Lo que no se debe descuidar bajo ningún concepto es la vigilancia sobre las instituciones para que cumplan a cabalidad sus cometidos
LAS INSTITUCIONES NO FUNCIONAN DE MANERA MECÁNICA SINO QUE RESPONDEN EN SUS RESULTADOS A LA CONDUCCIÓN Y A LAS ESTRATEGIAS QUE EN ELLAS SE HAGAN VALER EFECTIVAMENTE; Y AL SER ASÍ, ES DETERMINANTE LA CAPACIDAD, LA SERIEDAD Y LA RESPONSABILIDAD DE AQUÉLLOS QUE ESTÉN AL FRENTE DE LAS MISMAS.
Como se viene viendo en la medida que avanzan las transiciones de posguerra, uno de los fenómenos más significativos de esta época en el país es la progresiva transformación institucional, que se manifiesta con múltiples expresiones cotidianas. Antes, y sobre todo en los tiempos en que el autoritarismo imperaba con vestiduras democráticas artificiosas, las instituciones no sólo carecían de relieve real sino que estaban abiertamente supeditadas a los mandatos y a los intereses del poder establecido; y eso, que durante tanto tiempo llegó a parecer natural, comenzó a cambiar cuando se produjo el tránsito hacia la democratización, ya sin cortapisas al concluir el período anormal de la guerra.
Aunque a lo largo de este ya cumplido cuarto de siglo el avance democratizador ha sido dificultoso y en algunos momentos traumático, el saldo de lo acontecido en este campo puede considerarse positivo, porque hoy existe más transparencia que nunca, el ojo público está más atento que en ningún otro momento al desarrollo de las acciones institucionales y el imperio de la ley va ganando terreno pese a los obstáculos que le salen al paso. Pero esta dinámica no se puede dejar desatendida, porque justamente uno de los signos de una auténtica democratización consiste en seguir paso a paso el avance del proceso, del cual las instituciones y su funcionamiento son el punto central.
En el ambiente ciudadano hay muchas quejas y múltiples reclamos sobre la forma en que se nos presenta a todos el diario vivir, cargado de inseguridades y de insatisfacciones. Esto tiene que ser recogido por todos aquellos que ejercen alguna responsabilidad en los ámbitos políticos, económicos y sociales. No se puede justificar de ninguna manera la situación en la que estamos inmersos, y por consiguiente hay que seguir demandando, por todos los medios que la democracia pone al alcance de la ciudadanía, que la institucionalidad se desempeñe en forma verdaderamente responsable, sin escatimar esfuerzos para estar a la altura de las circunstancias.
Avanzar de veras en temas como la seguridad, la educación, la salud, el desarrollo económico, la infraestructura y la apertura competitiva depende, en gran medida, de que la institucionalidad correspondiente cumpla con las tareas que tiene encomendadas dentro de la dinámica que viene siguiendo la evolución del país. Las instituciones no funcionan de manera mecánica sino que responden en sus resultados a la conducción y a las estrategias que en ellas se hagan valer efectivamente; y al ser así, es determinante la capacidad, la seriedad y la responsabilidad de aquéllos que estén al frente de las mismas. Esto hay que garantizarlo sin tapujos para que pueda darse un progreso que asegure prosperidad nacional.
En el autoritarismo, los vicios, los desajustes y las insuficiencias quedan ocultos bajo los mandatos inapelables del poder; pero en la democracia, por la misma naturaleza de ésta, lo que se va imponiendo es la transparencia, con su cadena de destapes. Y, en tal sentido, la institucionalidad queda cada vez más desnuda ante los ojos del escrutinio ciudadano. Esto hay que potenciarlo progresivamente, y es la misma ciudadanía la que debe hacerlo en forma vigorosa y constante, para que el sistema de vida gane credibilidad y funcionalidad. Afortunadamente hay señales de que vamos por esa ruta.
La mayoría de universidades, institutos especializados e institutos tecnológicos en sus fines y objetivos, en sus estatutos o en su misión o visión definen como una de sus responsabilidades fundamentales impulsar la “cultura de paz”; efectivamente, de las 38 instituciones universitarias no menos de 30 son hijas de la guerra, y fueron fundadas en los años ochenta por académicos que tuvieron que salir de la Universidad de El Salvador debido a las intervenciones de 1972 y por el acoso del Consejo de Administración Provisional de la Universidad de El Salvador (CAPUES).
Pese a que la tasa de matrícula terciaria nacional es relativamente baja –no llega al 30 %– en las universidades salvadoreñas transitan más de 150,000 estudiantes al año; jóvenes privilegiados que terminan su educación media (40 %) y que deciden dar un paso más e ingresar a la universidad (25 %). Estamos hablando del porcentaje de la población más ilustrada y con probabilidades de llevar las riendas del país en el futuro inmediato.
Pero nos preguntamos: ¿Qué hacer en materia de cultura de paz?, ¿es una materia?, ¿es un eje transversal?, ¿es parte del ecosistema universitario?, ¿cómo se procesan estas creencias y valores de la cultura de paz en el espacio universitario? Hay muchas preguntas y pocas respuestas...
Quizás el primer paso para instaurar una cultura de paz en el ámbito universitario debería partir desde el liderazgo de los rectores; quienes de algún modo podrían colegiarse y sentar posturas sobre los problemas de país –cosa que no sucede–. En otras latitudes la voz de los rectores es escuchada y respetada; podríamos catalogarlos como la verdadera conciencia crítica y ética de la sociedad; en efecto, el P. Ignacio Ellacuría SJ escribía: “La Universidad debe ser operante y efectivamente conciencia crítica y creadora al servicio de la comunidad” (Teología Política, 1973).
En el concepto de “Sociedad Educadora” más allá del formalismo y de las teorías, las autoridades educativas –rectores, directores, decanos, etcétera– están llamados a ejercer una pedagogía permanente para señalar el camino correcto frente a los fracasos de la cotidianidad, frente a la corrupción, al clientelismo, al compadrazgo y a otros problemas que socavan la democracia. Si las instituciones políticas, gubernamentales y estatales actuales son débiles y gozan de poca credibilidad, ¿quiénes son los referentes?, ¿a quién creerle?... Señores rectores, tienen la palabra...
No les pedimos –ni esperamos– que formen una comisión de alto nivel para pontificar y opinar sobre los valores de la paz; tampoco esperamos un documento axiológico que nos explique los valores de tolerancia y diálogo; ni les solicitamos que formulen la segunda generación de acuerdos de paz. Lo que esperamos de ustedes es que iluminen el camino, que señalen, que alcen su voz frente a los principales problemas del país; y que no solo denuncien sino que con sus cuerpos académicos anuncien algunas soluciones frente al drama de la violencia, de la migración y de la polarización ideológica; también, de vez en cuando opinan técnicamente sobre las soluciones que diseñan los gobernantes ante los problemas del país, si están o no de acuerdo y por qué...
Los rectores son –sobre todo los cuatro rectores del proyecto “Educación Superior para el Crecimiento Económico” de USAID– de los pocos refugios de decencia que tiene el país, y ese capital de conciencia es importante que actúe en este momento, en donde la gente ya no le cree a nadie, ni a la izquierda ni a la derecha. Tomen su lugar en la historia, es el momento para que de una vez ese discurso de la “cultura de paz” pase de la letra muerta de sus estatutos a la realidad de su agenda universitaria. El país se los agradecerá... DOMINGO 1.º DE FEBRERO DE 1942 Desde Rangún: Los británicos evacuaron Moulmain. La ciudad fue atacada desde todos los rumbos y los ingleses tuvieron que retirarse después de haber destruido todo lo que pudiera ser utilizado por el enemigo. Cuando se supo que el enemigo se encontraba a tiro de artillería de las vanguardias de Moulmain, se calificó la situación de “fluida”.
Hoy hace 50 años
MIÉRCOLES 1.º DE FEBRERO DE 1967 En ruidosa y acalorada sesión legislativa, fue presentada ayer por el PAR solicitud para que el pleno del congreso recomienda al Poder Ejecutivo, “en la forma más enérgica”, que cese la represión política y se garantice de modo efectivo la libertad del actual proceso electoral. También recomendó la destitución del actual director de la Policía, porque “causa grave daño a la sociedad salvadoreña”.
Hoy hace 25 años
SÁBADO 1.º DE FEBRERO DE 1992 Desde el lunes 3 de febrero, 47 rutas de buses con destino a Santa Tecla y otros lugares del occidente del país cambiarán su recorrido, informan las autoridades. Unas 38 unidades del transporte colectivo de pasajeros se desviarán a inmediaciones de la Universidad Dr. José Matías Delgado, para subir por la avenida Chiltiupán, para retomar la carretera Panamericana en la 12.ª avenida norte y continuar su recorrido normal.