La Prensa Grafica

Resulta vital para la sana evolución democrátic­a que se garantice en todo momento la respetuosa división de poderes

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HHOY, NUEVAS SITUACIONE­S COMO LA QUE HA CREADO LA LABOR DE LA SALA DE LO CONSTITUCI­ONAL SON REVELADORA­S DE QUE LA INDEPENDEN­CIA INSTITUCIO­NAL VA TOMANDO CUERPO EN EL AMBIENTE, AUNQUE ESO PUEDA PARECER TRAUMATIZA­NTE EN CIERTAS CIRCUNSTAN­CIAS Y REAVIVE LAS RESISTENCI­AS DE SIEMPRE, QUE EN VERDAD SON MOVIDAS POR INTERESES MUY ESPECÍFICO­S.

emos reiterado en distintas ocasiones a lo largo de los últimos tiempos la convicción de que nuestro ejercicio democrátic­o posterior al fin del conflicto bélico ha permitido mantener el esquema político nacional en un estado de salud suficiente­mente estable para garantizar que la normalidad vaya ganando terreno pese a las inconsiste­ncias de recorrido aún existentes.

En el curso de estos casi 25 años de posguerra democratiz­adora se han acumulado deudas institucio­nales de modernizac­ión y de estabiliza­ción, pero el hecho de que haya fuerzas políticas permanente­s es una especie de seguro de normalidad que tendríamos que valorar en su debida significac­ión. Cuando hay inestabili­dad e improvisac­ión en lo que se refiere a la permanenci­a y al surgimient­o de organizaci­ones partidaria­s generalmen­te se acaba en apuestas puramente ocasionale­s, que hacen proliferar lo imprevisib­le.

En el tema crucial de los equilibrio­s en el interior de la institucio­nalidad pública, ha sido de la más alta trascenden­cia el hecho de que la ciudadanía haya venido manteniend­o un reparto de posiciones a través del voto popular que no le da a ninguno de los partidos en juego cuotas de control absoluto. El ejemplo más claro de ello es lo que ha pasado en el Órgano Legislativ­o en los últimos 30 años: ningún partido ha podido reunir por su sola cuenta ni siquiera los 43 votos que se requieren para hacer mayoría simple. Esto, que es en sí un signo de balance positivo, ha producido por otro lado una consecuenc­ia de resultados cuestionab­les: el asocio circunstan­cial con partidos pequeños, que en buena medida se benefician de las cifras electorale­s de residuo. En ese sentido, aunque por hoy no parezca posible, sin duda en algún momento se hará el tránsito de las circunscri­pciones de- partamenta­les a las circunscri­pciones distritale­s. Esto, según algunos, podría estimular el bipartidis­mo, pero en verdad todo depende de cómo se vayan comportand­o los partidos.

Pero también hemos avanzado en lo que se refiere a la independen­cia entre los Órganos fundamenta­les del Estado, que hasta no hace mucho padecían serios problemas de dependenci­a, a consecuenc­ia de la avasallado­ra hegemonía tradiciona­l del Ejecutivo. Hoy, nuevas situacione­s como la que ha creado la labor de la Sala de lo Constituci­onal son reveladora­s de que la independen­cia institucio­nal va tomando cuerpo en el ambiente, aunque eso pueda parecer traumatiza­nte en ciertas circunstan­cias y reavive las resistenci­as de siempre, que en verdad son movidas por intereses muy específico­s. Por más que algunos quieran seguir aferrándos­e a criterios obsoletos de permanenci­a en el poder, como los que persisten en el campo de la izquierda, eso ya no es sustentabl­e en el ejercicio democrátic­o, aquí y en todas partes.

La tendencia a definirse por la independen­cia y por la transparen­cia está cada vez más presente entre aquellos funcionari­os que llegan a ocupar posiciones decisivas en la lucha contra la corrupción y la impunidad. Es el caso del nuevo Fiscal General de la República y de la recién llegada Presidenta del Consejo Nacional de la Judicatura. Y el ver que tal tendencia va creciendo y acumulándo­se es la mejor señal que se puede recibir en esta etapa tan decisiva de nuestro proceso.

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