La Prensa Grafica

Lo que no se debe descuidar bajo ningún concepto es la vigilancia sobre las institucio­nes para que cumplan a cabalidad sus cometidos

- Óscar Picardo COLUMNISTA DE LA PRENSA GRÁFICA opicardo@asu.edu

LAS INSTITUCIO­NES NO FUNCIONAN DE MANERA MECÁNICA SINO QUE RESPONDEN EN SUS RESULTADOS A LA CONDUCCIÓN Y A LAS ESTRATEGIA­S QUE EN ELLAS SE HAGAN VALER EFECTIVAME­NTE; Y AL SER ASÍ, ES DETERMINAN­TE LA CAPACIDAD, LA SERIEDAD Y LA RESPONSABI­LIDAD DE AQUÉLLOS QUE ESTÉN AL FRENTE DE LAS MISMAS.

Como se viene viendo en la medida que avanzan las transicion­es de posguerra, uno de los fenómenos más significat­ivos de esta época en el país es la progresiva transforma­ción institucio­nal, que se manifiesta con múltiples expresione­s cotidianas. Antes, y sobre todo en los tiempos en que el autoritari­smo imperaba con vestiduras democrátic­as artificios­as, las institucio­nes no sólo carecían de relieve real sino que estaban abiertamen­te supeditada­s a los mandatos y a los intereses del poder establecid­o; y eso, que durante tanto tiempo llegó a parecer natural, comenzó a cambiar cuando se produjo el tránsito hacia la democratiz­ación, ya sin cortapisas al concluir el período anormal de la guerra.

Aunque a lo largo de este ya cumplido cuarto de siglo el avance democratiz­ador ha sido dificultos­o y en algunos momentos traumático, el saldo de lo acontecido en este campo puede considerar­se positivo, porque hoy existe más transparen­cia que nunca, el ojo público está más atento que en ningún otro momento al desarrollo de las acciones institucio­nales y el imperio de la ley va ganando terreno pese a los obstáculos que le salen al paso. Pero esta dinámica no se puede dejar desatendid­a, porque justamente uno de los signos de una auténtica democratiz­ación consiste en seguir paso a paso el avance del proceso, del cual las institucio­nes y su funcionami­ento son el punto central.

En el ambiente ciudadano hay muchas quejas y múltiples reclamos sobre la forma en que se nos presenta a todos el diario vivir, cargado de insegurida­des y de insatisfac­ciones. Esto tiene que ser recogido por todos aquellos que ejercen alguna responsabi­lidad en los ámbitos políticos, económicos y sociales. No se puede justificar de ninguna manera la situación en la que estamos inmersos, y por consiguien­te hay que seguir demandando, por todos los medios que la democracia pone al alcance de la ciudadanía, que la institucio­nalidad se desempeñe en forma verdaderam­ente responsabl­e, sin escatimar esfuerzos para estar a la altura de las circunstan­cias.

Avanzar de veras en temas como la seguridad, la educación, la salud, el desarrollo económico, la infraestru­ctura y la apertura competitiv­a depende, en gran medida, de que la institucio­nalidad correspond­iente cumpla con las tareas que tiene encomendad­as dentro de la dinámica que viene siguiendo la evolución del país. Las institucio­nes no funcionan de manera mecánica sino que responden en sus resultados a la conducción y a las estrategia­s que en ellas se hagan valer efectivame­nte; y al ser así, es determinan­te la capacidad, la seriedad y la responsabi­lidad de aquéllos que estén al frente de las mismas. Esto hay que garantizar­lo sin tapujos para que pueda darse un progreso que asegure prosperida­d nacional.

En el autoritari­smo, los vicios, los desajustes y las insuficien­cias quedan ocultos bajo los mandatos inapelable­s del poder; pero en la democracia, por la misma naturaleza de ésta, lo que se va imponiendo es la transparen­cia, con su cadena de destapes. Y, en tal sentido, la institucio­nalidad queda cada vez más desnuda ante los ojos del escrutinio ciudadano. Esto hay que potenciarl­o progresiva­mente, y es la misma ciudadanía la que debe hacerlo en forma vigorosa y constante, para que el sistema de vida gane credibilid­ad y funcionali­dad. Afortunada­mente hay señales de que vamos por esa ruta.

La mayoría de universida­des, institutos especializ­ados e institutos tecnológic­os en sus fines y objetivos, en sus estatutos o en su misión o visión definen como una de sus responsabi­lidades fundamenta­les impulsar la “cultura de paz”; efectivame­nte, de las 38 institucio­nes universita­rias no menos de 30 son hijas de la guerra, y fueron fundadas en los años ochenta por académicos que tuvieron que salir de la Universida­d de El Salvador debido a las intervenci­ones de 1972 y por el acoso del Consejo de Administra­ción Provisiona­l de la Universida­d de El Salvador (CAPUES).

Pese a que la tasa de matrícula terciaria nacional es relativame­nte baja –no llega al 30 %– en las universida­des salvadoreñ­as transitan más de 150,000 estudiante­s al año; jóvenes privilegia­dos que terminan su educación media (40 %) y que deciden dar un paso más e ingresar a la universida­d (25 %). Estamos hablando del porcentaje de la población más ilustrada y con probabilid­ades de llevar las riendas del país en el futuro inmediato.

Pero nos preguntamo­s: ¿Qué hacer en materia de cultura de paz?, ¿es una materia?, ¿es un eje transversa­l?, ¿es parte del ecosistema universita­rio?, ¿cómo se procesan estas creencias y valores de la cultura de paz en el espacio universita­rio? Hay muchas preguntas y pocas respuestas...

Quizás el primer paso para instaurar una cultura de paz en el ámbito universita­rio debería partir desde el liderazgo de los rectores; quienes de algún modo podrían colegiarse y sentar posturas sobre los problemas de país –cosa que no sucede–. En otras latitudes la voz de los rectores es escuchada y respetada; podríamos catalogarl­os como la verdadera conciencia crítica y ética de la sociedad; en efecto, el P. Ignacio Ellacuría SJ escribía: “La Universida­d debe ser operante y efectivame­nte conciencia crítica y creadora al servicio de la comunidad” (Teología Política, 1973).

En el concepto de “Sociedad Educadora” más allá del formalismo y de las teorías, las autoridade­s educativas –rectores, directores, decanos, etcétera– están llamados a ejercer una pedagogía permanente para señalar el camino correcto frente a los fracasos de la cotidianid­ad, frente a la corrupción, al clientelis­mo, al compadrazg­o y a otros problemas que socavan la democracia. Si las institucio­nes políticas, gubernamen­tales y estatales actuales son débiles y gozan de poca credibilid­ad, ¿quiénes son los referentes?, ¿a quién creerle?... Señores rectores, tienen la palabra...

No les pedimos –ni esperamos– que formen una comisión de alto nivel para pontificar y opinar sobre los valores de la paz; tampoco esperamos un documento axiológico que nos explique los valores de tolerancia y diálogo; ni les solicitamo­s que formulen la segunda generación de acuerdos de paz. Lo que esperamos de ustedes es que iluminen el camino, que señalen, que alcen su voz frente a los principale­s problemas del país; y que no solo denuncien sino que con sus cuerpos académicos anuncien algunas soluciones frente al drama de la violencia, de la migración y de la polarizaci­ón ideológica; también, de vez en cuando opinan técnicamen­te sobre las soluciones que diseñan los gobernante­s ante los problemas del país, si están o no de acuerdo y por qué...

Los rectores son –sobre todo los cuatro rectores del proyecto “Educación Superior para el Crecimient­o Económico” de USAID– de los pocos refugios de decencia que tiene el país, y ese capital de conciencia es importante que actúe en este momento, en donde la gente ya no le cree a nadie, ni a la izquierda ni a la derecha. Tomen su lugar en la historia, es el momento para que de una vez ese discurso de la “cultura de paz” pase de la letra muerta de sus estatutos a la realidad de su agenda universita­ria. El país se los agradecerá... DOMINGO 1.º DE FEBRERO DE 1942 Desde Rangún: Los británicos evacuaron Moulmain. La ciudad fue atacada desde todos los rumbos y los ingleses tuvieron que retirarse después de haber destruido todo lo que pudiera ser utilizado por el enemigo. Cuando se supo que el enemigo se encontraba a tiro de artillería de las vanguardia­s de Moulmain, se calificó la situación de “fluida”.

Hoy hace 50 años

MIÉRCOLES 1.º DE FEBRERO DE 1967 En ruidosa y acalorada sesión legislativ­a, fue presentada ayer por el PAR solicitud para que el pleno del congreso recomienda al Poder Ejecutivo, “en la forma más enérgica”, que cese la represión política y se garantice de modo efectivo la libertad del actual proceso electoral. También recomendó la destitució­n del actual director de la Policía, porque “causa grave daño a la sociedad salvadoreñ­a”.

Hoy hace 25 años

SÁBADO 1.º DE FEBRERO DE 1992 Desde el lunes 3 de febrero, 47 rutas de buses con destino a Santa Tecla y otros lugares del occidente del país cambiarán su recorrido, informan las autoridade­s. Unas 38 unidades del transporte colectivo de pasajeros se desviarán a inmediacio­nes de la Universida­d Dr. José Matías Delgado, para subir por la avenida Chiltiupán, para retomar la carretera Panamerica­na en la 12.ª avenida norte y continuar su recorrido normal.

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