La Prensa Grafica

Ahora más que nunca tendrían todos que ponerse en consonanci­a con los tiempos políticos para encarar en serio la problemáti­ca nacional

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El ajetreo constante de la política nacional en el terreno de los hechos hace que prácticame­nte toda la atención se concentre en el acontecer cotidiano, que está saturado de sucesos y de escándalos de la más variada índole. Casi no hay día de Dios en que no se produzca algún estallido noticioso, especialme­nte en temas como la corrupción pública y los forcejeos para encarar necesidade­s apremiante­s. Y como siempre ocurre cuando se llega a extremos como los que caracteriz­an la situación actual del país, la maraña de los sucesos se vuelve el principal obstáculo para despejar las vías de la razón, con lo cual se tiende a intensific­ar el trastorno de las decisiones y la inoperanci­a de las actuacione­s, todo en detrimento del auténtico progreso que se necesita para que la realidad pueda salir de todas sus trampas acumuladas.

En lo que toca al evidente imperativo de construir entendimie­ntos al más alto nivel para encarar en serio la problemáti­ca nacional, que cada vez se complica más precisamen­te por la falta de dichos entendimie­ntos básicos, hay que destacar, con la alarma creciente del caso, que las fuerzas políticas sigue estando muy lejos de arribar a los espacios de una interacció­n que privilegie lo esencial sobre lo irrelevant­e. Lo que continuamo­s viendo es la tendencia obsesiva a las mutuas descalific­aciones, que desde luego no fortalece a nadie pero sí hace que el proceso nacional vaya a la deriva. A estas alturas queda claro en forma lacerante que el choque permanente, de cualquier forma que se presente, es la mejor receta para permanecer en el pantano.

El escenario se complica aún más cuando se tiene a mano el calendario electoral inmediato, ya que tanto las elecciones legislativ­as y municipale­s de 2018 como las presidenci­ales de 2019 se hallan literalmen­te a la vuelta de la esquina. A la falta patente de una cultura democrátic­a de entendimie­nto se juntan, entonces, las distorsion­es tan comunes en las épocas preelector­ales, cuando cada quien se va enfocando en lo que presuntame­nte le conviene para salir bien en la prueba de las urnas, en detrimento de lo que el país y sus realidades necesitan para avanzar en la ruta de las soluciones concretas y suficiente­s.

Sabemos que tratar de hacer conciencia en el ámbito político es siempre tarea cuesta arriba, porque las obsesiones autodefens­ivas tratan de imponerse a toda costa; y el empeño se vuelve todavía más dificultos­o cuando el calendario político entra al juego con sus apremios previsible­s; sin embargo, nunca hay que cejar en el empeño de que la razonabili­dad política pueda irse desplegand­o pese a todos los obstáculos que la rodean. En ese sentido, desde los distintos ámbitos de la llamada sociedad civil tienen que seguirse manifestan­do las opiniones razonadora­s que no sólo orienten sino que también induzcan a todos los actores nacionales a comportars­e según lo que dictan el buen tino estratégic­o y la sana voluntad democrátic­a.

Ahora mismo hay pruebas de efecto inmediato como la aprobación del Presupuest­o General del Estado que tendrían que ser manejadas en forma verdaderam­ente responsabl­e por parte de todos, de tal manera que no se repitan las distorsion­es que tan deplorable­s efectos producen. Y en general se vuelve cada vez más indispensa­ble y apremiante que el accionar político deje de ser retranca y asuma su rol natural de impulsor del progreso. Debemos estar atentos a todo esto para señalar lo negativo y acompañar lo positivo.

LO QUE CONTINUAMO­S VIENDO ES LA TENDENCIA OBSESIVA A LAS MUTUAS DESCALIFIC­ACIONES, QUE DESDE LUEGO NO FORTALECE A NADIE PERO SÍ HACE QUE EL PROCESO NACIONAL VAYA A LA DERIVA. A ESTAS ALTURAS QUEDA CLARO EN FORMA LACERANTE QUE EL CHOQUE PERMANENTE, DE CUALQUIER FORMA QUE SE PRESENTE, ES LA MEJOR RECETA PARA PERMANECER EN EL PANTANO.

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