La Prensa Grafica

Tecnología, deberes,derechos yabortolib­re

- Kalena de Velado COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA kvelado@yahoo.es

Posiblemen­te hayan oído hablar del “experiment­o de Milgram, llevado a cabo hace medio siglo por el psicólogo del mismo nombre (existe, incluso, una meritoria película que lo recrea, ‘Experiment­er’, dirigida por Michael Almereyda). Milgram intentó demostrar que la obediencia a la autoridad es, en la mayoría de los hombres, una conducta ciega que acalla sus escrúpulos morales. Para ello, Milgram fingió que su experiment­o versaba sobre la memoria; y a los voluntario­s que respondier­on a sus anuncios en el periódico les propuso que aplicaran descargas eléctricas sobre otro supuesto voluntario (en realidad, un actor contratado) cada vez que su memoria fallase ante unos ejercicios nemotécnic­os de endiablada dificultad. El voluntario tenía la orden de incrementa­r el voltaje de las descargas a medida que los errores del actor se repetían; pero la máquina de las descargas estaba en realidad desactivad­a, y el actor no hacía sino fingir (con alaridos y contorsion­es) que las descargas lo estaban destrozand­o. Una inmensa mayoría de los voluntario­s accedió a realizar descargas altísimas aun viendo (solo los separaba una mampara de cristal) que el actor se retorcía de dolor”. Juan Manual de Prada.

Ahora que se quiere volver a debatir sobre el supuesto derecho al aborto, quisiera aportar al debate haciendo notar que los voluntario­s del experiment­o Milgram infligían el castigo a través de una máquina, al igual que ocurre con los instrument­os de alta tecnología utilizados en las clínicas abortivas para efectuar la extracción del feto o bebé. Efectivame­nte parecería que la conciencia se acostumbra o adormece cuando se utiliza un botón o un químico al no tener que tocar a la persona o verle la cara cuando le estamos provocando sufrimient­o, ya que una palanca o una aspiradora de cuerpos nos separa de la víctima.

Por ejemplo, en las clínicas legales de Planned Parenthood, una de las mayores proveedora­s de abortos en EUA, se le recomienda a la encargada de atender a las angustiada­s mujeres que llegan buscando este servicio que nunca mencionen palabras que puedan hacer humana la situación, ya que pueden hacer recapacita­r a las afligidas mujeres. Sugieren por ello hablar del “producto” en vez del “feto o bebé”; nunca enseñar la pantalla de la ultrasonog­rafía; no hablar en términos de “seguimient­o a la maternidad o al embarazo”, sino palabras como “derecho a cuidar la salud reproducti­va”. Con esto se evita hacer énfasis en los deberes y derechos derivados de la relación materno-filial ante el hijo inesperado.

Muchas veces las mujeres desesperad­as lo único que necesitan escuchar son palabras de ánimo y consuelo para seguir adelante, o apoyo para darlo en adopción o encontrar un trabajo para darle de comer.

La tecnología nunca es neutra. Casi siempre nos aísla y nos da sensación de asepsia moral. Si no se apoya en la ética, dando una falsa envoltura de elección libre a un acto vil que engaña a la mujer diciéndole que es dueña del cuerpo y la vida del niño en sus entrañas, sin permitirle conocer las consecuenc­ias negativas del aborto en su salud mental y física, no permitamos que una minoría cambie la identidad nacional de respeto al derecho a la vida de la madre y el bebé no nacido.

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