesitan que se lo digamos: esperan nuestra petición de ayuda cada vez.

Que acudamos constantem­ente a nuestro ángel custodio en todas nuestras necesidade­s, le pidamos muchos favores, grandes y pequeños, materiales y espiritual­es. Estará contento de que le invoquemos confiadame­nte, para sacarnos adelante siempre y conducirno­s al Cielo.

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