Elángel custodio
Celebramos hoy el aniversario de la fundación –por inspiración divina– del Opus Dei (Obra de Dios), por san Josemaría Escrivá de Balaguer, el 2 de octubre de 1928, día en que la Iglesia Universal celebra la fiesta de los Santos Ángeles Custodios.
El ángel custodio existe, no es una doctrina fantasiosa: es un compañero que Dios nos ha puesto en el camino de nuestra vida, dijo el papa Francisco en una de sus homilías.
Dios ha puesto a nuestro lado a un ángel para custodiarnos. De ahí que si alguno de nosotros creyera que puede caminar solo, se equivocaría, caería en la soberbia, o sea creer que se es grande, autosuficiente.
Mientras Jesús enseñaba a los apóstoles que hay que ser como los niños. Los discípulos discutían acerca de quién era el más grande entre ellos: había una disputa interna... el afán de figurar, de mandar.
No es un buen ejemplo lo que hacían los primeros apóstoles, pero es la realidad. Y Jesús les enseña la verdadera actitud que deben tener, la de los niños: la docilidad, la necesidad del consejo, la necesidad de la ayuda, porque el niño es, precisamente, el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir hacia adelante.
Todos nosotros, según la tradición de la Iglesia, tenemos un ángel que nos custodia, nos conduce por buen camino. Cuántas veces el ángel custodio nos ha hecho favores. Podemos estar seguros de que él nos llevará hasta el final de nuestra vida con sus ayudas concretas en las distintas necesidades, con sus consejos, y por eso debemos dar escucha a su voz, no revelarnos.
Porque la rebelión, las ganas de ser independiente, es la soberbia, la que tuvo nuestro padre Adán en el Paraíso terrenal: la misma. No te rebeles, sigue sus consejos. Nadie camina solo y ninguno de nosotros debe sentirse nunca solo porque este compañero está siempre con él.
Y cuando nosotros no queremos escuchar su consejo, escuchar su voz, es como decirle: ‘¡Pero, vete, vete!’ Echar al compañero del camino es peligroso, porque ningún hombre, ninguna mujer puede aconsejarse a sí mismo. Yo puedo aconsejar a otro, pero no puedo aconsejarme a mí mismo. “Conviene que conozcas esta doctrina segura: el espíritu propio es mal consejero, mal piloto, para dirigir el alma en las borrascas y tempestades...”, dice san Josemaría Escrivá (CAMINO, número 59). Por eso necesitamos del consejo del ángel custodio.
Esta no es una doctrina sobre los ángeles un poco fantasiosa: no, ¡es realidad! Lo que Jesús, lo que Dios, ha dicho: “Yo envío un ángel ante ti para custodiarte, para acompañarte en el camino, para que no te equivoques”.
Podemos preguntarnos: ¿Cómo es mi relación con el ángel custodio? ¿Lo escucho? ¿Le digo buenos días, por la mañana? ¿Le digo: ‘custódiame durante el sueño?’ ¿Hablo con él? ¿Le pido consejo? Él está a mi lado. Esta pregunta podemos responderla hoy, cada uno de nosotros: ¿Cómo es mi relación con este ángel que el Señor ha enviado para custodiarme y acompañarme en el camino? ¿Le pido favores?
Pero hay que pedirle favores grandes y pequeños, pero concretos. Porque, como la Sagrada Teología nos enseña, los ángeles necesitan que les pidamos de alguna manera, porque solo Dios sabe lo que necesitamos sin que nosotros se lo pidamos, en cambio ellos necesitan que se lo digamos: esperan nuestra petición de ayuda cada vez.
Que acudamos constantemente a nuestro ángel custodio en todas nuestras necesidades, le pidamos muchos favores, grandes y pequeños, materiales y espirituales. Estará contento de que le invoquemos confiadamente, para sacarnos adelante siempre y conducirnos al Cielo.