Dentro de un año nos hallaremos ya en campaña electoral formal y todavía no se ve claro lo que están haciendo los partidos para seleccionar a sus candidatos
Aunque de seguro hay ya movimientos internos destinados a identificar en su momento a los respectivos candidatos para la nueva legislatura y para los concejos locales que se definirán en las urnas a comienzos de 2018, todavía no se hacen evidentes las estrategias para hacer la respectiva selección, si es que tales estrategias existen o hay intención de que existan. Porque lo que viene siendo práctica inveterada es que sean las cúpulas partidarias las que en definitiva deciden a quién postular y a quién no; y aunque esta es práctica común en todas partes, cuando la competencia política se va volviendo cada vez participativa en el nivel ciudadano, como en estos últimos tiempos se evidencia en nuestro país, va viéndose con creciente claridad que las maniobras y los juegos intrapartidarios tienen que ir cediéndole espacio a lo que sienten, piensan y quieren los electores.
En lo que toca a la composición de la Asamblea Legislativa, viene al caso señalar que ya comenzaron a aparecer iniciativas para reducir el número de diputados y para cambiar la actual jurisdicción departamental, a todas luces distorsionadora, por la jurisdicción zonal establecida conforme al número de votantes, y de seguro este es un paso hacia la jurisdicción distrital, en la que se elige un diputado por cada distrito. En todo caso, la elección inminente debería servir como prueba para los partidos en la línea de hacer selecciones más cuidadosas de candidatos, a fin de que estos tengan de manera comprobable la idoneidad y el compromiso que se requieren.
Debería ser objeto de reflexión desapasionada lo que reiteradamente expresa la ciudadanía sobre la escasa confianza que le merecen las fuerzas partidarias y sus respectivos desempeños. Al ser esta una percepción que se mantiene en el tiempo, lo que refleja es que el sujeto principal de la democracia, que es la ciudadanía en su conjunto, desaprueba en buena medida la forma en que se com- portan sus representantes; y eso puede ser muy nocivo para la salud del régimen democrático que aún necesita mucho para tener la solidez que garantice su irreversibilidad.
Las elecciones presidenciales serán a inicios de 2019, pero si se mantienen los ritmos de las campañas anteriores, en el último tercio del año en curso estarán apareciendo públicamente las distintas candidaturas. Esto hace que los tiempos disponibles para hacer las correspondientes selecciones sean cada día más escasos, sobre todo si se hacen escogencias realmente acordes con lo que el país necesita, que son personas con las suficientes habilidades no sólo para ser elegidos sino sobre todo para gobernar. Hay ya suficiente experiencia acumulada sobre lo que no se debe hacer al respecto como para empeñarse en seguir en las mismas.
Sería importante, para que la ciudadanía pueda acompañar el proceso, que las fuerzas partidarias dieran a conocer sus respectivas estrategias de selección, en todos los ámbitos de las elecciones que se avecinan. Eso es parte de la transparencia que debe imperar en el ejercicio tanto político como institucional. La selección de candidatos debe salir del claustro en que se ha mantenido desde siempre para recibir los insumos de una experiencia más abierta.
Lo cierto es que de aquí a marzo de 2019 el país verá cómo los diversos movimientos preelectorales irán ganando terreno día tras día, y por eso hay que asegurar que no se copen todos los espacios a fin de que el tratamiento de la problemática pendiente no se paralice del todo.
SERÍA IMPORTANTE, PARA QUE LA CIUDADANÍA PUEDA ACOMPAÑAR EL PROCESO, QUE LAS FUERZAS PARTIDARIAS DIERAN A CONOCER SUS RESPECTIVAS ESTRATEGIAS DE SELECCIÓN, EN TODOS LOS ÁMBITOS DE LAS ELECCIONES QUE SE AVECINAN. ESO ES PARTE DE LA TRANSPARENCIA QUE DEBE IMPERAR EN EL EJERCICIO TANTO POLÍTICO COMO INSTITUCIONAL.